Me acuerdo muchísimo de una vez, hace como 10 años, que llegué con mis papás y les pregunté que por qué se decía «no hay nadie» en vez de sólo «hay nadie».
¿No se supone que la doble negación acaba siendo una afirmación?
Mis papás, con la mejor intención del mundo pero con poco o ningún conocimiento de lingüística, me dijeron que sí, que estaba mal dicho, pero que no había nada que hacer. Por alguna razón, en ese momento yo tomé la decisión de que le iba a enseñar al mundo a hablar bien.
Mientras crecía, dejé de luchar contra las dobles negaciones*, pero me peleaba con todos y cada uno de los letreros que encontraba en la calle. ¿Cómo es posible que ahí esté escrito «Grasias» o «proibido»? ¿Por qué no le enseñan a escribir a la gente? ¿¡Qué futuro nos espera!?
*Que, por cierto, no tienen nada de incorrecto
y existen en varias lenguas del mundo
Lo peor de todo eran los subtítulos en las películas, o incluso, las faltas de ortografía en libros publicados. De verdad me enojaba y me quejaba frente a quien fuera (no es como que a ellos les gustara…)
Pero un buen día, casi como por arte de magia, me dejé de enojar.
Es decir, no tuve que convencerme de que dejaría de sentir coraje, sino que simplemente sucedió.
Y ahora quiero contarte cómo pasó para que tú también te dejes de enojar, si te pasa, porque la verdad es que me lo he pasado de lo mejor. Hasta disfruto las faltas de ortografía y me causan cierta ternura los errores ajenos.
Cómo dejar de enojarse sin perder la corrección en el intento
Yo siempre he tenido muy buena ortografía. De hecho, no te miento si te digo que fue la principal razón por la que sabía que tenía que estudiar letras.
Por lo tanto, hacer corajes frente a los errores me permitía sentir que yo sabía más que las demás personas, que mi talento era aprovechado en el mundo y que podía aportarle algo a la gente al saber escribir bien.
Además, era parte de mi identidad, y todos sacamos las garras cuando se atenta contra aquello con lo que nos identificamos.

Comprender estas seis cosas sobre la lengua fue lo que me dio la paz mental de la que ahora gozo:
1. La noción de «correcto» es independiente de la lengua misma. La idea de que un texto tiene corrección es algo que una institución o academia con prestigio estableció. No tiene casi nada que ver con cómo funciona la lengua por dentro.
Hablar con corrección, decir ciertas palabras y evitar otras, o incluso hablar con un acento específico nos ayuda a estar dentro de un círculo social al que pertenecemos o aspirarmos a pertenecer.
Por lo tanto, lo que está «bien» o «mal» dicho o escrito es una cuestión puramente social, de prestigio y estatus.
2. No puede ser incorrecto si sirvió para comunicarse. Cuando lees «Pulceras $15» en vez de «Pulseras», igual entendiste que se vendían brazaletes, aunque esté mal escrito. Las lenguas sólo sirven para comunicarse, y en ese sentido, sólo son. Si hubo éxito comunicativo, estuvo bien dicho. Aunque en el diccionario nunca vayas a encontrar «pulcera».
3. Todo evoluciona y las lenguas no son la excepción. Todo se está transformando todo el tiempo. La gente escucha «almuada» en vez de «almohada» porque la personalidad del español hace que dos vocales fuertes (la «o» y la «a») se vuelvan un diptongo, como «ua».
Nuestro cerebro analiza la lengua todo el tiempo para ver si nos seguimos entendiendo con las personas que nos importan, y la modificamos cuando creemos que deja de ser así. Es un hecho de la vida, y no va a cambiar, nos agrade o no.
4. Todos, absolutamente todos, hablamos mal. Esto es en varios aspectos:
a) Cuando escribimos muy rápido y no nos damos cuenta de que cometimos un error. O si decimos algo y otra persona nos corrige con razón.
b) Cuando estamos aprendiendo un segundo idioma y decimos muchas barbaridades. Tantas, que a veces se ríen de nosotros.
c) Cuando somos niños y pensamos que se dice «se ignifica» en vez de «significa»
d) porque el español no es sino un latín con muchísimas incorrecciones dichas por gente que no tenía acceso a la educación. Esas incorrecciones se hicieron tan presentes que se fueron aceptando como la norma y lo que está bien. Las lenguas romance son diferentes tipos de latín mal hablado.
No podemos ir por la vida diciendo que nuestra forma de hablar es la única buena o la mejor. En realidad, todos estamos sujetos a errores e incorrecciones porque somos humanos.
5. El mundo escrito nunca va a ser perfectamente correcto. Y menos ahora que cada quien escribe como puede en las redes sociales. Esto significa, entonces, que el coraje tiene el potencial de ser infinito, y la vida es demasiado corta como para estar enojado todo el tiempo.
Además, creo yo, hay cosas mucho más indignantes que merecen nuestro enojo, pues es una emoción que nos motiva a reclamar nuestros derechos y a actuar contra las injusticias, de las que, ciertamente, hay muchas en el mundo.
6. La lengua no educada nos muestra cómo funciona la mente. ¿Me creerías si te dijera que la educación ha hecho que la lengua española evolucione más lentamente?
Cuando un hablante dice «haya» y se muerde la lengua para no decir lo que su instinto le dice («haiga», que tendría más sentido porque se parece más a «caiga»), lo que está haciendo es moldear, de una forma artificial, la manera en la que su mente le dice que hable.
La cosa es que la mente continúa siguiendo un conjunto de reglas cuando no está encerrada en las normas de la corrección, y conocer cómo funciona nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros mismos.
Las personas que escriben o hablan como pueden, sin ponerse a buscar cada palabra en el diccionario, o simplemente como ellos creen que es lo correcto, nos dan muchas pistas sobre cómo el cerebro procesa el lenguaje, un área de estudio que todavía podría desarrollarse mucho más.
A veces está bien que te moleste
Quizá lo anterior no haga que te dejes de enojar porque, a fin de cuentas, vivimos en un mundo que nos exige que lo que escribimos esté bien redactado por una gran razón: beneficia la comprensión y la comunicación. (Seguramente te ha sucedido que tienes que leer 5 o 6 veces un texto sin comas y sin acentos porque no le entiendes con facilidad).
En ese sentido, la habilidad de encontrar faltas de ortografía es y seguirá siendo valiosa. Siempre se va a apreciar (¡y a requerir!) un texto pulcro y bien escrito porque, además, está bien visto por los miembros de la sociedad que tienen la capacidad de apreciarlo.
De hecho, el que exista una noción de lengua «correcta» e «incorrecta» hace que entre hispanohablantes podamos comprender un español estándar que nos unifica y nos permite comunicarnos con 420 millones de personas (más los que la hablan como lengua extranjera).
Como traductor, como corrector de estilo, o como autor de textos, créeme cuando te digo que necesitamos que no te agraden los errores y que te parezcan algo anormal, obsceno, feo.
Ciertamente yo sería la última en decir que cada quién debería hablar como pueda y que hay que tirar a la basura las reglas gramaticales y de ortografía. Si yo diera clases a jóvenes y me entregaran trabajos con «ke» en lugar de «que», les explicaría que no les conviene hacerlo.
Pero hay una gran diferencia entre hacerle honores a esa lengua estándar, formal, correcta, bien vista socialmente y agradable de leer, y hacer corajes que no van a arreglar la situación educativa del país.
Por todo lo anterior fue que dejé de enojarme y empecé a ver que la lengua es como es, evoluciona como evoluciona y nos enseña lo que nos tiene que enseñar. El juicio de valor está en nosotros.
Pero eso sí: si me dan un texto a corregir porque su autor necesita que esté impecable, puedo ser la persona más feliz arreglándolo.
Grasias por leer. (Es para que vayas practicando) 😉
Te recomiendo ampliamente que veas este video, que explica de manera muy amena las mismas ideas.
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Foto de ant.photos