Tienes que (querer) hacer el ridículo

Sentir que uno ha hecho el ridículo es algo muy, muy incómodo. Yo lo he vivido. He hecho el ridículo decenas de veces… y contando.

Pero es posible acostumbrarse. Puedes tranquilizar a tu mente: no eres ni serás el único que se equivoque enfrente de mucha gente, o que diga algo que no pretendía ser cómico. Es parte de ser un humano social viviendo una existencia humana.

¿Una prueba? Tú también te has reído (¿o burlado?) de alguien que dice algo involuntariamente gracioso.

A fin de cuentas, de lo que se ríe la gente no es de ti, sino de lo que dijiste. Claro que está relacionado, pues te voltean a ver cuando lo hacen, pero se trata de algo más bien inocente: tú no eres lo que haces.

Una mujer que hace algo grosero no es una grosera todo el tiempo (seguramente a veces también hace cosas tiernas con sus hijos), así como alguien que hace algo ridículo no es un ridículo todo el tiempo. Los seres humanos hacemos cosas ridículas, tontas, inteligentes, impresionantes, imprudentes… pero somos mucho más que nuestras acciones.

En el momento en que entiendas que el ridículo es no sólo parte de la vida, sino parte del aprendizaje de cualquier cosa, y a medida que te des cuenta de que la vida sigue y después ya prácticamente nadie se acuerda, entonces serás casi invencible.

Tal vez no me creas, pero llega un momento en que, si se lo propone, uno comienza a dejar de identificarse con lo que dice, con las lenguas que habla, con el trabajo que le costó aprender tal o cual construcción gramatical, y entonces el miedo al ridículo desaparece. O por lo menos se reduce considerablemente.

Si alguien se ríe de ti, ríes con él. Si alguien te corrige, te da gusto (y no te lo tomas personal).

La verdad es que sí da risa…

Recuerdo que una vez, hace unos años, yo llegué al centro de lenguas donde estudiaba francés y como llegué temprano, el profesor de español hizo que el austriaco que estaba estudiando español con él practicara conmigo. El extranjero tuvo la desgracia de decir: «Mucho gusta» en vez de «Mucho gusto».

¿Qué hubieras hecho tú? Yo me reí. Pero no es que me haya burlado de él: se veía que le costaba mucho trabajo. Y entonces, como yo era demasiado joven para entender muchas cosas, me seguí riendo, pero—lo juro—no era para que él sintiera que estaba haciendo el ridículo y se fuera a su casa pensando que era un fracaso para el español, sino porque, en ese momento, lo que yo creía era que estaba denotando alegría y un ambiente casual, y que eso lo animaba.

Ahora ya sé que se agradece más hacer un esfuerzo por no reírse.

La anécdota anterior fue para mostrarte que, a veces, si la gente se ríe de ti, no es DE TI. Es de lo que dijiste, o de lo que pensaron que dijiste, no de tu esencia, ni de tus principios, ni de tus talentos y cualidades. Ni siquiera de tus defectos.

En fin.

No le tengas tanto miedo al ridículo. Sí, uno se siente mal cuando todos lo ven raro, pero si uno simplemente lo deja pasar (en vez de repetirse mil veces «¡Maldición, hice el ridículo, hice el ridículo y todos se rieron de mí y ya no me respetan!»), se olvida a la misma velocidad que a los demás. (Tienen cosas más importantes en que pensar, créeme).

En el fondo, a lo que le tememos es a que nos excluyan de la tribu social, de quedarnos sin contactos y morirnos de hambre y frío (sí, seguimos reaccionando como hombres y mujeres de las cavernas).

Sin embargo, recuerda que aunque es muy importante, muy útil y muy agradable, no es indispensable para sobrevivir en este mundo moderno que todas las personas que conoces te aprueben y te adoren y te aplaudan. Puedes soportar (como seguramente has hecho varias veces en tu vida) el que algunas de ellas tengan o hayan tenido una opinión no taaaan favorable de ti.

Te deseo que el miedo al ridículo no te detenga tanto para practicar con otras personas.

Hazte a la idea de que se van a reír de las inevitablemente imperfectas palabras que salgan de tu boca y que no vas a dejar que te afecte: es parte del camino al perfeccionamiento, para que después ya no pase. Tal vez al final ni siquiera ocurra, de cualquier forma.

Si quien se ríe de tus construcciones agramaticales es un grupo de personas, piensa que la risa tiene la virtud de romper la tensión y de producir sustancias que hacen que te sientas más cercano a las personas que ríen contigo. Es como si te dieran una bienvenida. (Incómodo, sí, pero al fin y al cabo es mejor causar risa que aversión, u otro tipo de emociones desagradables).

Por último, aprende a reírte de ti mismo. La verdad es que sí da risa…

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8 comentarios en “Tienes que (querer) hacer el ridículo

  1. Lorena

    Excelente post! Me identifico demasiado. He hecho el ridículo y me lo recuerdo cada vez. Por lo general siempre paso desapercibida y tengo fama de ser analítica, inteligente y demás… Fue una de las pocas ocaciones donde pase pena delante de más de 70 personas… Solo espero que esa pequeña acción no influya tanto en mi vida. Gracias Georgina por tu post, la verdad, es bastante útil y justo lo que buscaba leer. Saludos.

    1. Georgina

      Me da mucho gusto, Lorena. No creo que algo pequeño influya demasiado en tu vida.
      Muchas gracias por comentar y por recordarme que había escrito esto, pues es algo que necesitaba escuchar.

  2. Pan Lvnae

    Y esto no aplica sólo en las lenguas, sólo si perdemos el miedo a fracasar lograremos el éxito en cualquier cosa.
    Maravilloso post (:

  3. A mi me pasan cosas encontradas con el ridiculo.Me gustan mucho las cosas ridiculas,,o mas bien las cosas absurdas, y las cosas absurdas a la mayoria de la gente les parece ridiculas,D vez en cuando me gusta hacer el ridiculo, pero sabiendo que lo estoy haciendo, por ejemplo en as fiestas cuando todos estan bailando una coreografia yo hago otros pasos ridiculos o me gusta hacer el payaso,pero tambien me pasa que tengo como un trauma no superado, lo que pasa es que cuando chica a mi me molestaban en el colegio y viví con un odio al colegio por eso, me volví timida y retraida, hasta que salí del colegio y todo ese tema quedó atrás, pero de vez en cuando hay situaciones que me hacen sentir de la misma manera en la que me sentía en esa epoca y me carga, me gustaría reirme más, de hecho mi pareja me dice lo que dices tu, eso de dejar de identificarse con lo que uno dice, me encantaría poder lograrl, él se ha esforzado en hacerme cambiar eso, me dice bromas pesadas para que entienda que son solo palabras y que es bueno reirse de uno mismo, como que yo tiendo a enojarme yel me dice¿ves? por eso te molestaban, en cambio si no me enojo no pasa nada, en fin espero superarlo alguna vez por completo

    1. Georgina

      Hola, Stella

      A mí también me molestaban en la escuela cuando era niña. Yo también aprendí que si uno no cae en las provocaciones las puede evitar en mayor medida, pero eso nunca va a hacer que a uno le gusten las bromas pesadas. Te entiendo cuando dices que te gustaría poder reírte más… quizá algún día resulte algo natural.

  4. Uy, me equivoco tantas veces que si me preocupara hacer el ridículo no podría abrir la boca. Pero sí que es cierto que cuando tenía doce años o así esta sensación sí que me echaba para atrás a la hora de hablar otras lenguas. Cuando veo a otras personas que les pasa lo mismo, para comprenderles trato de pensar cómo me sentía yo por aquel entonces… es como si una fuerza superior a ti te impidiera empezar la frase más simple. Qué cosas.

Vamos, di algo...