El proceso simple para mejorar tu pronunciación

Como probablemente ya sabes, acabo de crear un programa nuevo llamado Pronunciation Practicums que te ayudará a mejorar tu pronunciación en el inglés (o el español, si no es tu lengua materna).

En él, te llevo a través de 7 pasos que, una vez llevados a la práctica, resultan muy simples y poderosos:

  1. Hacerte consciente de los 43 sonidos del inglés.

Los sonidos son una de las partes de la lengua que se adquieren cerca del “final” del aprendizaje. Es decir, necesitas tener gran parte del idioma en la cabeza para que puedas dedicarte a escucharlos y adquirirlos.

No entiendo muy bien por qué pasa esto, pero sucede. Por eso hay que hacerlos conscientes, porque rara vez pasa automáticamente.

2. Identificarlos cuando escuchas la lengua hablada.

Una vez que eres consciente de los sonidos, comienzan a saltar a tu oído.

En las canciones que ya escuchabas y que hasta te sabes de memoria, en las películas que veas. Siempre han estado ahí pero tu cerebro no te permitía escucharlos. Ahora ya puedes.

3. Reconocer las formas en las que tu cerebro hispanohablante los filtró

(y hace, por ejemplo, que la «th» de «this» acabe sonando como una «d» de «día»).

Existe un fenómeno llamado “asimilación” mediante el cual, cuando escuchas un sonido que no existe en español, tu cerebro te hace creer que suena como el más cercano a él que sí existe en español.

Si oyes la “i” de “bird”, vas a escuchar “clarito” una “e”, y la vas a pronunciar así. Todo esto, sin que te des cuenta. Pero no lo es, sino una vocal que no existe en español y que tienes que aprender a identificar.

4. Romper esos hábitos lingüísticos. 

Necesitas reconocer todos los momentos en los que ya tienes la costumbre de decir esa “e” que no es “e” y esa “d” que no es “d”, dejar de hacerlo y crear un espacio donde quepan los sonidos correctos.

4.5 Desbloquear las barreras mentales y/o emocionales que puedas tener. 

Por alguna razón, muchas personas están convencidas de que DE VERDAD no pueden pronunciar los sonidos. Maestros malos, intentos por forzar un sonido cuando el cerebro todavía no está listo para recibirlo, burlas, humillaciones, malas experiencias, creencias sobre cómo la gente te puede percibir, etcétera.

Todo esto se tiene que ir para que mejorar tu pronunciación no genere sufrimiento en tu ser y, sobre todo, sea un proceso que se pueda llevar a cabo.

5. Aprender a producir o pronunciar los sonidos reales del inglés. 

Necesitamos reentrenar tu aparato fonador (tu lengua, tus labios, tus dientes, tus cuerdas vocales, hasta tu saliva) para que produzca los sonidos que ahora ya escuchas. No te mentiré, al principio es incómodo pero después es divertido y te sientes como con superpoderes.

Mucha gente que enseña pronunciación realmente no sabe cómo decirte que pongas los labios o la boca para que generes cierto sonido.

Yo he adquirido a lo largo de los años un montón de trucos del tipo “Ok, estás haciendo una ‘a’ pero ahora haz los labios más hacia los lados” que sí funcionan y que hacen que las personas digan “Ahhhh” y lo puedan hacer por sí mismas.   

6. Practicar hasta que sean parte inalienable de ti. 

Esta parte es la que más depende de ti. De verdad me gustaría que hubiera un sustituto de la práctica porque a veces se siente lento y desesperante pero no la hay. Se necesita repetir y repetir las cosas hasta que estén completamente integradas a ti.

7. Integrarlos en el inglés que hablas espontáneamente. 

Ya que tienes cada sonido hecho consciente, ya que rompiste el hábito que tu cerebro hizo sin pedirte permiso, ya que practicaste los nuevos sonidos y ya pudiste hacerlos sin pensarlo, ahora estás lista(o) para que surjan de ti automáticamente cuando hablas.

Felicidades, mejoraste tu pronunciación.

Lo mismo se hace con la entonación (prosodia) y con un montón de cosas más que pueden hacer que tu inglés suene mejor a los oídos de quienes te escuchan hablarlo.

Como dije en la página del programa, la mayor parte de esto va sucediendo inconscientemente. No necesitas hacer un gran esfuerzo ni memorizar la gran cosa. 

Es mucho más simple de lo que parece (aunque no digo que siempre vayas a sentir que es fácil; hay algunos sonidos un poco truculentos). 

Y he visto a personas «negadas» replicar sonidos que nunca habían siquiera escuchado conscientemente. 

Muchas personas que enseñan pronunciación parten de la grafía, es decir, de la parte escrita de la lengua y te explican todas las formas en las que suena la «t» cuando la ves en un texto.

El problema con este enfoque es que:

a) el inglés no es una lengua que suene como está escrita, a diferencia del español; de hecho se podría decir que hace lo que quiere cada vez y tiene casi más excepciones que reglas y

b) es mucho mejor desconfiar de la grafía y saltarte la parte escrita. Si quieres aprender a escuchar y pronunciar tienes que partir de la lengua hablada y quedarse ahí.

No necesitas los textos de intermediarios, son una distracción y te puedes abrumar con tanta información.

En fin.

El proceso de arriba es lo más cercano a la magia que he visto, y quiero compartirlo contigo porque me encanta ser testigo una y otra vez de cómo las personas mejoran su pronunciación a pasos agigantados. 

Lee más sobre el programa si esto suena (ja) como algo que te interesa: 

Pronunciation Practicums

El último día para apartar tu lugar (sin hacer ningún pago aún) es el miércoles 9 de octubre.

Cómo perdí el miedo a hablar inglés

Durante varios años, no hablé inglés a pesar de que ya sabía inglés.

Si has estudiado (en mayor o menor medida) esta lengua toda tu vida, como muchas personas en países de habla hispana, seguramente entiendes a qué me refiero.

Tienes toda la gramática en la cabeza, entiendes lo que escuchas y lees, hasta encuentras errores en posts de Facebook escritos en ese idioma, pero no lo usas mucho que digamos para hablar-hablar.

Yo estuve así muchos años, hasta que me empecé a obsesionar con los blogs por ahí del 2010. Hasta creé uno, el que estás leyendo, hola.

Los que leía eran escritos por personas de Irlanda, Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Australia. Y aunque empecé leyendo a Benny, el políglota irlandés, poco a poco los links me comenzaron a llevar a páginas de coaches y gente por el estilo que ya no tenía nada que ver con los idiomas.

Algunos de ellos, en diferentes ocasiones, ofrecían sesiones gratuitas para que conocieras sus servicios, por ejemplo, o para que averiguaras si eras un buen match con su forma de trabajar.

Yo las tomaba porque de verdad me interesaba genuinamente eso. Y hablaba inglés como efecto secundario.

Las primeras veces me ponía super nerviosa y me daba cuenta de que no me entendían bien. Una vez, quise decir “medicamentos” y dije drugs porque en ciertos contextos así se dice, pero por una mezcla rara de sociolingüística y dialectología, acabé dando a entender que me drogaba, cosa que no hago ni me interesa.

Poco a poco, y a lo largo de todos estos años, he ido participando llamadas (casi todas por Skype) de infinidad de temas, individuales y grupales, en cursos, conferencias, webinars, y decenas de horas de interacciones con personas de habla inglesa, de muchos lugares del mundo.

Cuando menos me di cuenta, ya no me sentía nerviosa. Ya no me encontraba en situaciones vergonzosas. Ya hasta podía hacer bromas y la gente se reía.

Cuando eran llamadas grupales, empezaba a escuchar cómo decían “As Georgina said…”, y me llenaba de emoción y felicidad que otra persona no solo comprendiera mi mensaje sino que hiciera referencia a él.

Debo confesar que me hice adicta a esa sensación.

A poder decir:

yo
hablo
inglés

y la gente me entiende

siempre había soñado esto

Disculpa

Al principio, antes de empezar a hablar, decía —como para sentir que estaba evitando burlas o algo parecido—: «Perdón, es que el inglés no es mi lengua materna».

Después vi que era totalmente innecesario, no porque hable como nativa (creo que me acerco mucho pero dudo que alguien pudiera confundirme con una estadounidense, por ejemplo) sino porque cuando no lo decía, nadie hacía ningún comentario al respecto del tipo: «¡Qué bien hablas!».

(Eso se le suele decir a la gente cuando no habla bien, pero se ve que lo intenta mucho. ¿Lo has notado?).

Como no eran personas con las que estaba hablando para aprender inglés, sino con el fin de usar la lengua como medio de comunicación, no me corregían.

Seguramente te estarás preguntando cómo fui subsanando mis errores si no me hacían correcciones.

La respuesta:

si de algo me sirvió estudiar lingüística durante más de cuatro años, además de toda la experiencia que he acumulado al escribir este blog y hablar con sus lectores, fue para mejorar mi inglés con una minuciosidad deliciosa.

Yo misma iba usando mis propios métodos y mis conocimientos (sobre todo de fonética) para ajustar los detalles que veía que me faltaban.

Ahora, después de ocho años de hacer eso (y otras cosas más, como literal ponerme a practicar vocales), me siento profundamente confiada cuando tengo que hablar inglés.

Y, obviamente, como es un proceso que realmente nunca se termina, lo sigo haciendo.

¿Mi inglés es perfecto? No.

Ni siquiera mi español lo es. Y estoy bien con eso.

Aun así, busco todas las oportunidades que puedo (no solo en Internet, también en la vida real) para usar mi inglés, porque lo amo y porque me parece maravilloso cada vez.

Creo que es una sensación que nunca voy a dar por hecha en el sentido de decir, Ah sí, hablo inglés pero también duermo todos los días, como sea.

Es algo que me genera endorfinas cada vez que siquiera pienso en ello.

Esto no quiere decir que te vas a tardar ocho años en pasar del estado de “sé inglés pero no lo hablo tan bien” a “hablar inglés es parte inherente de mi vida y lo amo”. Yo no me tardé tanto, en realidad fue mucho menos.

Hay gente que pasa por este proceso en pocos meses cuando tiene gente que le corrija y le enseñe, por ejemplo. Hay gente que se va a vivir a un país de habla inglesa y en semanas lo logra.

Solo te estoy contando mi historia porque así fueron los hechos.

Entonces,

le perdí el miedo a hablar inglés…

Lanzándome a hablar antes de que me sintiera realmente lista.

Aprendiendo a tomarme un poco menos en serio.

Tomando oportunidades para practicar pero no necesariamente con esa finalidad.

Usando mis conocimientos de fonética y lingüística y adquisición de lenguas extranjeras.

Escuchando música, podcasts y entrevistas con devoción fonológica.

Hablando con un montón de gente de varios dialectos del inglés.

Imitando a las personas cuando decían ciertas cosas que no había oído.

Cazando muletillas y copiándolas.

Dejando de pedir disculpas por que el inglés no sea mi lengua materna.

Soltando la idea de perfección.

Atreviéndome a sonar ridícula.

Dándome permiso de cometer errores, incluso frente a otras personas.

Haciendo que no importara cuando se reían (no burlaban) de mí por decir palabras que no eran.

Queriendo mucho hacerme entender y solo dejándome llevar por las conversaciones.

En resumen, el miedo se me fue quitando solo a medida que veía que no se iba acabando el mundo.

Los nervios se fueron reduciendo.

La satisfacción y la alegría tomaron su lugar.

Y ahora sé que eso es accesible para cualquier persona que lo intente con los medios adecuados. No es nada que otra persona no podría hacer. 

Si lo has intentado por tu cuenta o con clubes de conversación en academias y no ha funcionado, tengo un programa llamado Conversation Practicums que te puede ayudar. 

¿Mi estilo se necesita corregir?

El otro día que leía mi propio blog (oh, curioso hábito), me di cuenta de que nunca he hablado acerca de algo muy importante para mí: la claridad del lenguaje.

Podemos escribir—poner una palabra tras otra—en cualquier lengua que sepamos, y muy probablemente nos van a entender (o al menos eso esperamos), pero hay una dimensión de los idiomas que muy pocas personas tienen la capacidad de generar:

el esplendor.

Me refiero a un texto tan bien escrito, tan bien hecho, que es bello aun si se trata de un manual de instrucciones.

A un conjunto de palabras y frases tan correctamente enlazadas que son en sí mismas una obra de arte, independientemente de su contenido.

O como pensar en que muchas de las paredes de las mezquitas están cubiertas de caligrafía porque se considera que las palabras son lo más hermoso con lo que se puede adornar un lugar sagrado.

Ese tipo de cosas.

Corregir tu estilo

Muchas personas, sobre todo aquellos amantes del lenguaje que deciden escribir, preguntan cosas como:

¿Por qué alguien tiene que corregir mi estilo, si es totalmente mío y personal y subjetivo y lo amo?

Entiendo. Veo de dónde surge esa confusión. Una vez leí que el estilo, la «voz» escrita, consiste en plasmar nuestra personalidad en palabras. Obviamente, eso no se puede ni se debe corregir.

Como dice Alejandro Quintana, la corrección de estilo es, simplemente, asegurarse de que un texto se apegue a las normas lingüísticas para que se pueda comprender bien. Incluye lo siguiente:

  • Las frases están bien construidas y expresan las ideas de la forma más clara
  • Las palabras están debidamente empleadas y correctamente escritas
  • Además, las palabras suenan bien en el orden que han sido escritas
  • Los signos de puntuación están donde deben estar, ni más ni menos

Debo hacer una aclaración: algunos puntos de la anterior lista son subjetivos

Es decir, puedes tener un estilo literario muy propio, las frases puedes construirlas como quieras y los signos de puntuación colocarlos donde te apetezca…

pero hay normas que no puedes saltarte de ninguna de las maneras

oficiodeescritor.com

A eso me refiero.

Tal y como dije en este artículo sobre mi amor a los errores de ortografía, la mayoría de las lenguas tienen una versión estandarizada que nadie habla pero que todos intentamos escribir para que nos entiendan.

Al hacer corrección de estilo, se ajusta la redacción, la ortografía, la sintaxis y muchos otros detalles más, con la única finalidad de amplificar el poder del contenido.

Así, un buen corrector de estilo no interfiere con la personalidad-por-escrito del autor. Solo lo hace sonar más profesional, y convierte su texto en la mejor versión de sí mismo que pueda ser.

Es decir, desarrolla el potencial de ese conjunto de palabras.

Todo esto, y mucho más, es por lo que amo hacer corrección de textos. Para mí, es como llegar al nivel más íntimo y profundo de mi relación con el lenguaje. Conocerlo por dentro y por fuera, por arriba y por abajo, entenderlo a más no poder.

Aunque mucha gente no lo aprecie (por ignorancia, sobre todo) siempre me he sentido extremadamente afortunada de que mi cerebro esté tan adecuado al lenguaje (¿o es al revés? ¿el lenguaje está adecuado a mi cerebro?).

Sí, no doy una en matemáticas y no puedo dibujar algo que parezca terrícola, pero en realidad no me importa porque el español no me guarda prácticamente ningún secreto.

Y, como dije, muy pocas personas tienen acceso a eso.

Si eres corrector de estilo, o simplemente has identificado que tienes una gran facilidad para el lenguaje, te invito a que valores ese don que tienes.

Si tus dones están en otro lado, valóralos, también. Desde luego.

En resumen:

Antes de entrar a la universidad, yo pensaba que los correctores de estilo eran personas enojadas todo el tiempo porque la gente habla mal y escribe peor y bla bla bla.

Sé que muchos son así. No me identifico con ellos.

Hacer corrección de estilo no es «enmendarle la plana» a la forma única en la que se expresa cada persona.

Se trata de contribuir a que sus ideas sean comunicadas de la manera más clara posible, para que puedan generar el efecto que su autor desea en las personas a las que está dirigido su mensaje.

Es una forma de ayudar a las personas a cumplir sus metas. Yo lo sé porque lo hago todo el tiempo.

¿Alguna vez habías pensado que escribir con claridad está relacionado con cumplir metas?

La magia de la schwa o: Cómo adquirir un nuevo sonido

Hace no mucho, por razones de las que quizá algún día escriba aquí, empecé a escuchar muchos podcasts para aprender inglés.

(Aunque, como tú sabes, el inglés y yo somos muy buenos amigos).

Esta breve incursión en el mundo del aprendizaje del inglés me ayudó a refinar un fonema que yo no sabía que no conocía, la schwa (se pronuncia /shuá/ y se transcribe ə , como una e al revés).

La schwa es no solo la vocal más común del idioma inglés, sino su sonido más frecuente. Y, curiosamente, el acento nunca cae una ə:

Quiero ser una schwa, nunca está acentuada /
Quiero ser una schwa, nunca está acentuada / «estresada»

Es decir, que cada vez que nos exponemos al inglés hablado, escuchamos una gran cantidad de schwas. Siempre y cuando estemos preparados para hacerlo, porque de otro modo, las filtramos y las asimilamos a otras vocales que sí podemos escuchar o, como es muy común que suceda, las «forzamos» a la letra que vemos escrita.

Es decir, si leemos «pencil» obligamos a la segunda vocal, que en realidad es una schwa, a que suene como «i», porque dice pencil

Todo lo anterior es lo que me pasaba hasta que dejó de pasarme.

Entra la schwa

Como seguramente sabes si te preocupas por escuchar sonidos de otras lenguas y/o por mejorar tu pronunciación y/o si simplemente te gusta la fonética, tiene que haber ciertas condiciones para que un sonido nuevo realmente entre a tu sistema fonético.

Es decir, tienes que decirle a tu cerebro:

Hey, pon atención, este sonido nuevo suena como una j pero que en realidad es una h y se pronuncia como si echaras vaho a un espejo, pero sin abrir tanto los labios, y haciendo que vibren las cuerdas vocales pero no tanto. Ahora practícalo mil veces. Bien. Ahora estás listo para escucharlo. Aunque probablemente solo en algunos contextos.

Algo así fue lo que hice con esta vocal.

El primer lugar donde lo escuché fue en este episodio del podcast Go Natural English y mi cabeza explotó. ¡¿Eso existe?! Al principio era solo un concepto teórico, no podía identificar a la schwa.

La repetía varias veces, la intentaba oír, y sentía que no me salía.

Pero, conforme iba pasando el tiempo (y no fue poco tiempo, durante todo el proceso pasaron unos 2 o 3 meses), pude comenzar a escuchar una vocal rara en algunas frases en otros podcasts que oigo (que no son para aprendices de inglés; podcasts normales).

No se oía tal cual como la imagen acústica que yo tenía de la schwa, más bien era como un sonido que sobresalía, que antes no estaba.

Por eso supe que era la schwa, porque era la única vocal que me había esmerado en aprender a escuchar.

Después, vi este video de Amigos Ingleses:

…y memoricé las frases que ponen a partir del minuto 10:17. Las practiqué hasta que me aburrí.

Después, como no me aprendí todos los contextos en los que la vocal puede estar, a veces me surgía la duda de si llevaba schwa alguna palabra que yo sentía que la tenía. Entonces buscaba en el diccionario la transcripción fonética y la amigable «e» al revés me saludaba o no.

Todo esto fue afinando mi oído y mi intuición lingüística a tal punto que corregí en mi mente la pronunciación del inglés que ya había aprendido, palabra por palabra (de las más comunes, claro está, no pueden ser todas).

Por ejemplo, antes decía /bɑˈnɑːnɑ/ y me entrené para decir /bəˈnɑːnə/ (banana). Antes decía /tuˈmɒroʊ/ y ahora digo /təˈmɒrəʊ/ (tomorrow). Me veía chistosa:

llama linguista
Persona en la biblioteca haciendo sonidos raros / No está loca, solo es un estudiante de lingüística.

Como es lógico, todavía me queda mucho por seguir corrigiendo y puliendo, pero siento que hice un gran avance en mi pronunciación.

Te cuento esto porque fue algo extremadamente divertido para mí, sobre todo porque me recordó (otra vez) que uno nunca termina de aprender una lengua, ni siquiera cuando ya la entiende completamente.

Muchas personas no comprenden el inglés hablado porque su cerebro no tiene registrados los sonidos (y por lo mismo, no pronuncian tan bien como les gustaría, lo que hace que sus interlocutores no los entiendan cuando hablan).

Sin embargo, este no era mi caso, porque como entiendo todo lo que oigo* no me había dado cuenta de que no escuchaba la schwa.

*excepto si hablan en dialectos.

En resumen:

  1. Para adquirir un sonido nuevo, lo primero que tienes que hacer es saber que existe. Si se trata del inglés, hay miles de podcasts y videos en los que te explican todos y cada uno de los fonemas de esta lengua. Si se trata de otra lengua, quizá no haya tantos, pero estoy segura de que puedes encontrar materiales.
  2. Repítelo hasta que te sientas ridículo. Contrástalo con los otros sonidos que antes creías que eran. Vuelve a escucharlos y practícalos mientras escuchas alguna grabación de ese fonema (es decir, para que se oiga al unísono el mismo fonema).
  3. Escucha mucho inglés hablado hasta que salte un sonido raro que antes no escuchabas. Seguramente es el fonema que acabas de aprender. ¡Esto es muy buena señal!
  4. Si lo necesitas, busca la transcripción de algunas palabras en el diccionario para confirmar tu intuición.
  5. Sigue practicando palabras y frases enteras hasta que se vuelva automático. Si es tu caso, hazlo también para corregir la forma en la que solías pronunciar antes.
  6. Felicidades, has adquirido un sonido nuevo.

Y tú, ¿has aprendido recientemente un sonido nuevo? ¿Cómo le hiciste? Cuéntamelo todo en los comentarios

Estimados ciudadanos: dejen de querer cambiar el diccionario

Ya van varias veces que veo que alguien se queja amargamente de que—¡agh!—el diccionario está mal en su definición de algún término.

Hay quienes hacen peticiones para que los diccionarios cambien las descripciones del significado de las palabras, como el caso de la palabra «success» en la Strayer University.

Dejando de lado la seguramente buena intención que tienen estas personas, escribo sobre esto porque me parece absurdo y porque, sobre todo, demuestra que existe muy poca comprensión sobre qué son y cómo funcionan los diccionarios.

Ahora bien, yo no soy lexicógrafa (es decir, no me dedico a hacer diccionarios), pero tengo claras un par de cosas por mi formación en lingüística.

dictionary

1. Los diccionarios no nos enseñan a hablar. 

Muchas personas creen que las palabras que usamos todos los días salen de los diccionarios y de las Academias de la Lengua, pero no es así. Nuestros padres nos enseñan a hablar. Nuestra cultura nos enseña las definiciones de las palabras.

Si el diccionario marcara cómo hablar, «torta» significaría lo mismo en México y en España por el simple hecho de que son los mismos sonidos en el mismo orden, y simplemente no es así. Cada cultura llena las palabras del significado que le conviene y así se transmite de generación en generación.

2. Los diccionarios son posteriores a los hablantes. 

Un diccionario bien hecho (porque no todos están bien hechos) registra la forma en la que las personas hablan. Es decir, los lexicógrafos escuchan cómo se usan las palabras y con base en ello redactan definiciones para que cuando un extranjero, o una persona que nunca ha oído una palabra la escucha por primera vez, pueda saber qué significa.

Si la definición de una palabra cambia con el uso (y el uso es el rey cuando de una lengua se trata), los creadores del diccionario entonces tienen el deber de registrar esa evolución del significado de la palabra, pero no necesariamente «cambiar» la definición, sino añadirla abajo. Hay palabras que tienen dos o muchas definiciones porque tienen dos o muchos usos.

3. Pocas personas usan los diccionarios monolingües. 

La idea detrás de estas campañas para modificar la definición de una palabra surgen de la idea extraña de que quienes van a usar una palabra (sobre todo si es tan común como «éxito») buscan antes su significado y después la usan. No inventen. ¡Nada podría esta más alejado de la realidad!

En términos generales, las personas que buscan palabras en un diccionario de su lengua materna son muy pocas y, de cualquier forma, lo usan a posteriori, esto es, ya que han usado la palabra 10 millones de veces y solo cuando necesitan la definición para escribir un ensayo o algo por el estilo.

Un hablante común y corriente difícilmente va a buscar la definición de una palabra frecuente en el diccionario para usarla cotidianamente.

No sé muy bien de dónde sacaron que «90% of Americans associate success with happiness rather than “the fact of getting or achieving wealth, respect, or fame,” which is the current Merriam-Webster definition of success«. ¿En serio?

Y aun si así fuera, «happiness» tendría que ser una definición MÁS de «success«, dado que tanta gente está comenzando a considerarlo así, según ellos.

Entiendo la idea detrás de la campaña. Entiendo que parte de una necesidad de redefinir el éxito porque la gente es muy exigente consigo misma, y todo eso.

Pero cambiar la definición del diccionario (suponiendo que los lexicógrafos de Merriam-Webster cedan ante la presión o también estén de acuerdo) no va a hacer nada para que la gente deje de asociar el éxito con la riqueza, el respeto o la fama. Para eso se necesitan siglos de evolución del inglés.

Si quieren que eso pase, van a tener que ser mucho más pacientes de lo que lo están siendo, pues será un cambio paulatino que se dé en la percepción de las personas.

Y, además, las nuevas ediciones de los diccionarios tardan mucho tiempo en salir a la luz. Para que esté bien hecho, un diccionario debe ser trabajado durante varios años por lo menos. 

Sí, la lengua cambia y está evolucionando todo el tiempo, y es seguro que la definición de «éxito» está evolucionando al ritmo de la cultura (tan es así que estos señores de la universidad lo están sintiendo), pero eso no significa que al modificar un diccionario que pocas personas leen se vaya a generar un cambio social o cultural.

Y, por si fuera poco, eligieron una palabra exageradamente subjetiva. Cada quien, aunque no sea consciente, define a su manera el éxito. Algunas personas nunca se van a sentir «exitosas» a menos que ganen su primer millón de USD, mientras que para otras el éxito reside en tener suficiente tiempo para ver a sus hijos crecer.

Además, la definición que le demos al éxito va cambiando conforme cada persona crece y conforme cambian sus circunstancias. Alguien que quería mucho respeto, por ejemplo, se da cuenta de que se siente muy solo en esa cima y decide que ahora será exitoso cuando sea parte de una comunidad de pares.

Miren, yo entiendo. Está muy bien que la gente le avise a los lexicógrafos que las definiciones de una palabra han evolucionado. Pero no es como que ellos no se hayan dado cuenta. Los lingüistas son personas obsesionadas con el lenguaje. Todo el tiempo están escuchando cómo habla la gente, no pueden evitarlo. Y más si a eso se dedican (!!!).

No digo que los creadores de diccionarios sean personas perfectas, son humanos que se pueden equivocar y que seguramente lo hacen, pero definitivamente podemos confiar en que están haciendo su trabajo y que si un hijo de vecino que no sabe mucho acerca del lenguaje se está dando cuenta de que el uso de una palabra está cambiando, los lexicógrafos y otros lingüistas también se están dando cuenta, pues su formación lo fomenta. (Y además les gusta hacerlo).

Pero bueno, el punto es que dudo mucho que cambiar la definición de un diccionario sirva de gran cosa para el cambio social. Puede influir, como cualquier otra cosa, pero realmente creo que no debe ser el centro de una campaña.

En mi opinión, hay varias causas mucho más importantes y urgentes que necesitan todas esas firmas.

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Foto de Steve James

El Genio del idioma (Reseña)

Álex Grijelmo, El Genio del Idioma, Taurus, 2004, 257 pp.

Cuando leí el título de este libro por primera vez, de inmediato pensé en un genio que sale de una lámpara, un ifrit, un ser que cumple deseos con trampa, en fin, algún tipo de divinidad tutelar.

Y, en efecto, dentro de las páginas de este libro se revela a un ser como aquellos del mito, que tiene su temperamento y vive indefinidamente; siendo la única diferencia que no se le tiene confinado dentro de una lámpara, sino dentro del idioma, pues es el genio de la lengua española.

El genio de la lengua es el espíritu manifiesto de aquellas reglas casi tangibles sobre las cuales se ha formado el lenguaje español, pues pareciera que fueron establecidas por un alguien desde el momento en que el castellano se alejó del latín y comenzó a hacerse de una identidad propia.

Gracias a esta identidad, los hablantes podemos formar frases nuevas intuitivamente, añadir nuevos términos a la medida necesaria y explorar el acervo de nuestra lengua mientras él toma las decisiones definitivas de cesar o permitir los cambios al largo plazo.

Grijelmo nos ejemplifica los diversos métodos del genio, desde cómo trata a las palabras extranjeras (sean préstamos, calcos, adaptaciones o falsos amigos) de las que hacen uso los hablantes, hasta su modo discreto de adaptar términos a la nueva época electrónica (como cuando “colgamos” el teléfono aunque este sea portátil y no se ponga en la pared )

De la misma manera nos presenta las diversas cualidades del genio, pues este es analógico, ordenado, conservacionista, melancólico, sencillo y preciso, entre otras cosas; y todo lo anterior se antepone al comportamiento natural del idioma a través de los siglos y se condensa en el libro con acertadas analogías.

Un ejemplo del trato que se le da a las cualidades del genio es el siguiente, que habla de su conservacionismo:

“El espíritu conservacionista le llevó al genio a proteger las palabras propias, los árboles y los animalillos  con los que había crecido en su bosque. Por eso le molestan los extranjerismos a los que corresponde un equivalente al español: por que pisan las palabras autóctonas hasta secarlas. No sólo eso, sino que dejan sin agua también a algunas de los alrededores. Los extranjerismos tienen la puerta abierta si traen frutos nuevos. Habrán que acomodarse, eso sí, a las características de este bosque, usar el mismo riego y vivir de la misma savia.  De otro modo, sencillamente no le gustan,” (p. 98)

También nos presenta lo significativo que es el genio en quienes más influencia tienen en el idioma:

“No deja de tener importancia este hecho: fueron los analfabetos quienes crearon nuestra lengua, poseídos por el genio del idioma. Y todavía hoy, las clases menos cultivadas siguen teniendo una intuición formidable de la lengua que hablan, en la que sólo yerran cuando abandonan sus acervos léxicos para adentrarse en aquellos que le resultan ajenos. El genio sigue en ellos. Como ha escrito Eugenio Coseriu, lo que el hablante ingenuo piensa de su lengua es decisivo para su funcionamiento” (p. 55)

El atractivo de este libro radica en la flexibilidad con la que se ha realizado una analogía que cubre por completo los temas que se tratan, y esto no es algo que deba tomarse a la ligera, pues Grijelmo lo ha hecho de una manera satisfactoria y no titubea en abarcar la historia de nuestro lenguaje con su mitología.

Recorrer las páginas de este libro fue como unir los puntos que finalmente forman la silueta de un alguien quien pareciera estar presente en cada lenta resolución que se ha llevado a cabo en nuestro idioma, y sin duda nos hace notar lo extraño que es que no exista, en realidad, una sola entidad quien toma decisiones por nosotros y nuestro hablar.

Pero honestamente creo que será difícil el no pensar en que el genio está presente cuando las palabras caigan en desuso y nuevos vocablos emerjan al pasar de los años, pues este libro pinta una convincente imagen de un genio que está a cargo de la lengua.

Aun si la idea del genio te parece ridícula, te recomiendo que lo leas, pues su contenido no se diluye si dejamos aparte al genio; y es un sólido e intrigante título que te dejará pensando, quizá, en tus propias analogías.

 

Genaro Martínez