4 cosas que es mejor nunca decir si eres maestro de idiomas

Desde que aprendí a hablar, he tomado docenas de clases de idiomas.

Español en la primaria y varios cursos avanzados de gramática española en la licenciatura; inglés desde los 3 hasta los 18 años (de una variedad infinita), francés con maestros mexicanos, franceses, congoleses, haitianos, argelinos, canadienses; alemán, árabe, japonés y hasta latín.

Algunos maestros han sido realmente buenos, de los que te comparten su amor por el lenguaje, el idioma y la cultura que enseñan y hasta las clases mismas.

De los que extrañas cuando ya no los ves, y de los que siempre hablas con mucho cariño y hasta con brillo en los ojos.

Sin embargo, a veces me he encontrado con profesores que a pesar de tener buenas intenciones, por alguna razón terminan transmitiendo mensajes que no concuerdan con aquello que (desde mi punto de vista) un maestro de idiomas debería transmitir.

Es decir, un aprecio hacia las culturas del mundo, la diversidad, del hecho de que existen centenas de formas (lingüísticas) de acercarse a la realidad y de que ninguna es mejor que otra.

Mi intención con esta entrada no es criticar, ni ofender, ni hacer enojar, ni mucho menos.

Solo quiero compartir algunas cuestiones que he escuchado decir a maestros de idiomas y mi opinión al respecto.

Si eres maestro de idiomas, confío en que no te lo tomarás personal, aun si te llegaras a sentir identificado con algo de lo que leas.

Entiendo que puede ser algo fuerte, y tienes todo el derecho de dejar de leer si sientes que es lo mejor para ti.

(Y si no eres profesor, ten en cuenta que si escuchas alguna de estas cosas de boca de uno, quizá valga la pena cuestionarlas un poco).

Ahora que decidiste seguir leyendo, he aquí 4 ejemplos de cosas que me gustaría que los profesores de idiomas no dijeran (y mis razones):

1. «El idioma x [que no enseño] es horrible»

Existe un fenómeno muy curioso en el que algunas personas se enojan con una lengua que no les gusta, o que no pudieron aprender por cualquier razón y entonces piensan que es una buena idea echarle tierra.

Y si bien cada persona tiene derecho a amar o no las lenguas que quiera, un salón de idiomas no es el mejor lugar para externar este tipo de opiniones.

La idea es transmitirle a los alumnos que no existen maneras mejores ni peores de comunicarse, y que todas las lenguas tienen el mismo valor lingüístico y gramatical, por el simple hecho de que es verdad.

Es más constructivo transmitir nuestra pasión por la lengua que enseñamos que esparcir nuestros juicios (o prejuicios) hacia otra lengua que no nos corresponde criticar.

2. «Si no hablas bien español, no vas a poder hablar bien [el otro idioma]»

Al saber aunque sea un poco de sociolingüística, queda claro que «hablar bien» es un término muy borroso.

¿Se refiere a usar palabras con prestigio, a usar las reglas que propone la RAE, a pronunciar como en determinado dialecto, a evitar cierto acento? ¿Qué es hablar bien?

Yo tampoco sé. Pero lo que sí tengo por seguro es que puedes hablar el sociolecto más estigmatizado y «feo» y «mal hablado» del español y aun así hablar francés como lo haría un miembro de la Académie Française* si realmente lo deseas y lo intentas con devoción, esperanza y esfuerzo.

*Suponiendo que sea lo más «correcto», pues. 

No necesitas corregir tu lengua materna, o ajustarla a un estándar extraño si eso no es algo que te interese hacer, sobre todo porque puedes dominar el idioma que sea.

Para mi sorpresa, he visto gente que no redactar muy bien en español escribiendo inglés como anglófono nativo. Increíble, pero cierto.

3. «Mi método es el único que funciona»

OK, quizá no lo dicen con estas palabras, pero algunos maestros insinúan que si no estás pudiendo aprender el idioma con su método / libro / clase es porque eres un caso perdido.

No es cierto.

Pasa algo muy curioso: cuando un alumno responde bien a x método, el profesor se entera y se siente feliz y reafirma su confianza en su forma de enseñar.

En cambio, cuando a un alumno no le funciona, lo que sucede es que abandona la clase y no vuelve a tener contacto con el profesor.

Así, como en esta cultura dar feedback crítico o «negativo» está muy mal visto (o simplemente no se piensa en hacerlo), el profesor no se entera de que no le funcionó el método al alumno desertor, ni las razones para que eso sucediera.

No quiero decir que todos los métodos le funcionan a todas las personas y que cuando algo no resulta así es culpa del profesor. Y no, tampoco es culpa de los estudiantes cuando un método no les sirve. ¡Hay miles de factores!

Pero lo cierto es que hacer encuestas al inicio de cada periodo y evaluaciones continuas al final de cada uno de ellos hace que los profesores mejoren cada vez más sus métodos y los adecuen a las necesidades de los estudiantes.

Muchos maestros le temen a la crítica y por eso no lo hacen, pero yo creo que es más aterrador dejar de crecer y mejorar día a día.

Hay muchos, muchísimos métodos distintos, y quizá algunos sean mejores que otros, pero no hay ninguno que sea El Mejor para todos.

4. «Probablemente este idioma no te sirva para nada porque no es inglés»

No tengo muy claro qué haría que un profesor dijera algo como esto, pero lo que sí sé es que no resulta algo que a un alumno le gustaría (o serviría) escuchar.

Además, suponiendo que fuera algo que tiene sentido decir, en realidad no hay forma de saberlo.

Nadie sabe para qué le va a servir todo lo que aprende, e incluso todo lo que le pasa. Para estar seguros, tendríamos que saber de antemano todo lo que nos depara el futuro, y no es así.

Vale más la pena propiciar la curiosidad de cada estudiante y confiar en que cada uno de ellos sabe qué hacer.

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En resumen, siempre es mejor para todos cuando los maestros deciden transmitir pasión, apertura a la experiencia, interés, curiosidad, aprecio y confianza.

Si vas a comentar esta entrada (como profesor, alumno o lo que sea) sé lo más respetuoso y amable que puedas.

El arte de dominar una lengua

Nota: esta entrada fue escrita por una invitada*. Me llena de alegría publicarla porque yo misma aprendí mucho francés con poesía, es algo muy «cercano a mi corazón» (como se dice en inglés). Espero que la disfrutes y que te animes a aprender idiomas con poemas. 

El arte de perder, One art es un maravilloso poema que me persigue desde hace un par de semanas.

Avergonzada por no haber conocido antes la maravillosa obra poética de Elizabeth Bishop, he llegado a aprenderme los primeros versos casi de memoria, tanto en inglés como en español. E incluso recitarlos siguiendo la hipnotizante entonación de Tom O’Bedlam:

Este poema se ha convertido en una alegoría del sentimiento de nostalgia.

Aunque tal vez el significado del poema sea mostrar las claves de cómo evitar que la melancolía nos atrape y no nos deje seguir adelante, atándonos irremediablemente al pasado por el miedo a perder. Con tono conformista, Bishop exhibe el acto de perder como algo constructivo en último término, incluso necesario para seguir avanzando.

ONE ART

The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.

– Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

Un arte

El arte de perder no es difícil de adquirir.
Tantas cosas parecen empeñadas
en perderse, que su pérdida no es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta el tumulto
de llaves de puertas perdidas, la hora malgastada.
El arte de perder no es difícil de adquirir.

Practica entonces perder más aún, y más rápido:
lugares, nombres, y el sitio al que se suponía
que viajarías. Nada de esto será un desastre.

Perdí el reloj de mi madre, y ¡mira! la última, o
penúltima de tres casas que amaba se fue.
El arte de perder no es difícil de adquirir.

Perdí dos ciudades, ambas adorables. Y, más ampliamente,
algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no fue un desastre.

—Hasta al perderte a ti (la voz bromista, un gesto
amado) no habré mentido. Es evidente que
el arte de perder no es demasiado difícil de adquirir
aunque parezca por momentos (¡Escríbelo!) un desastre.

APRENDE IDIOMAS CON POESÍA

No obstante, nada más llegar a mis manos la versión española, busqué el poema en inglés para asegurarme que la traducción era fiel al original y no pretensión literaria del traductor. A partir de ahí, el principal uso que le he dado ha sido analizar y asimilar conceptos gramaticales entre español e inglés.

Nunca antes había considerado la poesía como un medio para perfeccionar mis conocimientos lingüísticos. Sin embargo, la simplicidad del verso, el lenguaje directo y la rima natural que no requiere de forzados giros gramaticales ha convertido El arte de perder en uno de los mejores recursos para explicar uno de los fenómenos más complicados de la lengua española: la conjugación verbal.

La aparición de diferentes formas personales de la conjugación del verbo perder permite entender—y explicar—de modo simple las terminaciones verbales en diferentes tiempos (pierde, perdí), las formas no personales (perder), la correlación entre sujeto-verbo-complemento directo [(Yo) Perdí el reloj de mi madre] y la derivación de palabras (pérdida).

Tras el experimento llevado a cabo con este poema, animo al lector a retarse a sí mismo escuchando y leyendo poesía en diferentes idiomas para entender la riqueza gramatical de la nueva lengua.

LAS DIFICULTADES DE LA CONJUGACIÓN VERBAL

Los hispanohablantes adquirimos conceptos relacionados con el tratamiento de los verbos de forma natural a lo largo de nuestro desarrollo lingüístico nativo. Por ello, la conjugación verbal nos parece una idea simple.

Durante nuestra infancia aprendemos los vocablos que se refieren técnicamente a lo que decimos día a día, usamos los tiempos verbales de forma casi “innata” sin considerar que tienen una denominación específica, que corresponden a una lógica con orígenes en el latín y que ha evolucionado y perdurado durante miles de años.

No es hasta que nos aventuramos a estudiar una nueva lengua que apreciamos la riqueza gramatical del español, lo que nos permite entender la existencia de las conjugaciones verbales, oraciones complejas y la enorme diversidad de palabras de la que gozamos.

Si destacamos especialmente la enorme dificultad que presenta para algunos aprender inglés, deberíamos considerar como es una lengua gramaticalmente plana, sin correlaciones entre número de hablantes y verbo—a excepción de la tercera persona del singular en tiempo presente—, y con tiempos verbales de única terminación. Mientras que sus hablantes afrontan cuantiosos inconvenientes cuando se aventuran a aprender español.

APRENDER A PERDER

Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto aplicar la gramática de una lengua simple cuando dominamos una lengua gramaticalmente compleja? Básicamente por vergüenza, o miedo al ridículo; conceptos negativos que debemos empezar a dejar de lado, perderlos totalmente.

Si hablas español, tu cerebro está predispuesto a entender reglas gramaticales simples, ya que el esfuerzo necesario para asimilar las complejas no es requerido.

Así que pierde el miedo, porque es lo único que te hará quedarte rezagado, atrapado, sin evolucionar ni expandir tus horizontes. Encuentra tu propio método para descubrir nuevos idiomas, ya sea mediante películas, series, literatura, poesía o, incluso videojuegos (sí, conozco a alguien que se lanzó a aprender japonés traduciendo videojuegos).

Y sobre todo, recuerda que “el arte de perder no es difícil de adquirir”, así que pierde el temor al fracaso y embárcate en la aventura de ganar: una nueva lengua, una nueva cultura, una experiencia enriquecedora e única.

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*Me llamo Cristina Olmo, soy una catalana exiliada en Londres que además de inglés y español está luchando por aprender ruso. Actualmente trabajo para Linguasorb.com, una web de recursos gratuitos para aprender idiomas.

Adopta a un extranjero

Imagínate que llevas años aprendiendo japonés. Un buen día tras pasar por decenas de pruebas, llegas a Japón, después de ahorrar durante mucho tiempo.

Estás ahí, tú solo, rodeado de personas con las que podrías practicar la lengua que con tanto esfuerzo y dedicación has llevado hasta un nivel avanzado.

Pasa el primer día, luego el segundo. Juras que sacarás toda tu valentía muy pronto para afinar tu japonés, mejorar tu pronunciación, aprender el habla de las personas de tu edad y sentir lo que se siente cuando uno está cumpliendo un sueño.

Como no es tan fácil, no te has atrevido. De repente, alguien te saluda. No en japonés, sino en español. Se enteró de alguna forma que eras un extranjero perdido y le recordaste a sí mismo cuando él llegó a Japón. Te presenta a sus amigos hispanohablantes y te agradan, sales con ellos, te sientes cómodo.

Una voz dentro de tu cabeza te dice que tú fuiste a aprender cultura japonesa, el Japón real, pero la ignoras porque tu miedo te lo pide.

Luck For Sale

Finalmente termina tu estancia en Japón, te despides de tus nuevos amigos y regresas a tu casa. En el avión te sientes frustrado. Sí, te la pasaste bien, pero no conociste a ningún japonés.

Tu sueño sigue sin cumplirse y ya gastaste tus ahorros. Ya no quieres volver a Japón porque tan sólo pensarlo te da una punzada en el estómago.

La vida a veces puede ponerse así de triste. Me ha pasado a mí (no en Japón), y cuando lo recuerdo me siento mal. Todavía.

Adopta a un extranjero

Hace unos meses, conocí a una chica de otro país. Estaba en un salón de clases donde tomábamos una materia de dos horas a la semana y, aunque yo sabía que existía, nunca le hablaba.

Un buen día, ella necesitaba ayuda y me la pidió a mí. Le expliqué, me entendió. Me hice su amiga. Me consiguió un trabajo. Se fue a su país, le ayudé otra vez, regresó y me trajo un regalo.

Cuando nos vemos, nos la pasamos bien. En verdad me agrada su compañía y yo sé que a ella también la mía, sobre todo porque cuando me conoció le dio gusto saber que soy mexicana. Estaba en mi país y no conocía mexicanos.

Estaba metida en la situación que te conté arriba. No es para nada poco común. Al contrario: es lo normal.

Yo la «adopté» porque bien podría haberle dicho «No, no te puedo/quiero ayudar/no tengo tiempo» y desde entonces saludarla cortésmente con la mano, desde lejos, hasta que se fuera a su país y nos olvidáramos la una de la otra.

Pero no lo hice.

Me esforcé en ser amable, en mostrarle mi cultura, mi lengua, mi país, a mis amigas, mi comida. La parte que ella no había hecho como «alumna de intercambio».

Descubrí que me hace feliz que conozca mi país por lo que yo soy, no porque yo sea muy buena mexicana, ni mucho menos, sino porque me siento bien de contribuir a que entre culturas nos aportemos visiones distintas del mundo.

Beneficios:

  • Cuando te vuelves amigo de una persona de otro país, eres un pozo en el desierto para ellos. Y ellos se vuelven una joya para ti: no tienes idea de cuánto aprendes de ti mismo, de tu país, de tu cultura y de su nación.
  • Te motiva a saber todo lo que te podrían preguntar sobre tu ciudad, la historia nacional, las palabras que usas. Y a convertirte en un mejor ciudadano.
  • Cuestionas los estereotipos o prejuicios que tenías sobre personas de otras naciones: abres tu mente.
  • Te sientes orgulloso de ti mismo por estar evitando que alguien sienta esa frustración, y por darle la oportunidad de llevarse a casa una experiencia mucho más real, más vívida y más bonita de su visita a tu país.
  • Tener contactos en otros lugares te amplía automáticamente el mundo: ahora ya no irías a ciegas en caso de que los visites.
  • ¿No te gustaría que alguien te adoptara cuando tú fueras el extranjero?
  • Practicas ser más sociable, habilidad que nunca sale sobrando. ¿Qué es la vida sin personas?

Sólo tienes que decir «Hola».

Hablando de eso:

Si piensas que no eres un buen conversador, es tu oportunidad para practicar:

Las reglas pragmáticas son la cosa más difícil de adquirir a la hora de aprender otro idioma. Por lo tanto, si la otra presona es ajena a tu medio social, puedes dar por hecho que sus interacciones serán involuntariamente torpes. Aprovecha eso y que seguramente tienes mucha curiosidad sobre las costumbres de tu interlocutor y hazle preguntas.

Cuando te conteste, no le digas «Ah. Ok. :)». Cuéntale cómo es diferente en tu ciudad.

Él también quiere preguntártelo todo, pero la barrera del lenguaje hace que le dé pena equivocarse y hacer el ridículo. Motívalo a hablar, dile que no importa si se equivoca, o lo que consideres necesario en el momento.

Intenta no reírte de él, pero sonríe mucho e intégralo: preséntaselo a tus amigos, invítalo a salir, etc.

Si da la casualidad que tú estás aprendiendo su lengua materna, procura darle preferencia para que practique tu lengua materna. Él tiene prioridad en ese sentido porque vino hasta acá. Ya vendrá tu turno.

Y–lo más importante–habla como siempre hablas.

En la ciudad de México pronunciamos muy pocas vocales (decimos /grass/ en vez de /grasias/). En mi caso, lo único que cambio cuando veo que no me entienden muy bien es pronunciar todas las vocales.

Gran parte de la cultura que los viajeros vinieron a conocer se encuentra en las palabras que usas todos los días. No por ser coloquiales están mal: al contrario. No temas usarlas, está bien.

En conclusión

Los extranjeros no muerden. Son personas amables, muy parecidas a ti, e intimidadas por la diferencia. Casi todos nos consideramos tímidos cuando nos preguntan si lo somos, por lo que si no te hablan, no es porque no quieran. Es algo más poderoso que eso.

Realmente creo que apoyarnos entre culturas y naciones sirve de mucho y es bueno para todos en muchos niveles.

esa persona que saluda al extranjero más cercano.

Te va a hacer feliz hacerlo feliz. Sólo sonríe, dile «hola», y todo lo demás se arreglará solo. No es nada del otro mundo.

Es sólo de otro país.

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Lee más:

Para qué sirven los idiomas
Conocer culturas de otras personas
10 razones para aprender otra lengua

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Foto de timtak

Por qué me gusta aprender idiomas

Este es un intento por explicar algunas de las razones que me motivan a hacerlo.

1. Me gusta escribir en otro idioma, sobre todo si aún no lo domino, porque mi cerebro deja constancia de que existe. Es como ir armando rompecabezas que encajan a la perfección en cada morfema, en cada palabra y cada frase que concuerda. Como acomodar un cubo de Rubik de los colores más bonitos. Y no sólo se ve hermoso, sino que contiene un sentido, un mensaje claro para alguien más.

Claro que eso no lo pienso en el momento, sólo disfruto cómo todo es un sistema que me recuerda mucho a la perfección.

A Rubik cube, it is based on this one but the ...

2. Me gusta leer en otra lengua porque un montón de letras juntas van adquiriendo sonido en mi mente, se van entrelazando y se vuelven como engranes que producen imágenes o emociones o ideas en mí. Amo cómo a veces las palabras se quieren esconder de mí, pero ninguna se puede resistir lo suficiente: se vuelven saltarinas y me salpican de su significado.

Es emocionante y gratificante. Me gusta cómo un texto puede no significar nada y, después de analizarlo o buscar algo en el diccionario, decirlo absolutamente todo.

3. Me gusta escuchar–canciones, películas, gente–cuando me concentro mucho para entender. Me concentro tanto que a veces se me olvida que estoy oyendo otra lengua que no es la mía. Cuando me doy cuenta de eso, me sobresalto y me siento feliz de poder estar comprendiendo algo que de otra forma sonaría como un ruido gracioso.

4. Me gusta hablar en otro idioma porque llega un momento en que se vuelve automático:  sin que yo me entere, mi cerebro le dice a mi boca cómo moverse para que suene bonito lo que estoy diciendo. Hablando otro idioma he hecho reír a la gente, la he sorprendido, le he hecho preguntas que me han contestado y es simplemente maravilloso que podamos comunicarnos ahora que tenemos un código en común.

5. Me gusta adquirir otras lenguas porque encuentro relaciones con cosas que ya sé, porque me imagino cómo se vería el mundo si yo fuera de otro país y porque me agrada tener vistazos de otro mundo (que es el mismo pero no). Me gusta que me sorprenda hallar palabras que suenan igual en lenguas que no están emparentadas, o encontrar las raíces etimológicas, o deducir cómo habrá sido tal o cual palabra en inglés antiguo, o ver las influencias del francés en el alemán o entender el portugués sin haberlo estudiado o poder jugar con las palabras.

Me gusta que me gusten los idiomas.

¿Y a ti, por qué te gusta? 

Lee más:

¿Qué se siente hablar otro idioma?

Para qué sirven los idiomas

La pregunta del millón.

¿De qué me sirve hablar otro idioma?
¿Para qué ser bilingüe?
¿Por qué me interesaría decir lo mismo pero en otra lengua?

Cuando me emociono mucho por transmitir mi amor por las lenguas extranjeras y todo lo que me aporta aprenderlas, me topo con gente que me pregunta lo anterior.

Lo que yo les respondo es lo siguiente:

Las lenguas sirven para todo y para nada.

green bicycle, porter square

¿Para qué sirve una bicicleta?

Para todo: transportarse, llegar más rápido, ahorrar gasolina, contaminar menos, hacer ejercicio, asolearse, divertirse, subir montañas, bajar montañas, caerse, sentirse feliz, emocionarse,  no contribuir a los embotellamientos, etc.

Para nada: Si está guardada, olvidada, empolvada y oxidada, sirve en potencia para todo lo de arriba, pero, como no la usas, no te sirve para nada.

¿Para qué sirve otro idioma, entonces?

Para todo: 

  • impresionar a alguien, conocer gente interesante, adquirir confianza en ti mismo,
  • tener temas de conversación, ver cosas que nunca te imaginaste, encontrar al amor de tu vida,
  • obtener un mejor trabajo, divertirse, aprender a ser persistente, mejorar tu autoestima,
  • comprender a las personas de otras culturas, sentirte especial, tener más paciencia, ser más inteligente,
  • tener un pretexto para viajar o para leer un libro o para saludar a un desconocido,
  • ser útil, ayudar a la gente, ahorrar tiempo…
  • hacer tu vida extraordinaria.

Es cierto que para saber de qué sirve algo hay que tenerlo en las manos. ¿Por qué no averiguas para qué te servirían los idiomas a ti?

O, lo que es mejor: ¿Qué harías tú si tuvieras un millón de dólares? ¿Qué harías tú si tuvieras dos, tres o cinco lenguas más en la cabeza? Sueña.

Piensa en una nueva lengua como una bicicleta. Tal vez puedes vivir sin ella (tienes pies para moverte/tienes tu lengua materna para comunicarte) pero, una vez que la posees, te facilita la vida, te hace aunque sea un poco distinto de como eras antes.

Y–créeme–ese cambio, ese nuevo tú, te va a gustar más que el anterior.

¿Quieres más? Hay más.

El lenguaje sirve para comunicar lo que percibes que sucede, ya sea en el mundo o en ti.
Para que digamos: «Ahí hay comida», «Allá hay peligro»

o, un poco más evolucionados y sedentarios: «Aquí hay trabajo»,»Ahí te roban tu dinero».

O al pensar en otras cosas: «Estoy feliz», «Quiero poner un negocio», «Escucha esto, te vas a reír».

Entre más gente haya que conozca tu experiencia en el mundo, más puedes compartir sobre lo que tú eres, piensas y sientes. Por lo tanto, tu vida se vuelve más rica, más significativa. Tiene que ver, entre otras cosas, con las personas.

Todo lo bueno, lo malo, lo interesante, lo más fascinante, lo más apasionante y lo más vital que te ha ocurrido ha sido por, gracias, a causa y con las personas que te rodean.

Los idiomas te hacen rodearte de más personas, y así, tu vida se llena de experiencias, emociones, sentimientos, ideas y aquellas cosas que las personas tenemos para aportarle a los demás.

Hay mucha gente que quiere escucharte, que quiere saber qué piensas, que está esperando conocerte, que sueña con admirarte, que todos los días pide que existas.

Hay quien te necesita para tener fe en una causa, quien sabe apreciar lo que tú puedes dar, a quien tu sonrisa le puede alegrar el día.

Hay personas que pueden adorarte, pero todavía no porque no te conocen. Están ahí. Sólo no las ves.

Y todo esto tiene que ver con las lenguas porque el hablar es lo que nos hace humanos. El lenguaje no sirve para otra cosa más que para comunicarse con otros seres humanos.

La vida humana sólo puede ser buena si se vive entre personas. No entre posesiones, no entre dinero, no entre comidas, no entre libros.

Por lo tanto, si un idioma te hace humano, los idiomas sirven para hacerte más humano. Y un mejor ser humano. 

…y muchas otras cosas.

(Entérate de que hay, por lo menos, otras diez cosas útiles de los idiomas.)

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Foto de sandcastlematt