Cómo perdí el miedo a hablar inglés

Durante varios años, no hablé inglés a pesar de que ya sabía inglés.

Si has estudiado (en mayor o menor medida) esta lengua toda tu vida, como muchas personas en países de habla hispana, seguramente entiendes a qué me refiero.

Tienes toda la gramática en la cabeza, entiendes lo que escuchas y lees, hasta encuentras errores en posts de Facebook escritos en ese idioma, pero no lo usas mucho que digamos para hablar-hablar.

Yo estuve así muchos años, hasta que me empecé a obsesionar con los blogs por ahí del 2010. Hasta creé uno, el que estás leyendo, hola.

Los que leía eran escritos por personas de Irlanda, Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Australia. Y aunque empecé leyendo a Benny, el políglota irlandés, poco a poco los links me comenzaron a llevar a páginas de coaches y gente por el estilo que ya no tenía nada que ver con los idiomas.

Algunos de ellos, en diferentes ocasiones, ofrecían sesiones gratuitas para que conocieras sus servicios, por ejemplo, o para que averiguaras si eras un buen match con su forma de trabajar.

Yo las tomaba porque de verdad me interesaba genuinamente eso. Y hablaba inglés como efecto secundario.

Las primeras veces me ponía super nerviosa y me daba cuenta de que no me entendían bien. Una vez, quise decir “medicamentos” y dije drugs porque en ciertos contextos así se dice, pero por una mezcla rara de sociolingüística y dialectología, acabé dando a entender que me drogaba, cosa que no hago ni me interesa.

Poco a poco, y a lo largo de todos estos años, he ido participando llamadas (casi todas por Skype) de infinidad de temas, individuales y grupales, en cursos, conferencias, webinars, y decenas de horas de interacciones con personas de habla inglesa, de muchos lugares del mundo.

Cuando menos me di cuenta, ya no me sentía nerviosa. Ya no me encontraba en situaciones vergonzosas. Ya hasta podía hacer bromas y la gente se reía.

Cuando eran llamadas grupales, empezaba a escuchar cómo decían “As Georgina said…”, y me llenaba de emoción y felicidad que otra persona no solo comprendiera mi mensaje sino que hiciera referencia a él.

Debo confesar que me hice adicta a esa sensación.

A poder decir:

yo
hablo
inglés

y la gente me entiende

siempre había soñado esto

Disculpa

Al principio, antes de empezar a hablar, decía —como para sentir que estaba evitando burlas o algo parecido—: «Perdón, es que el inglés no es mi lengua materna».

Después vi que era totalmente innecesario, no porque hable como nativa (creo que me acerco mucho pero dudo que alguien pudiera confundirme con una estadounidense, por ejemplo) sino porque cuando no lo decía, nadie hacía ningún comentario al respecto del tipo: «¡Qué bien hablas!».

(Eso se le suele decir a la gente cuando no habla bien, pero se ve que lo intenta mucho. ¿Lo has notado?).

Como no eran personas con las que estaba hablando para aprender inglés, sino con el fin de usar la lengua como medio de comunicación, no me corregían.

Seguramente te estarás preguntando cómo fui subsanando mis errores si no me hacían correcciones.

La respuesta:

si de algo me sirvió estudiar lingüística durante más de cuatro años, además de toda la experiencia que he acumulado al escribir este blog y hablar con sus lectores, fue para mejorar mi inglés con una minuciosidad deliciosa.

Yo misma iba usando mis propios métodos y mis conocimientos (sobre todo de fonética) para ajustar los detalles que veía que me faltaban.

Ahora, después de ocho años de hacer eso (y otras cosas más, como literal ponerme a practicar vocales), me siento profundamente confiada cuando tengo que hablar inglés.

Y, obviamente, como es un proceso que realmente nunca se termina, lo sigo haciendo.

¿Mi inglés es perfecto? No.

Ni siquiera mi español lo es. Y estoy bien con eso.

Aun así, busco todas las oportunidades que puedo (no solo en Internet, también en la vida real) para usar mi inglés, porque lo amo y porque me parece maravilloso cada vez.

Creo que es una sensación que nunca voy a dar por hecha en el sentido de decir, Ah sí, hablo inglés pero también duermo todos los días, como sea.

Es algo que me genera endorfinas cada vez que siquiera pienso en ello.

Esto no quiere decir que te vas a tardar ocho años en pasar del estado de “sé inglés pero no lo hablo tan bien” a “hablar inglés es parte inherente de mi vida y lo amo”. Yo no me tardé tanto, en realidad fue mucho menos.

Hay gente que pasa por este proceso en pocos meses cuando tiene gente que le corrija y le enseñe, por ejemplo. Hay gente que se va a vivir a un país de habla inglesa y en semanas lo logra.

Solo te estoy contando mi historia porque así fueron los hechos.

Entonces,

le perdí el miedo a hablar inglés…

Lanzándome a hablar antes de que me sintiera realmente lista.

Aprendiendo a tomarme un poco menos en serio.

Tomando oportunidades para practicar pero no necesariamente con esa finalidad.

Usando mis conocimientos de fonética y lingüística y adquisición de lenguas extranjeras.

Escuchando música, podcasts y entrevistas con devoción fonológica.

Hablando con un montón de gente de varios dialectos del inglés.

Imitando a las personas cuando decían ciertas cosas que no había oído.

Cazando muletillas y copiándolas.

Dejando de pedir disculpas por que el inglés no sea mi lengua materna.

Soltando la idea de perfección.

Atreviéndome a sonar ridícula.

Dándome permiso de cometer errores, incluso frente a otras personas.

Haciendo que no importara cuando se reían (no burlaban) de mí por decir palabras que no eran.

Queriendo mucho hacerme entender y solo dejándome llevar por las conversaciones.

En resumen, el miedo se me fue quitando solo a medida que veía que no se iba acabando el mundo.

Los nervios se fueron reduciendo.

La satisfacción y la alegría tomaron su lugar.

Y ahora sé que eso es accesible para cualquier persona que lo intente con los medios adecuados. No es nada que otra persona no podría hacer. 

Si lo has intentado por tu cuenta o con clubes de conversación en academias y no ha funcionado, tengo un programa llamado Conversation Practicums que te puede ayudar. 

Mi lista de lectura del reto para el 2018

El otro día encontré, sin buscarlo, un reto de lectura para este año de la sorprendente página Librópatas, la cual no tenía el gusto de conocer.

Empecé a leer los 24 puntos que proponen y me emocioné muchísimo. Después, no podía dejar de pensar en ello.

Luego dije, bueno, sólo haré la lista, no creo leer ningún libro de ella. Pero mientras la hacía me iba dando cuenta de que quería leerlos prácticamente todos, y mucho.

Al final me terminé obsesionando y me puse a investigar como loca para crear mi lista de lectura. Y cuando la tenía… lista, casi lloro de lo hermosa que era y quise compartirla.

(Además de que no he podido hablar de otra cosa; ya traigo mareada a la gente cercana a mí).

He aquí mi lista #Retópata18 del reto de lectura de Librópatas para este año.

Róbatela, úsala como inspiración, hazle lo que quieras excepto ignorarla. (Es broma). (Sabes que no).

Notas:

  • No sé si voy a leer todos los libros. En ese sentido, no “entré” al reto. No estoy comprometida, pues. Pero en una de esas sí lo logro.
  • Sí estoy decidida a leer algunos libros, pero no en orden. Empezaré por los que ya tengo en mi haber o los que son muy fáciles de encontrar en pdf (sobre todo porque fueron editados hace mucho tiempo).
  • Si comienzo a leer alguno y no me gusta o me aburre o me distraigo, no me forzaré a leerlo. La vida es demasiado corta como para leer un libro que no me resuena.
  • Puede que mi investigación esté un poco… mal hecha. La hice medio de prisa, en Google y en mis tiempos libres. Tampoco me quise poner tan estricta, por lo que probablemente notes que algunos libros no encajan al 100% en su categoría. Sin embargo, si notas un error atroz, por favor corrígeme en los comentarios de esta entrada.
  • Me compliqué la vida un poco más y decidí que todos los libros tenían que estar escritos por mujeres.
  • Más o menos la mitad son libros de autoras que en mi vida había escuchado, así es que no tengo idea de si me vayan a gustar, o si alguien que sepa mucho de literatura y el famoso canon los consideraría “buenos”. Eso está por verse conforme los lea. De todos modos, no estoy tan casada con el canon. (Ya pasé esa etapa).

Sin mayor preámbulo, he aquí los 24 libros que elegí:

  1. Novela epistolar: Lady Susan de Jane Austen
  2. Poesía de alguien que nació en la Ciudad de México: Poesía no eres tú, de Rosario Castellanos
  3. Novela ambientada en Grecia: La curandera de Atenas, de Isabel Martín
  4. Novela que transcurre en Navidad: Silent Night, de Mary Higgins Clark.
  5. Libro en el que esté basada una película que ya vi: Victoria & Abdul: The True Story of the Queen’s Closest Confidant, de Shrabani Basu
  6. Novela clásica de detectives: The golden slipper, de  Anne Katharine Green
  7. Novela río: Homegoing, de Yaa Gyasi
  8. Literatura árabe contemporánea: Farewell, Damascus, de Ghada Samman
  9. Con fantasma: Beloved, de Toni Morrison. [Este libro lo intenté leer en inglés, su original, hace no mucho y entré en pánico por el tipo de lenguaje que usa. Quiero hacer una lectura simultánea con la versión traducida al español].
  10. Ensayo científico: Woman: An Intimate Geography, de Natalie Angier
  11. Obra de teatro: Las voces de Penélope, de Itziar Pascual
  12. Libro escrito por una persona famosa en un ámbito distinto a la literatura: Everything to live for, de Turia Pitt
  13. Antigüedad clásica: Poesía de Safo
  14. Ganadora del premio Cervantes: Algunos muchachos, de Ana María Matute
  15. Libro con un triángulo amoroso: Henry and June, de Anaïs Nin
  16. Autora latinoamericana publicada en el 2017: Dicen de mí, de Gabriela Wiener
  17. Novela que originalmente haya sido por entregas: La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe
  18. Libro LGBTIQ: The Color Purple, de Alice Walker
  19. Libro recomendado por un desconocido: AYÚDAME* (Edit: una lectora llamada Nuria me recomendó Mutant Message Down Under de Marlo Morgan, ¡GRACIAS!)
  20. Novela situada en Moscú: Bequest, de Anna Schevchenko
  21. Cómic de la guerra: Persépolis, de Marjane Satrapi
  22. Libro publicado en 1890: Una cristiana, de Emilia Pardo Bazán
  23. Testimonio histórico: Voces de Chernobyl – Svetlana Alexievich
  24. Óscar al mejor guión adaptado: The Little Foxes – Lillian Hellman

* Para el punto 19 necesito que me recomiendes un libro. Lo único que te pido es que esté escrito por una mujer, sea un libro que te guste mucho, y no sea de una autora que ya está en la lista ni que el título se repita en mi página de Libros que me encantan. YA ESTÁ LISTA LA LISTA, pero si lees esto y quieres recomendarme un libro, no te detengas. 🙂

Y para fines prácticos, cuentas como desconocida/o aun si te ubico por tu nombre y tu correo debido a que ya has comentado en el blog con anterioridad. No dejes que eso te intimide.

Si entras al reto, ¡avísame! Nada me gustaría más que ayudarte a conseguir lecturas o darte ideas sobre qué leer.

Gracias de antemano por tus recomendaciones; y ya te iré contando qué hago con los libros.


He aquí la lista original, copiada y pegada de la página oficial:

“¡Aquí están los 24 puntos a cumplir!

  1. Una novela epistolar o una recopilación de cartas.
  2. Un libro de poesía de un autor de tu región.
  3. Un libro ambientado en un país cuya inicial coincida con la de tu nombre (si tu nombre empieza por O, Q, X o alguna otra letra con la que no haya muchos países, te dejamos que escojas la inicial de tu apellido).
  4. Un libro que transcurra en Navidad.
  5. Un libro en el que se haya basado una película que ya viste.
  6. Una novela clásica de detectives.
  7. Una novela río.
  8. Un libro contemporáneo escrito originalmente en árabe.
  9. Un libro en el que aparezcan fantasmas.
  10. Un ensayo sobre un tema científico.
  11. Una obra de teatro.
  12. Un libro escrito por alguien famoso en otro ámbito (diferente de la literatura).
  13. Un libro de la antigüedad clásica.
  14. Un libro de un autor que haya ganado el premio Cervantes.
  15. Un libro en el que haya un triángulo amoroso.
  16. Un libro de una autora latinoamericana publicado en el último año.
  17. Una novela publicada originariamente por entregas.
  18. Una novela LGTBIQ.
  19. Un libro que te recomiende un desconocido.
  20. Un libro ambientado en una ciudad que esté a más de 10.000 km de distancia de la tuya.
  21. Un cómic sobre la guerra.
  22. Un libro publicado 100 años antes de tu nacimiento.
  23. Un testimonio histórico (un libro de tema histórico, pero publicado en un momento cercano al episodio que trata).
  24. Un libro cuya adaptación al cine se llevó el Óscar al mejor guión adaptado.”

Dos mil diecisiete en retrospectiva 3/3

Tradición del blog: escribo recuentos del año tres veces, una en abril, una en agosto y otra en diciembre (esta que lees). Me gusta hacerlas porque tomo una pausa para ver con calma qué ha sucedido y porque mi sabiduría actual le echa luz a mi pasado y siempre me doy cuenta de cosas super útiles. 

Ahora que empezó el año noté que tenía miedo. Miedo al 2018, al futuro, no sé, pero sentía mucho temor en cuanto se acercaba el final del 2017.

Si en tu vida hubo tantos cambios como en la mía, no me extrañaría que tú también sintieras algo parecido: una sensación como de “auch” frente a lo que está por venir.

Hasta Sarah Andersen hizo un comic al respecto:

El tercer cuatrimestre del año, que es lo que en esta entrada me pongo a reseñar, contribuyó mucho a esa sensación. Ahí te va. 

Septiembre

Antes, no le tenía miedo a los temblores. Sentía que la gente que se espantaba mucho estaba exagerando. Ahora ya les tengo mucho respeto. Yo tuve mucha suerte y no me pasó nada grave, pero no puedo decir lo mismo de miles de personas en mi país, sobre todo en la Ciudad de México, Oaxaca, Chiapas, Morelos y Puebla. Fue un mes muy duro, y lo que pasó opacó todo lo demás que hice o pude haber pensado.

Si me fuerzo a recordar, sin embargo, también fue un mes de comunidad y de sentir que pertenecía a ciertos lugares, de hacer clic con ciertas personas a las que no conocía bien y de intentar cosas que me daban miedo. 

Octubre

Yo tenía una idea sobre cómo iban a ser octubre y noviembre. Estaba en esa etapa en la que no puedes evitar hacerte ilusiones cuando sales con una persona y había visualizado / deseado que nuestros cumpleaños, por ejemplo (el mío en octubre y el suyo el mes siguiente) fueran de cierta forma. Mi mente siempre se vuela al futuro, no puedo evitarlo (¿aún?). 

Pero luego la vida me dijo, how about no? y a inicios del mes pasó algo que hizo que todos esos sueños se fueran por la borda. Más bien, yo decidí tirarlos por la borda, porque en el fondo y, si era sincera, en el no-tan-fondo, sabía que era lo mejor para mí aferrarme a ellos. 

Al final fue algo muy bueno para mí porque me di cuenta de muchas cosas sobre la forma en la que me obligo a ser de ciertas formas para sentirme aceptada por los hombres, entre otros patrones de mi pasado que no pude haber recordado de otra forma y que integré un poco más.

Sin embargo, no fue fácil y estuve varias semanas tristeando intensamente y sintiéndome mal por todo lo que sentí que perdí y porque, aunque me alejé de alguien con quien al final hubiera tenido una relación tóxica, había muchas cosas que me hacían sentir muy bien y que me gustaban mucho y que estaba segura de que no iba a poder encontrar en otras personas.

Pero todo bien ya 🙂

Noviembre

Este fue un mes mucho más tranquilo y reparador en el que me concentré más en lo que quería.

Me di cuenta de que me sentía muy desperdigada por todos lados; siempre he tenido 43 proyectos por minuto pero últimamente —supongo que a raíz de todo lo que pasó en el año— muchos de ellos se quedaban en mi mente, es decir, ni siquiera los comenzaba.

Un buen día noté que esto me desesperaba mucho y me di a la tarea de hacer una lista de TODO lo que tenía “en la mesa”, como se dice en inglés, y a tachar las cosas que ya no quería hacer, o aquellas que ya no me entusiasmaban, o que simplemente ya no le veía caso terminar pero seguían haciéndome ruidito en la cabeza.

Y fue bueno; cuando terminé me sentí mucho más ligera, y también me di cuenta de que quería realmente enfocarme a terminar un par de cosas de esa lista.

Una de ellas, un mágico libro-taller (por llamarlo de alguna forma) que había empezado en abril y me había gustado pero dejé porque me distraje. Lo retomé este mes y en las vacaciones de diciembre y me ha ayudado muchísimo, lo recomiendo ampliamente si el tema te llama la atención.  

Diciembre

Le di la bienvenida a este mes con una especie de crisis. Te puedes reír si quieres, pero una de las cosas más complicadas y estresantes a las que me enfrento en mi vida es sacarme lentes (gafas) nuevos.

Si no eres como yo, o ni siquiera usas lentes, probablemente esto te parezca lo más patético del mundo, pero para mí es un drama.

La graduación no me queda, me pesan demasiado, hacen que me duela el ojo, la nariz, la vida. He gastado miles de pesos en lentes que no puedo usar porque no me acomodan, y he ido con optometristas, oftamólogos, todo.

Pues este mes volví a intentar hacerme unos lentes nuevos (por necesidad, sobre todo) y aunque sufrí mucho más de lo que podría creer que fuera legal sufrir por unos anteojos, al final pasé por todo el proceso con mucha conciencia y entendí varios de mis patrones e integré un par de experiencias de mi pasado relacionadas con eso que ya ni siquiera recordaba (o había bloqueado, no sé).

No he resuelto del todo el problema, pero me sorprendí a mí misma mostrándome que no porque algo sea difícil y me cause agobio significa que no tenga solución o que no se puedan encontrar “huequitos” de esperanza en los que se puede hacer mucho.

Me gustó mucho la postura existencial que elegí (no sin hacer berrinche un rato) para enfrentarme a esta situación, muy distinta a la que solía tomar de «Soy la víctima de la vida y no tengo remedio #paquenaci». Muy interesante.

Cosas maravillosas de estos cuatro meses:

  • Tener apoyo para [resolver] sin tener que esperar tanto tiempo los estragos emocionales que los sismos causaron en mí
  • Comer el pastel de matcha más rico del mundo para mi cumpleaños
  • Reiki
  • Karen 
  • El curso del Eneagrama al que fui con mi amiga B hasta el fin del mundo (o sea, muy lejos de donde vivo)
  • Leer un MONTÓN de libros maravillosos, más de los que leí en los demás meses del año juntos
  • Ver señales de progreso al ver cómo me acerqué a conflictos de forma muy, muy distinta a mi “piloto automático”
  • Tener muchísimo más claro qué quiero ser cuando sea grande (ja) y hacia dónde estoy yendo
  • Mindful Eating MéxicoMindful Eating MéxicoMindful Eating MéxicoMindful Eating México
  • Que me invitaran a formar parte de un proyecto en el que quiero mucho mucho estar a pesar de que las demás personas involucradas son bastante mayores que yo
  • Encontrar un lugar donde dan clases de baile en horarios decentes cerca de mi casa (aunque no he ido, pero pronto, pronto)
  • Haber ofrecido las sesiones de Orientación sin morir en el intento 🙂

En resumen,

fue un año de muchísimos cambios para muchísimas personas.

En mi caso, mi vida por fuera se sigue viendo igual, no me mudé de país, ni de casa, mi apariencia no cambió (ni siquiera mi corte de pelo, ja) y sigo haciendo prácticamente lo mismo que en el 2016.

Pero, al menos en mi caso, internamente se generaron muchos movimientos, la mayoría pequeños pero poderosos, que deseaba con mucho ahínco y que sobre todo me trajeron un alivio inconmensurable.

Este año estuvo muy “sobado” por mí en el sentido de que hice varias formas de recuentos porque quería sacarle todo el jugo y toda la riqueza que sabía que había tenido, así como recordar cosas que sentía que habían sido antes (y no, fueron en [marzo / mayo]).

Hice listas de cosas que pasaron, de síntomas o enfermedades que tuve (buena información sobre… toda nuestra vida), películas que vi, libros que leí, obras de teatro que vi (muchas menos de las que me hubiera gustado, nota para el 2018), etcétera.

Y dado que encontré esa riqueza que estaba buscando, me dieron muchas ganas de exhortar a las personas (o sea, a ti que lees esto) a que lo hagas también.

No creas que tengo la mejor memoria del mundo, cada mes (me gustaría que fuera diario pero se me olvida porque me cuesta mucho trabajo tenerlo como prioridad durante 365 días seguidos y una vez creé un hábito pero luego las cosas cambiaron y no volví a crear otro) voy escribiendo en una agenda, de esas donde la gente anota sus citas y eso, las cosas que voy viviendo, viendo o sintiendo. No todas, no siempre, pero lo más relevante.

Es decir, lo que quiero recordar para sentir que hice algo con mi tiempo, porque los meses se pasan rapidísimo en general. Y quiero eso para ti. Pero bueno, será tu decisión, yo solo puedo venderte las bondades de hacerlo. 🙂

¿Y tú? ¿Qué aprendiste este año? ¿Qué fue lo que más te gustó de él? ¿Y lo que menos? Cuéntame, no muerdo. 

Soy una persona ansiosa

Hasta hace no mucho (digamos, a principios de este año) me resistía a admitir las señales de que yo era una persona ansiosa.

Era un poco porque temía que, al decirlo en voz alta, se fuera a empeorar. O que al ponerme esa etiqueta (que más bien parece un diagnóstico clínico), no iba a poder encontrar pruebas de otra cosa.

Pero como con cualquier situación que resistimos, cuando dejamos de resistirla se aligera; mencionarlo y dejármelo en claro me dio mucha libertad. Ahora ya no tengo que gastar energía en ocultármelo a mí misma ni a los demás. Soy una persona ansiosa.

Admitirlo me hizo darme cuenta de que era importante hacer algo al respecto. No porque fuera un «deber», sino porque sabía que me beneficiaría. Por eso empecé a meditar, pues había leído que era muy útil para eso (sí lo es).

Gracias a ello, comencé a observar todos los lugares en mi vida en los que existen obstáculos relacionados con la ansiedad.

Por ejemplo, que muchas veces no me doy permiso de hacer las cosas que quiero porque hacerlas me genera mucho estrés y siento como si no valiera la pena pasar por eso.

O que a veces realmente la vida es un poco más difícil para mí que para las personas que son más «zen» por naturaleza. Y que tal vez toda esta ansiedad es una respuesta sana en mundo que, tristemente, no está tan sano.

Empecé a notar las actitudes y acciones que aumentan mi ansiedad (no dormir bien, dejar que me dé mucha hambre, alimentar un pensamiento negativo hasta volverlo catastrófico, identificarme con ella y pensar que TODO lo que soy yo es la ansiedad, lo cual no es cierto).

Vi esas conductas también en mi mamá, que mitad me modeló y mitad me heredó la mayoría de ellas. Y comencé a tenerle compasión, porque sé que no empezó con ella. Alguien se lo heredó y se lo modeló, y a esa persona también, quién sabe cuántas generaciones atrás.

También puse atención en las cosas que me ayudan a reducir la ansiedad. Dejar de ver las noticias (sobre todo las de este año, qué pedo). Estar menos tiempo en redes sociales o por lo menos dejar de seguir cuentas que no ayudan.

Respirar, estar en mi cuerpo en vez de en mi mente, dejarme sentir el miedo. Concentrarme totalmente en lo que estoy haciendo a cada momento. Escribir, bailar, leer literatura. Pensar en que yo no soy la ansiedad, soy mucho más que eso aunque la contengo.

Acostarme en el piso boca arriba por unos 10 minutos y permitirme sentir lo que siento, aunque sea incómodo. Ir a terapia. Identificar mis pensamientos y darme cuenta de cómo me hacen sentir. Evitar aislarme porque eso solo lo hace todo peor  (t-o-d-o).

Saber que soy una persona ansiosa me permitió entender que tenía que cuidarme a mí antes que a los demás cuando la tierra se movió el mes pasado. Que me iba a tardar un bueeeen rato en tranquilizar a mi sistema nervioso, quizá un poco más que los demás.

Que necesitaba poner mucha atención en lo que hacía para cuidarme a mí misma, que me iba a costar trabajo dormir y que tenía que poner mucha atención en lo que me pedía mi cuerpo porque no hacerlo iba a empeorar las cosas.

Comprender todo lo anterior me hizo predecir que, a diferencia de lo que se supone que debería ser según las verdades absolutas que hemos aprendido en las películas, me la iba a pasar francamente mal al inicio de una relación en la que estuve. Demasiada incertidumbre para mi sistema.

Me ha permitido practicar la compasión hacia mí misma. No es fácil, nada fácil, pero creo que voy mejorando. Estoy aprendiendo a aceptar esa parte de mí y poder decir, así soy, y no me avergüenzo aunque la sociedad entera está empeñada en hacernos creer que lo único que te convierte en un ser humano valioso es una salud mental (y física también) perfecta. (No lo es. Also: ¿eso existe?).

Es lidiar con el estigma y con la opresión. Con los consejos no solicitados acerca de qué debería o no hacer. Con la gente que no entiende y dice cosas como «¡Relájate!» o «No te preocupes». JAJAJA.

Aunque no me gusta tanto, ver que soy una persona ansiosa también me da razones para exigirme cambiar y perfeccionarme y mejorar. Me ha hecho ser un poco cruel y hasta violenta conmigo misma.

O enojarme y decirme que no debería ser así, sobre todo cuando veo que mi ansiedad me hace pasármela mal en algún momento en que otras personas se ven estúpidamente felices. Sí, me hace compararme con los demás. Y, sobre todo, me hace juzgarme a mí misma.

Pero también veo todo lo bueno que viene de ello. Y sobre todo, las cosas que he aprendido y sigo aprendiendo. Veo que si no fuera tan miedosa no sería tan valiente. O que si me fijo en el progreso que he tenido, siento esperanza en que quizá lo que ahora me abruma en algún momento será parte de lo que me parezca normal.

También pienso que mi forma de ser incluye cosas positivas, que me gustan mucho de mí, y cosas no tan agradables, como la ansiedad; viene todo junto en el mismo paquete, y para dejar de tener las no agradables necesitaría no tener las positivas.

Me ha ayudado mucho comprender mi personalidad, y ver que todas las personas que la compartimos somos así. Unas más, y otras menos, claro está, pero tenemos eso en común. No estoy sola en eso, sé que un montón de gente me entiende y yo las entiendo 🙂 (…aunque lo intenten ocultar porque está estigmatizado y «mal visto»). (Fuck that shit).

Era importante para mí hablar de esto porque he visto que existe mucha presión en torno a las personas que tenemos blogs, sobre todo cuando hablamos de los temas de los que yo hablo, como de que tengamos la vida resuelta, o que seamos felices todo el tiempo, o ese tipo de cosas.

Lo que yo he notado con las personas que sigo es que me ayudan mucho más si se muestran como realmente son, en toda su humanidad, a que si intentan poner una cara de perfección y Photoshop.

Soy una persona ansiosa, eso no me define y soy muchas más cosas también.

¿Y tú?

Si quieres comentar, ten en cuenta que se necesita ser vulnerable para hablar de estas cosas y que muchas veces no es tan fácil. Y, sobre todo, que no necesito ni deseo leer consejos de ningún tipo.

Puedes compartir tu historia con la ansiedad (si es el caso) o escribir de lo que te diste cuenta sobre ti mientras leías esta entrada.

Gracias por leer y hasta la próxima.

Dos mil diecisiete en retrospectiva 2/3

Tradición del blog: escribo recuentos del año en curso tres veces, una en abril, una en agosto (esta que lees) y otra en diciembre. Me gusta hacerlas porque tomo una pausa para ver con calma qué ha sucedido y porque mi sabiduría actual le echa luz a mi pasado y siempre me doy cuenta de cosas útiles. 

Debo confesar que se me andaba olvidando que a finales de agosto corresponde hacer esta segunda parte de la retrospectiva del año.

Eso, y que también siento mucha resistencia a revisar o repasar los últimos meses. La verdad no entiendo muy bien por qué, pero es como si me diera miedo encontrar cosas que ya había medio bloqueado o negado.

Siempre me sorprende lo mucho que olvido cosas que en su momento parecían lo más grande o importante de mi vida (y bueno, en cierto sentido lo eran porque constituían mi presente).

Eso solo me recuerda que todo pasa, lo «bueno» y lo «malo», nada permanece.

Bueno, ya.

Mayo

Este fue uno de esos meses raros donde pude concentrarme muchísimo en un proyecto. Todos los días, hasta los fines de semana, trabajaba en él, pero no porque me forzara, sino porque había tomado un ritmo hermoso.

Al mismo tiempo, fue un mes en el que sentí que había progresado mucho en un [tema en específico que he venido arrastrando prácticamente toda mi vida] y después… no, lo cual fue muy fuerte para mí porque volví a visitar esas temibles cavernas de mi mente que tienen escrito en las paredes: «Nada de lo que has intentado funciona».

Sin embargo, ahora que lo veo con distancia, fue realmente un mes en el que se gestaron muchas cosas muy buenas que ahora estoy disfrutando. Pero vaya que fue difícil.

Junio

En junio escribí el primer cuento que he escrito en mi vida motu proprio. Soy mundialmente famosa por no poder escribir ficción pero este cuento fue especial. No, no lo puedes leer (¿aún?). Quizá en un par de años.

Es sobre algo muy fuerte que estuvo a punto de pasarme pero no pasó y recurrí a la ficción para sacarlo de mi sistema. Amé (re)encontrarme con la parte de mí que encuentra un valor muy grande en la literatura.

En otro sentido, mi cuerpo resintió mucho este mes. Parte de lo que escribí arriba, sobre cómo estaba logrando proyectear a un ritmo agradable, etcétera, mi mente lo convirtió (algo que me pasa mucho) en un deber y en una meta y en una razón para exigirme resultados a mí misma.

Este es un patrón muy arraigado en mí, que no me sirve mucho que digamos, pero que está presente. Este mes me enfermé del estómago nivel antibiótico y me torcí el tobillo cayéndome en un hoyo en la calle bajo la lluvia, por mencionar sólo lo más aparatoso.

Aquí también comencé otra vez desde cero a meditar porque lo había dejado porque si no no sería yo. Intenté darle mil vueltas a no pagar la app de Headspace en los meses anteriores, buscando alternativas y todo eso, pero nada la supera. De verdad vale la pena, al menos para mí, y cada peso pagado tiene sentido, al menos para mí.

En resumen, siento que en junio aprendí lecciones que no había aprendido en años y tomé un montón de riesgos que no me había atrevido a tomar antes.

Además, terminé un curso que había comenzado a tomar hace más de dos años (¿o eran tres?) y eso siempre ayuda, como que se pone en movimiento la energía o algo así.

Julio

Empecé este mes un poco destanteada porque hice un pequeño viaje y eso siempre me desorienta. Pero esa falta de oriente (sic) no se comparó con lo que sentí como a mediados del mes, cuando una coach me hizo ver algo que de verdad no quería ver; es más, que llevaba años ignorando casi activamente porque dolía.

Fue uno de esos momentos fundamentales en la vida que son como un turning point, un antes y después, en los que ya no puedes seguir fingiendo que la realidad no existe y enfrentarse a ella DUELE UN MONTÓN.

Claro que al final fue lo mejor que me pudo haber pasado en lo que va del año, pero estuve en una crisis bastante fuerte un par de días.

Este mes mi cuerpo también sufrió considerablemente por un [desequilibrio] persistente que me generaba mucho malestar. Y luego fue el Jiu Jitsu. 😀

Fui a un par de clases de este arte marcial japonesa gracias, de hecho, a una lectora de este blog (¡hola, P!) y fui profundamente feliz por dos días. Después mis músculos sufrieron mucho por otros dos días pero valió la pena.

En julio también hubo un cambio bastante grande en mi vida que hizo que muchas cosas cambiaran y ahora que lo veo con los sabios ojos del futuro, me doy cuenta de que realmente no me di la oportunidad de dejar ir lo que fue y darle la bienvenida a lo que es, lo cual tiene que ver con que no le quise dar mucha importancia (pero sí la tuvo y la tiene).

Julio marca el mes en el que me abrí un poco más a sentir y a recibir la vida más como es y menos como yo creo que tiene que ser. Sobra decir que no es fácil, pues por algo (o muchos algos, en realidad) me he aferrado durante toda mi vida a querer controlar todo lo que pasa.

En fin.

Agosto

Creo que parte de aquello por lo que me resistía a hacer esta retrospectiva era este mes. Ay, agosto, ¿qué onda contigo? Si agosto es el mar, yo me quedé atrapada en las olas y me di unos 15 revolcones. Al día.

Leo mis notas y digo «auch por siempre» de todo lo que me pasó, sobre todo a nivel emocional. Es muy largo de contar, pero solo diré que tener apego ansioso is a real bitch y no se lo recomiendo a nadie.

Luego: las lluvias. Ya sé que no me puedo quejar porque cientos de personas han perdido sus pertenencias e incluso hasta la vida por los huracanes, y de verdad lo siento mucho, me gustaría que no fuera así, y mi corazoncito de pollo sufre mucho cuando ve las noticias.

Sin embargo, negar el hecho de que para mí, aun con los privilegios que tengo, ha sido muy difícil (sobre todo emocionalmente) moverme en la ciudad con las lluvias, sería una especie de auto abandono, y eso es lo que menos quiero hacer.

Hola, sí he sufrido y mi sufrimiento es válido aunque haya gente que sufre mucho más que yo. No es una competencia. 

De hecho, hablando de eso, este mes por fin comprendí lo que se siente como La Clave de la Vida: que si logramos validar y presenciar todas las emociones de nuestra(o) niña(o) interna(o), ella o él dejan de sufrir, y por lo tanto, nosotros podemos ser más libres.

Esto ya lo «sabía» intelectualmente, gracias en gran parte al hermoso y sumamente importante trabajo de Bethany, pero por fin lo comprendí de comprender, a un nivel muy profundo.

El resultado de los revolcones en el mar de agosto fue, entre otras cosas, un resfriado, a fin de mes, que se complicó (otra razón por la que publiqué esto casi una semana después del 31) y todo el estrés-por-hipocondria que eso conlleva.


No me deja de sorprender lo intenso que fueron para mí estos cuatro meses, ahora entiendo por qué lo evadía tanto 🙂

Pero me fue muy útil notar todo lo que ha pasado; hasta me di cuenta de que hay cosas que todavía no he procesado muy bien, y sobre todo entendí por qué de repente solo dejé de trabajar en el proyecto al que tanta diligencia puse en mayo.

Cosas maravillosas de estos cuatro meses:

  • Comprar una lata entera de mi té favorito :3
  • Las diosas. El oráculo de las diosas (¡!). Los oráculos aunque no sean de diosas. Ohmygod(dess) esto me hace muy feliz.
  • Dar un salto cuántico para sanar [tema de años que mencioné arriba], algo con lo que, estaba convencida, sentía que nadie me iba a poder ayudar. SÍ ME ESTÁN PUDIENDO AYUDAR, TODO EN ORDEN, GRACIAS MÉXICO.
  • Por fin por fin por fin terminar una relación-no-relación que me desgastaba considerablemente.
  • Aprender y volver a reaprender (sic) a disfrutar la vida. Suena fácil, no lo es.
  • Sentirme agradecida por poder caminar y moverme y tener movilidad (que no es lo mismo), así como por la resiliencia de mi cuerpo y su mágico poder de sanación. ❤
  • Hallar y leer algunos de los maravillosos libros de JSB y todo el orden que le trajeron al caos.
  • Reencontrarme con partes de mí que creía que estaban perdidas o que pensaba que ya no eran mías. (Sí lo son y están vivas).
  • Reunirme con mi profundo amor a la literatura en inglés gracias a bp.com.
  • Conectarme con mi fuerza creativa, poco a poco. Todavía no sé muy bien hacia dónde me quiere llevar, pero puedo sentirla y creo que es una buena señal.
  • Tener los recursos necesarios, de todo tipo, para navegar la vida. Aunque a veces las olas me arrastren un poco, aquí sigo y no he hecho más que aprender y crecer. Y eso es lo que cuenta.

Tu turno. Cuéntamelo todo. ¿Qué aprendiste o cómo creciste en estos cuatro meses? ¿Qué te pasó, qué creaste o qué construiste?

No necesitas escribirlo aquí en público, puedes escribirlo para ti misma. Lo importante es generar una pequeña reflexión sobre nuestros días, pues hay mucha riqueza en ello.

Si te diste cuenta de algo de tu vida al leer sobre la mía, me encantaría saberlo 🙂

Siete años

Uno

No sé qué mosca me picó pero un buen día de hace siete años decidí crear un blog.

Como he escrito en ocasiones anteriores, creo que lo que me permitió hacerlo fue que era muy ingenua y que no tenía tanta conciencia de muchas de las cosas que escribir un blog implicaba.

Sin embargo, esa decisión desencadenó una serie aparentemente infinita de movimientos que siguen y siguen y siguen.

Dos

Cuando yo comencé a escribir este blog no tenía idea de que fuera a durar tanto tiempo haciéndolo, porque soy el tipo de persona que piensa en comenzar muchos proyectos, inicia tres y termina 0.219 (en promedio).

Mucho menos me imaginé que iba a empezar a desarrollar algo así como una forma [innovadora] de acercarme al aprendizaje de idiomas.

Pero es lo que he estado haciendo, para mi sorpresa.

Y digo que me sorprende porque yo no decidí crear esto en el sentido de que no me senté un día y dije: “Voy a hacer lo posible por encontrar una manera de enseñarle a la gente a aprender lenguas que sea como nada de lo que he visto hasta ahora”.

Lo que siento, más bien, es que este tipo de trabajo me eligió a mí para que yo lo trajera al mundo.

Todas mis experiencias, mi muy particular forma de ver el mundo, incluso el país en el que nací y la lengua que me fue dada al crecer (el español) se han ido sumando para crear no solo el blog, sino todas las cosas que he estado construyendo alrededor (el libro, las consultorías, las Anticlases, y todo lo que viene).

Cada entrada que escribo, cada comentario que respondo, cada libro que leo (aunque no tenga, directamente, nada que ver) me van ayudando a descubrir mi aporte a este tema, porque ni yo misma sé qué es ni cómo se va a acabar viendo en unos años.

Este enfoque y el trabajo que hago aquí han tomado vida propia y tienen su muy particular esencia. Este blog me pide ciertas cosas, me rechaza otras, me lleva por caminos que ni yo misma había pensado que andaría nunca.

Se conecta con personas con las que yo, de otra manera, no me pude haber conectado, y saca cualidades mías que no demuestro en otros lugares o en otras áreas de mi vida.

Es una cosa muy rara y profundamente hermosa.

Tres

Seguramente has escuchado hablar de que —en teoría— 10 años son el tiempo que se necesita para ser “experta” en algo.

Si eres como yo, seguramente 10 años te suena como toda una vida, como un periodo después del cual vas a ser otra persona totalmente distinta a lo que eres ahora.

Pero ahora que llevo siete años de escribir aquí veo que en realidad no es mucho tiempo, que lo bueno apenas está comenzando, y ahora entiendo por qué dicen que se necesita tanto tiempo:

Yo, en los primeros 3-4 años realmente no tenía muy clara cuál era mi postura al respecto del aprendizaje de los idiomas. Me sentía como alguien que sólo aportaba su unicidad a una conversación ya gastada.

Ahora no me veo así. Ahora noto cuán distinto está siendo y es mi enfoque, y cuántas cosas me ha tomado llegar a este punto.

Tengo mucha emoción por ver cómo será en tres años esto. Tengo muchas ideas y planes, y realmente espero que se realicen porque me hace muy feliz la idea, pero no lo sé.

Lo único que sé y que puedo hacer es enfocarme en este día, escribir esta entrada, preguntarle a NOL qué necesita de mí hoy y hacerlo, y volver a empezar mañana.

Un día a la vez es lo único que se puede hacer.

Y es suficiente.

Cuatro

Si tienes un proyecto que te eligió para traerlo al mundo, te quiero invitar a que le pongas atención y le des cariño, espacio y tiempo.

Muchas veces nuestras cabezotas se ponen en el camino y nos dicen cosas como «tú quien eres para hacer esto», o queremos verlo de una manera supuestamente práctica y juramos que no tenemos tiempo, etcétera.

Pero si algo he aprendido a lo largo de estos años es que las personas somos más pequeñas que las ideas. Muchas ideas han sobrevivido siglos y siglos, mientras que las personas vivimos a lo más 100 años y eso si bien nos va.

Me gusta pensar que si tenemos una idea que no nos deja en paz, tenemos la obligación moral de por lo menos escuchar qué dice y entregarnos a ser el vehículo para que se materialice.

(Sí, esto lo saqué primordialmente de la TED Talk de Elizabeth Gilbert, de quien siempre acabo hablando en mis entradas aunque ni siquiera me gusta tanto).

Nuestros egos son muy pequeños y muy ridículos, y no se trata de nosotros.

Cinco

En realidad esta entrada no tenía ningún punto contundente, solo es una serie de ideas en torno al aniversario de este blog (que, por cierto, no tiene fecha exacta, sólo sé que es entremayoyjunio).

Me haría intensamente feliz que te tomaras 3 minutos de tu tiempo para escribir en un comentario (o en un mensaje privado, si te gusta más la idea) qué te ha aportado o te ha dado este blog, por más pequeño que sea.

Sería el mejor regalo de cumpleaños del mundo. 🙂


Gracias por leer, aun si llevas dos minutos o siete años haciéndolo.

Sé que suena raro porque probablemente no te conozco (¿aún?) pero siento mucho aprecio y mucho agradecimiento por ti, por tu sola presencia y por la conexión que se crea entre tú y yo cuando estas palabras pasan por tu cerebro y tu corazón. ❤