¿Tienes un prejuicio contra los prejuicios? Yo ya no.
Pero durante mucho tiempo sí que lo tuve (creía que todos los prejuicios eran malos), porque es algo bastante frecuente una vez que te haces consciente de que existen y de que podrían tener aplicaciones desafortunadas.
Imposible escapar
Cuando decimos que alguien tiene un prejuicio en contra de algo, nos referimos a que tiene una opinión sobre ello a pesar de no conocer el tema a profundidad. Normalmente tiene una connotación negativa porque implica que esa opinión parte de la ignorancia.
Sin embargo, es imposible evitar los prejuicios porque para entender la realidad la clasificamos en categorías. Si nos faltara esta habilidad, tendríamos que recordar las características de cada objeto que conociéramos, y nuestra memoria tendría que guardar mucha más información de la que ya almacena.
Cuando nos enfrentamos a un objeto, una persona o un concepto por primera vez, hacemos lo siguiente:
1) Abstraemos su «esencia», 2) la comparamos con las de otros objetos conocidos y 3) la «metemos» a la categoría a la que pertenezcan los objetos a los que más se parece, asignándole así las características de los demás miembros de la categoría, aunque en principio no las tengan.
Así, si nos presentan un fruto que jamás habíamos visto, automáticamente lo introducimos en la categoría de Fruta porque lo visible es que se puede comer y que tiene semillas.
Si le preguntas a cualquier persona qué es lo primero que piensa cuando le dices «fruta», es casi seguro que te va a decir «manzana» porque es el miembro más prototípico de esa categoría; es decir, cumple con las características necesarias para que un objeto del mundo pueda ser considerado una fruta. Difícilmente te diría «patiti«.
En este sentido, resulta imposible dejar de ver el mundo a través de categorías. Nos tenemos que hacer a la idea de que siempre vamos a tener prejuicios y que no todo prejuicio es malo.

¿El lado oscuro?
Lo peligroso —y por lo que los prejuicios, en general, tienen mala fama— aparece cuando actuamos con respecto a ellos, pues nos llevan a simplificar demasiado las cosas y a no preguntarnos si hay algo más allá de lo que creemos saber a simple vista.
A mí me gusta mucho aprender acerca de infinidad de temas porque me hace darme cuenta de que difícilmente las causas de los efectos son tan sencillas. Por ejemplo, mucha gente cree que algunas personas hablan «mal» y que si tan sólo se pusieran a leer 20 minutos al día, sus «errores» se corregirían. Pero como verás en la siguiente entrada, no es tan fácil.
Si bien uno no se puede quitar todos los prejuicios y jamás lo hará, se pueden tomar cartas en el asunto.
Entrenamiento básico
Lo primero que hay que hacer es estar consciente de que uno siempre va a tener prejuicios, y que quizá toda opinión es un prejuicio, en cierto sentido.
Yo sé que cuando opino acerca de algo sobre lo que no he investigado, lo que saldrá de mi boca es un prejuicio. (E incluso después de que lo he investigado, estoy abierta a la posibilidad de haber estado en un error).
Después, hemos de recordarnos que muy probablemente nos falta información porque es extremadamente difícil saberlo todo de algo.
Y, sobre todo, tener presente que no es conveniente actuar con base en nuestro primer impulso.
Por ejemplo, nunca decirle a una persona que no hace ejercicio que sólo se pare y salga a correr (no es tan fácil), o a una persona triste que piense en cosas bonitas para sentirse mejor (probablemente eso la haga llorar más).
Es un poco más complicado que eso.
Pero lo que a nosotros nos importa más son los prejuicios frente a las diferentes culturas, y como verás en la siguiente entrada, hacia otras personas de tu misma cultura.
En todos lados
En el momento en el que ves a una persona te formas una idea de cómo es, basado en la forma en la que viste, en su estatura, su complexión, su color de piel y de cabello y de ojos y todo eso. Es inevitable.
Se pueden tener prejuicios que «contagien» lo positivo. Por ejemplo, tendemos a pensar que las personas que cumplen con ciertos estándares de belleza —esto es, que caen dentro de las categorías socioculturales de lo que resulta estético— son más inteligentes y mejores seres humanos que quienes no consideramos atractivos, aunque en realidad no hay una relación entre ambas características.
También puedes ir por la vida creyendo que una lengua es fácil o bonita hasta que la estudias y te das cuenta de que su forma de conjugar los verbos es la cosa más espeluznante que has intentado aprender. Been there, done that, got the t-shirt.
Hay muchos prejuicios que nos regalaron desde la cuna. Nuestra cultura nos otorga muchas ideas sobre cómo son las personas de otros países u otros colores de piel, y acerca de la manera en la que hablan los demás, sean de donde sean. ¿Alguna vez has oído que el alemán suena como una serie de ladridos? Bueno, pues eso.
Muchas veces no nos podemos deshacer tan fácilmente de los prejuicios con pensar «Ah, tengo un prejuicio» porque vienen cargados emocionalmente. Cuando nos enseñan que x cosa es buena o mala, aceptable o desagradable, le asignamos una dosis de emoción positiva o negativa (aprobación o miedo, por ejemplo) y poco a poco esa emoción se convierte en lo único que recordamos sobre la cosa x.
Ese tipo de prejuicios son muy difíciles de atenuar porque rara vez nos queremos enfrentar a nuestras emociones. A veces la [idea + emoción] de que el inglés es {difícil / feo / imperialista / apestoso} es lo que nos aleja totalmente de lo que nos ayudaría a obtener una opinión más realista: acercarnos al idioma con ganas de conocerlo.
A mí me cuesta mucho trabajo hacer eso con algunas cosas. Por ejemplo, a veces no quiero ir a la biblioteca varias veces a la semana porque estoy «segura» de que me voy a sentir demasiado cansada o que va a ser muy difícil o incómodo. Lo pienso porque situaciones anteriores que entran en la misma categoría me hicieron sentir así.
Pero me estoy volviendo buena para atraparme cuando pienso de esa manera, y puedo detenerme a mí misma y decir algo parecido a:
¿qué tal si dejo que esta experiencia, que es totalmente nueva (por aquello de que uno no se baña en el mismo río dos veces) me muestre cómo va a ser?
Es muy probable que sea distinto a la vez pasada porque las cosas siempre están cambiando (incluyendo mi cerebro). Por lo tanto, voy a tratarla como una experiencia totalmente nueva, en la medida de lo posible.
Esto ha cambiado por completo la manera en la que me enfrento a las cosas que no quiero hacer después de que experiencias pasadas me han causado sensaciones incómodas.
No siempre se puede aplicar, sobre todo cuando de otras personas u otros conceptos se trata, pero en general funciona.
En resumen:
- Recuerda que los prejuicios son normales porque implican una memoria funcional.
- Tener uno o varios prejuicios muy marcados en contra de algo no habla mal de ti porque nadie carece de prejuicios.
- Mientras estés consciente de que estás viendo únicamente una parte de la situación o el objeto en cuestión, puedes estar más próximo a una visión más inclusiva y a aprender más sobre él, para quizá después admitir que es posible que estuvieras equivocado. (Eso es bueno).
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Acabas de leer la primera parte de una mini serie de (dos) entradas. En la próxima hablaré sobre la sociolingüística, la rama de la lingüística encargada de estudiar la relación entre el lenguaje y la sociedad, y todo aquello que tiene que ver con personas que hablan entre sí en comunidades.
No te lo pierdas.
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Foto de Vittorio