¿Por qué nos ponemos metas que no cumplimos?

Por alguna razón, los seres humanos tendemos a fingir que no hemos vivido toda nuestra vida con nosotros mismos y que, por lo mismo, no sabemos cómo vamos a actuar.

Pero es eso, un fingimiento, porque en el fondo claro que lo sabemos.

Lo que pasa es que no actuamos como si nos conociéramos.

¿A qué me refiero?

Imagínate que te propones escuchar un podcast en alemán al día. Y entonces, en vez de decir,

Algo dentro de mí me dice que siendo como soy y estando mi vida como es, probablemente 7 episodios de podcast a la semana sean muchos, creo que debería ponerme una meta más fácil de alcanzar

Decimos:

Algo me dice que 7 episodios de podcast es mucho. Pero seguramente, como tengo mucha iniciativa y de verdad de verdad de verdad lo quiero hacer, me voy a esforzar (y forzar) mucho y lo voy a lograr, no me importa nada; ignoraré mis miedos y mis resistencias y CLARO QUE LO VOY A LOGRAR porque tengo que poder

Y en vez de escuchar 3 episodios de podcast a la semana, la meta factible, nos quedamos totalmente frustrados y pensando que tenemos que mejorar, que si tan solo tuviéramos más disciplina / menos distracción / más ganas / más [lo que sea] lo habríamos logrado.

¿Por qué seguimos empeñándonos en ponernos metas que no vamos a cumplir?

Creo que parte de esto reside en que pensamos que si nos aceptamos como somos vamos a dejar de mejorar como personas. Que si no nos ponemos metas “altas”, no vamos a crecer.

Y también tiene mucho que ver con que nos duele hacer evidente nuestras habilidades y capacidades actuales porque están muy lejos de ser lo que esperaríamos de nosotros mismos. Es una forma de no enfrentarnos a lo que no podemos hacer hoy.

Porque es mucho más fácil decir: «No, no pude, tendría que ser más [inteligente / capaz / talentosa / disciplinado] para lograrlo, y como no lo soy, bye a todo» (y entonces tirar los planes por la borda) que darnos cuenta de que todavía tenemos mucho que desarrollar en determinada habilidad.

Probablemente te pasa esto en varias areas de tu vida, no solo con los idiomas o los proyectos.

A mí muchas veces me pasa que compro comida (sobre todo vegetales) con la firme intención de que, ahora sí, esta semana sí, los cocinaré de una manera totalmente novedosa y comerlos no será para nada difícil.

Y-–oh sorpresa—al final de la semana me encuentro con que ni siquiera toqué las benditas verduras porque me olvidé por completo de su existencia. 😦

O algo que por fin aprendí, aunque no fue para nada fácil porque sentía que no era “cool”:

Que siempre siempre siempre siempre debo traer algo con lo que taparme del frío. Aunque haga sol. Aunque sea primavera o verano. Aunque me esté muriendo de calor justo en cuanto salgo de mi casa. Aunque… lo que sea.

Soy una persona que necesita cubrirse del frío cuando otras no, y ya, así soy.

(Y aun así, debo confesar que tan solo de escribir esto siento que la gente me va a juzgar y me va a decir que no invente, que no hace frío, bla bla bla. Ni modo).

Incluso me pasa con cosas tan pequeñas como: No voy a dejar como «no leído» este correo y sísí, sí me voy a acordar de comentarlo con Fulanita. (Es una trampa, sé que jamás me voy a acordar, mejor lo dejo como «no leído» y listo, me ahorro problemas y frustraciones y autoflagelaciones).

¿Qué se puede hacer?

Hay dos cosas que te invito a probar.

La primera es atreverte a mirarte tal y como eres, dejando de pensar que estás mal y que tienes que cambiar de preferencia lo más rápido posible.

Te lo juro, te lo prometo, te lo megagarantizo (what): no tienes que arreglarte porque no estás rota(o).

No tienes que exigirte ser de determinada forma que crees que te hará feliz o “mejor” o lo que sea.

De hecho, lo que yo he visto que funciona más para “mejorar” como persona es dejar de poner a luchar lo que somos hoy contra la imagen perfecta e idealizada que tenemos de nosotros mismos, porque entonces podemos ver nuestras verdaderas cualidades y fortalezas.

Si somos “menos que” esa imagen, solo podemos enfocarnos en lo que no somos y en lo que no tenemos.

En cambio, si somos lo que somos, hay mucha más oportunidad para vernos de manera global, con lo “bueno” y lo “malo”.

(Sí, ya sé que se dice fácil y no lo es tanto, pero es bueno tenerlo presente).

La segunda cosa que te invito a probar es, que si decides ponerte metas que significarían que te estiraras o que “cambiaras” para lograrlas, hagas un plan que de verdad vayas a seguir. (Es lo mismo, de hecho, haz un plan como si te conocieras).

Siguiendo con el ejemplo de los episodios de podcast, supongamos que estás 100% convencida(o) de que quieres escuchar 7 episodios a la semana, llueva, truene o relampaguee. Lo primero que tienes que hacer, después de elegirlo, es decidir por qué, cuándo, dónde y a qué hora del día lo vas a hacer.

Literalmente ponerlo en tu calendario, poner una alarma, un post-it, cosas que te lo recuerden.

Porque lo más seguro es que se te olvide que te propusiste algo ajeno a tu forma actual de hacer las cosas o de vivir tus días cotidianos. Incluso si te sientes tremendamente entusiasmada(o), esa emoción va a quedar en el pasado y tu propósito se te va a olvidar.

A veces pensamos que si tenemos que hacer un plan para cumplir nuestras metas, eso significa que no tenemos talento o que no somos tan inteligentes o tan [buenos] como creíamos, lo cual es totalmente absurdo.

Hacer un plan factible, amable, no habla mal de ti.

Cuando yo veo una persona que ha hecho un plan detallado, respetando su forma de ser, sus circunstancias actuales, el resto de sus necesidades, etc., no pienso que es la persona más loser del mundo; al contrario, lo que veo es que está comprometida con sus metas y que se está arriesgando a verse como es y a avanzar hacia lo que quiere ser a su propio ritmo.

¿Qué puedes hacer para facilitarle la vida a tu Yo del presente (tal y como es, como eres)?

Porque de eso se trata, esencialmente, de llevarse cada vez mejor con uno mismo.

¿Qué pasaría si comenzaras a tomar decisiones y a actuar como si te conocieras, como si ya supieras qué es lo que va a pasar si te pones en determinada situación?

En mi experiencia, lo que se encuentra después de eso es mucha, pero mucha paz.

¿Qué opinas? ¿Te gustaría compartir en los comentarios un escenario (o varios) en el que actúas como si no te conocieras?

¿Cambiar de identidad ayuda con los idiomas?

Te invito a acompañarme en experimento de identidad para ver si, como he leído que sucede, cambiar lo que creemos que somos ayuda a modificar lo que pasa fuera de nosotros.

Pero antes, un poco de antecedentes.

Durante varios años, me he creado (y creído) la identidad de “mata-plantas”.

La primera planta que maté (o, mejor dicho, dejé morir) fue una hortensia. Aunque tenía el color más bonito del mundo, y la regaba diario, hubo un momento de mi vida en el que salía de mi casa a las 6:40 de la mañana y regresaba como a las 10 de la noche, lo que hizo que perdiera el hábito de regarla y la flor se marchitó.

Después mantuve la planta en sí, ya sin flor, con la esperanza de que volviera a salir, pero como no lo hizo, sin querer queriendo la dejé morir.

(No, no me siento orgullosa de eso).

La segunda planta que maté fue una albahaca, una de mis hierbas favoritas para cocinar.

La compré en una maceta mediana y la regaba todos los días. Le iba arrancando hojas para cocinar con ellas, y aunque siempre tuve presente que no había que dejarla sin hojas para que pudiera hacer la fotosíntesis, un buen día se empezó a marchitar y por más que la regaba, ya no tuvo remedio.

La tercera planta que maté (ya, solo son tres) era—en teoría—una planta endémica de México que tiene unas flores amarillas que—en teoría—atraen a las mariposas. No recuerdo cómo se llama.

Un señor en el parque me vendió las semillas (junto con otras muchas cosas) con unas técnicas irresistibles de persuasión y llegué a sembrarlas. Nunca esperé nada de ellas pero para mi sorpresa, comenzaron a salir brotes.

Me emocioné mucho y los cuidaba como si su vida dependiera de mí (sí lo hacía) y no recuerdo qué pasó, o ya lo bloqueé, pero de un día para otro ya no tenía brotes. Murieron.

Esos han sido todos mis intentos por mantener viva una planta que no me han salido.

(Ah, no es cierto, también maté una composta). 😦

Quizá suene muy tonto, pero eso ha sido fuente de frustración en mi vida. Hasta me he convencido de que no me interesan las plantas y que puedo vivir perfectamente bien sin ellas.

Eso hizo que llegara a la conclusión de que soy una persona irresponsable, por ejemplo, e incluso me repito a mí misma que debería tener un cactus o algo más independiente para que no muera.

Cabe aclarar que es inconsciente lo que me pasa. No tengo claro en qué momento dejo de regar las plantas, o qué señales de que se están muriendo no veo, o qué pasa. Lo único que sé es que tiene que ver con mi ignorancia sobre temas del jardín, entre otras cosas nebulosas.

Pero hace unas semanas estaba platicando con mi amiga Ch, quien tiene un gran amor por las plantas y le dije que me gustaba mucho el cilantro, el perejil y la menta y me regaló semillas de las dos primeras.

Me dije a mí misma, las voy a sembrar y no dejaré que se mueran. (Hoy voy a cambiaaaar).

Pero no lo hice porque mi identidad de mata-plantas me ganaba.

Entonces, sin que yo me lo esperara, un día ella llegó con una plantita bebé de menta. Lo primero que hice fue emocionarme y luego preocuparme porque mi mata-plantismo ya tenía una nueva víctima.

Después, la pasé a una macetita que no recordaba que tenía guardada y la dejé bajo el sol, junto al resto de plantas que viven en mi casa (y que han sobrevivido porque no están a mi cargo, evidentemente).

Al día siguiente me di cuenta de que la pobre menta se estaba quemando, y entré en pánico, pero como no se había muerto había esperanza. La puse en un lugar con más sombra y le puse agua.

Como vi que le gustó su nuevo lugar, una esperanza comenzó a nacer dentro de mí: ¿Y si esta vez puedo no solo no matar una planta, sino hacer que viva y que explaye toda su tendencia natural al crecimiento?

Estos días he estado cuidando la menta. Pienso en ella todos los días. La voy a visitar en las mañanas y veo si el lugar en el que está le sigue gustando. Le echo agua. Voy viendo que tiene unos brotes mini y casi lloro de la emoción.

Hasta me animé a sembrar las otras semillas que Ch me regaló.

Y entre todo esto, se me ocurrió algo que había leído antes:

Quizá las plantas que han perecido lo han hecho porque yo pienso de mí que soy una mata-plantas.

Si dejo de pensar que lo soy, y lo que es mejor, si pienso que soy una cuida-plantas, o una persona que tiene lo que se necesita para tener un pequeño jardín, incluso ANTES de que la realidad me lo demuestre, ¿qué pasaría?

He estado jugando con esa idea. Cambiar de identidad de mata-plantas a cuida-plantas es difícil. No lo sabía, pero hay un montón de sentimientos y emociones estancados en eso, y veo cómo surgen dentro de mí voces de alarma:

Si soy una cuida-plantas, ¿significa que  soy responsable, que soy cuidadosa? ¿Qué va a pasar ahora en otras áreas de mi vida si me doy cuenta de que no soy tan irresponsable como creía?

De verdad me da miedo.

Haber sembrado las semillas está mostrando cosas de mí que no había querido ver. Por ejemplo, que para muchas cosas soy una mujer de poca fe. Si no veo resultados rápidos, entonces creo que no sirve.

Pero con las semillas no hay de otra, solo paciencia. Soy muy impaciente, y unos fetos de planta me ponen a prueba.

La verdad es que no sé si las plantitas van a seguir vivas durante mucho tiempo.

Pero estoy haciendo lo mejor que puedo. Estoy atreviéndome a dejar caer una identidad que yo tenía y que, por lo visto, no me estaba sirviendo. Estoy dejando que las plantitas me enseñen cosas que necesito aprender sobre mí, y estoy permitiendo que surjan cualidades positivas que tengo que, por miedo o por qué sé yo, no suelo dejar salir o admitir que poseo.

Es toda una aventura, y me gustaría invitarte a vivirla conmigo, si es algo que te interesa:

Para hacerlo, puedes pensar en alguna identidad que tengas, algo que opines sobre ti mismo(a). Por ejemplo, «soy mala para los idiomas». «Soy pésimo para la pronunciación / para la gramática». «No tengo suficiente disciplina para estudiar todos los días».

Después, elige lo opuesto: «soy buena para los idiomas». «Soy bueno para la pronunciación / para la gramática». «Sí tengo suficiente disciplina para estudiar todos los días».

No tienes que creértelo (de hecho, tu mente te va a decir que estás loco(a)). Solo observa qué sucede. Es muy probable que te enojes y comiences a sentirte amenazado(a): “¡Yo no soy así!”

Si te interesa, comienza a jugar y a encontrar pruebas de que quizá esa nueva identidad es algo real en ti. Por ejemplo, observa cuándo tienes suficiente disciplina, aunque sea para lavarte los dientes todos los días.

Quizá poco a poco la vieja identidad se vaya cayendo. Quizá no. Pero realmente creo que vale la pena probársela, como si de una prenda nueva se tratara, solo para ver qué pasa o qué surge, para saber un poco más de nosotros mismos.

¿Aceptas mi invitación? No tiene que ser ahora, de hecho es mejor si es a tu propio tiempo, cuando te sientas listo(a).

Gracias por leer.

No necesito consejos (gracias), pero me gustaría leer historias parecidas y muestras de empatía en los comentarios. ❤

4 cosas que es mejor nunca decir si eres maestro de idiomas

Desde que aprendí a hablar, he tomado docenas de clases de idiomas.

Español en la primaria y varios cursos avanzados de gramática española en la licenciatura; inglés desde los 3 hasta los 18 años (de una variedad infinita), francés con maestros mexicanos, franceses, congoleses, haitianos, argelinos, canadienses; alemán, árabe, japonés y hasta latín.

Algunos maestros han sido realmente buenos, de los que te comparten su amor por el lenguaje, el idioma y la cultura que enseñan y hasta las clases mismas.

De los que extrañas cuando ya no los ves, y de los que siempre hablas con mucho cariño y hasta con brillo en los ojos.

Sin embargo, a veces me he encontrado con profesores que a pesar de tener buenas intenciones, por alguna razón terminan transmitiendo mensajes que no concuerdan con aquello que (desde mi punto de vista) un maestro de idiomas debería transmitir.

Es decir, un aprecio hacia las culturas del mundo, la diversidad, del hecho de que existen centenas de formas (lingüísticas) de acercarse a la realidad y de que ninguna es mejor que otra.

Mi intención con esta entrada no es criticar, ni ofender, ni hacer enojar, ni mucho menos.

Solo quiero compartir algunas cuestiones que he escuchado decir a maestros de idiomas y mi opinión al respecto.

Si eres maestro de idiomas, confío en que no te lo tomarás personal, aun si te llegaras a sentir identificado con algo de lo que leas.

Entiendo que puede ser algo fuerte, y tienes todo el derecho de dejar de leer si sientes que es lo mejor para ti.

(Y si no eres profesor, ten en cuenta que si escuchas alguna de estas cosas de boca de uno, quizá valga la pena cuestionarlas un poco).

Ahora que decidiste seguir leyendo, he aquí 4 ejemplos de cosas que me gustaría que los profesores de idiomas no dijeran (y mis razones):

1. «El idioma x [que no enseño] es horrible»

Existe un fenómeno muy curioso en el que algunas personas se enojan con una lengua que no les gusta, o que no pudieron aprender por cualquier razón y entonces piensan que es una buena idea echarle tierra.

Y si bien cada persona tiene derecho a amar o no las lenguas que quiera, un salón de idiomas no es el mejor lugar para externar este tipo de opiniones.

La idea es transmitirle a los alumnos que no existen maneras mejores ni peores de comunicarse, y que todas las lenguas tienen el mismo valor lingüístico y gramatical, por el simple hecho de que es verdad.

Es más constructivo transmitir nuestra pasión por la lengua que enseñamos que esparcir nuestros juicios (o prejuicios) hacia otra lengua que no nos corresponde criticar.

2. «Si no hablas bien español, no vas a poder hablar bien [el otro idioma]»

Al saber aunque sea un poco de sociolingüística, queda claro que «hablar bien» es un término muy borroso.

¿Se refiere a usar palabras con prestigio, a usar las reglas que propone la RAE, a pronunciar como en determinado dialecto, a evitar cierto acento? ¿Qué es hablar bien?

Yo tampoco sé. Pero lo que sí tengo por seguro es que puedes hablar el sociolecto más estigmatizado y «feo» y «mal hablado» del español y aun así hablar francés como lo haría un miembro de la Académie Française* si realmente lo deseas y lo intentas con devoción, esperanza y esfuerzo.

*Suponiendo que sea lo más «correcto», pues. 

No necesitas corregir tu lengua materna, o ajustarla a un estándar extraño si eso no es algo que te interese hacer, sobre todo porque puedes dominar el idioma que sea.

Para mi sorpresa, he visto gente que no redactar muy bien en español escribiendo inglés como anglófono nativo. Increíble, pero cierto.

3. «Mi método es el único que funciona»

OK, quizá no lo dicen con estas palabras, pero algunos maestros insinúan que si no estás pudiendo aprender el idioma con su método / libro / clase es porque eres un caso perdido.

No es cierto.

Pasa algo muy curioso: cuando un alumno responde bien a x método, el profesor se entera y se siente feliz y reafirma su confianza en su forma de enseñar.

En cambio, cuando a un alumno no le funciona, lo que sucede es que abandona la clase y no vuelve a tener contacto con el profesor.

Así, como en esta cultura dar feedback crítico o «negativo» está muy mal visto (o simplemente no se piensa en hacerlo), el profesor no se entera de que no le funcionó el método al alumno desertor, ni las razones para que eso sucediera.

No quiero decir que todos los métodos le funcionan a todas las personas y que cuando algo no resulta así es culpa del profesor. Y no, tampoco es culpa de los estudiantes cuando un método no les sirve. ¡Hay miles de factores!

Pero lo cierto es que hacer encuestas al inicio de cada periodo y evaluaciones continuas al final de cada uno de ellos hace que los profesores mejoren cada vez más sus métodos y los adecuen a las necesidades de los estudiantes.

Muchos maestros le temen a la crítica y por eso no lo hacen, pero yo creo que es más aterrador dejar de crecer y mejorar día a día.

Hay muchos, muchísimos métodos distintos, y quizá algunos sean mejores que otros, pero no hay ninguno que sea El Mejor para todos.

4. «Probablemente este idioma no te sirva para nada porque no es inglés»

No tengo muy claro qué haría que un profesor dijera algo como esto, pero lo que sí sé es que no resulta algo que a un alumno le gustaría (o serviría) escuchar.

Además, suponiendo que fuera algo que tiene sentido decir, en realidad no hay forma de saberlo.

Nadie sabe para qué le va a servir todo lo que aprende, e incluso todo lo que le pasa. Para estar seguros, tendríamos que saber de antemano todo lo que nos depara el futuro, y no es así.

Vale más la pena propiciar la curiosidad de cada estudiante y confiar en que cada uno de ellos sabe qué hacer.

__

En resumen, siempre es mejor para todos cuando los maestros deciden transmitir pasión, apertura a la experiencia, interés, curiosidad, aprecio y confianza.

Si vas a comentar esta entrada (como profesor, alumno o lo que sea) sé lo más respetuoso y amable que puedas.

10 estrategias para desempolvar cualquier idioma en 2016

El año realmente empieza en febrero, enero es un mes de calentamiento (y vaya que necesitamos calentarnos; en el hemisferio norte ha hecho mucho frío 🙂 ).

Escribí esta lista pensando en personas que ya tienen un nivel algo más que básico y que han intentado estudiar a lo largo del tiempo pero por alguna razón lo han dejado y su idioma ha estado juntando polvo (real y metafórico) en algún rincón.

También puedes aplicar las estrategias si vas a comenzar un idioma desde cero, aunque probablemente tendrás que hacer un par de ajustes. 

Estas estrategias son realmente efectivas si las aplicas. No te preocupes si te abrumas o si sientes que es demasiado.

Lee todas y comienza a usar las dos o tres que te llamen más la atención, y conforme pase el tiempo, regresa a la lista y ve qué más puedes implementar.

Estrategia #1 – Perdona a tu yo del pasado

¿Has intentado varias veces aprender el idioma y lo has dejado ese mismo número de veces?

Entiendo lo frustrante que puede ser. Si eres como yo, seguramente piensas que no tienes remedio y que no tiene caso volverlo a intentar porque ya sabes cómo va a terminar.

Sin embargo, ten en cuenta que siempre has hecho lo mejor que has podido con lo que has tenido a la mano.

Quizá el «problema» no está en ti, sino en… lo que has tenido a la mano. No ha sido tu culpa.

2016 es un año totalmente nuevo que se nutre de todo lo que has aprendido desde la última vez que lo intentaste. ¿Y si esta vez es diferente?

Si aplicas estas estrategias de corazón, será diferente.

Como se dice en inglés:

When you know better, you do better.

Date el beneficio de la duda.

Estrategia #2 – Claridad extrema

Ten claro por qué, dónde y cuándo vas a estudiar tu idioma, así como qué es exactamente lo que vas a hacer para desempolvarlo.

Escribe tu razón (necesita sentirse importante para ti), elige un lugar limpio y libre de interrupciones y escoge un horario tentativo pero probable.

Haz clic aquí para saber más sobre esto. 

Estrategia #3 – Interés

El material que uses para estudiar debe estar basado en tus intereses / sueños / pasiones abandonadas (o no tan abandonadas).

Busca material sobre esos temas en tu idioma meta y guárdalo en una carpeta de Bookmarks o Marcadores en tu explorador de Internet.

Reúne la mayor cantidad de textos y videos interesantes que puedas y comienza a revisarlos hasta que encuentres cosas que real, realmente te gustan. No importa si al principio no lo entiendes todo, no te preocupes por eso ahora.

Con el tiempo, vas a crearte un pequeño mundo de cosas que te apasionan y ni siquiera te vas a dar cuenta de que estás aprendiendo el idioma.

Estrategia #4 – En caso de duda, piensa en pequeño

Cuando no tengas claro qué hacer, o cuando comiences a sentir que ya no tienes motivación o que te estás empezando a distraer, piensa en lo más pequeño que puedas hacer para evitar que le caiga polvo a tu idioma.

¿Aprender una sola palabra? Claro, por qué no.

¿Ver un video de 5 minutos? Excelente.

¿Buscar el significado de una frase en Google? Seguro.

Si esa acción pequeña hace que estudies por una hora, felicidades. Si decides dejarlo ahí, no pasa nada.

Lee esta entrada para comprender mejor este proceso.

Estrategia #5 – Test de habilidades

Identifica las habilidades (lingüísticas y no lingüísticas) que necesitas desarrollar.

Quizá esta lista te ayude:

Lingüísticas:

-Pronunciar
-Comprender lo que escuchas
-Hablar
-Memorizar palabras
-Escribir

No lingüísticas:
-Concentrarte por periodos «largos» de tiempo
-Auto-control (por ejemplo, para no distraerte mientras estás estudiando)
-Perseverar
-Aumentar la tolerancia a la frustración
-Identificar el momento del día en el que más atención puedes poner
-Etc.

Una vez que sepas cuáles son tus puntos débiles, crea un plan para desarrollarlos.

Para lograrlo, encuentra personas que sean buenas en ello y cópiales o pregúntales cómo lo hacen.

Y recuerda que todas las habilidades que obtengas para aprender un idioma se quedarán contigo para el resto de tu vida.

Estrategia #6 – Busca compañía

Esta probablemente es la estrategia más importante.

Consigue una o varias personas (entre más sean, mejor) que tengan el objetivo de aprender un idioma y pónganse de acuerdo para compartir su progreso y sus obstáculos.

Te sorprenderá la cantidad de personas que puedes encontrar si compartes tus intenciones en voz alta dentro de todos los grupos en los que perteneces.

Y en el caso de que no encontraras a nadie que busque aprender otro idioma, amplía tu criterio y busca personas que estén haciendo su tesis, o estudiando para un examen de admisión, o algo parecido.

Lo realmente importante es tener a alguien cerca cuya sola presencia te recuerde tus metas y te anime a seguir.

Estrategia #7 – Busca momentos cruciales

Pon mucha atención en tu día y a día y observa los detalles:

¿Qué te hace querer abandonar? ¿Qué circunstancias entorpecen tu estudio?

Por ejemplo, si usas YouTube para estudiar, es probable que te distraigan las sugerencias de videos de gatitos.

O quizá te des cuenta de que si estudias justo después de X actividad, te cuesta mucho trabajo concentrarte.

Ese tipo de cosas.

Identifícalos y haz lo posible para encontrar una solución. (Sí la hay).

Estrategia #8 – Todo está relacionado

Lo que te suele detener con los idiomas te está deteniendo en algo más. Si lo solucionas con los idiomas, lo solucionas en los «algo más». Recordar esto te puede ayudar a perseverar cuando te ves tentado a abandonarlo.

Estrategia #9 – Todos estamos relacionados

Siempre ten presente a quién o a qué beneficia que tú aprendas ese idioma, y a quién perjudica que no lo hagas y/o que te rindas. Responsabilidad con el resto del mundo: activada.

Estrategia #10 – Inspiración

Haz una lista de personas que te pueden ayudar y otra de materiales que te inspiran.

Tu amigo políglota. Los blogs que lees (como Necesitas otra lengua 🙂 ). Tu buddy de la estrategia #6. Un coach. Un grupo de Facebook.

Crea tus propios recordatorios con cosas importantes que suelas olvidar como: «Enfócate en lo que has avanzado y no en lo que te falta».

Lo que sea que te inspire y te recuerde por qué lo estás haciendo y que vale la pena seguir.

Porque sí vale la pena.

¿Con cuál estrategia te gustaría comenzar? Cuéntanos en los comentarios.

¿Tiendes a comparar tu nivel de inglés con el de los demás?

Algunos de mis amigos tienen muy buen nivel de inglés. Muchos de mis amigos no.

Con los primeros, siento que me puedo expresar mejor, que puedo ser más auténtica. El inglés ya es parte de mí y de mi manera de ver el mundo y de expresarme.

Hay impresiones que solo puedo expresar en esa lengua, pues son justamente esas expresiones que no tienen traducción las que, aparentemente, me sirven más para decir lo que yo quiero transmitir.

Con mis amigos que no tienen tan buen nivel de inglés, a veces me siento menos clara. Me tardo más en intentar traducir una expresión que explica exactamente lo que estoy sintiendo en determinado momento.

A veces incluso lo digo en inglés por prisa o porque pienso que quizá mi interlocutor conozca esa expresión, y muchas veces lo que recibo son gestos de a) desagrado, b) molestia, c) ofensa, d) duda, e) curiosidad, f) incomodidad o g) todas las anteriores.

No ha sido raro en mi vida que algunas personas me pidan que deje de decir palabras en inglés.

De hecho, yo misma me he sentido incómoda frente a otras personas de mi grupo de conocidos que se ponen a hablar en inglés de la nada, como para que el resto del grupo en el que están no les entiendan, o simplemente porque se sienten más cómodas al tener ese código en común. (O porque YOLO, en realidad no sé).

Y te estaría ocultando una gran parte de la historia si no te dijera que realmente me puede hacer sentir muy bien saber que tengo el nivel de inglés más alto de cierto grupo. (Lo cual no necesariamente significa que se los hago saber).

Hay muchos pero muchos matices emocionales que surgen cuando dentro de un grupo determinado (de amigos o de conocidos) las personas tienen diferentes niveles de una segunda lengua.

No es lo mismo empezar a hablar en inglés si estás en Canadá, porque muchas personas ahí son totalmente bilingües, a decir expresiones estadunidenses en tu discurso cotidiano si estás en la Ciudad de México.

A lo que quiero llegar es que el hecho de que nosotros hablemos un idioma que el resto de la gente que nos rodea no, o que ignoremos una lengua que nuestro alrededor conoce tiene repercusiones en las emociones.

Suelen surgir la envidia, la soberbia, los celos, el enojo, la tristeza, la vergüenza, la frustración, incluso el miedo.

No estamos aislados, somos parte de muchos grupos, y es importante que seamos conscientes de que la manera en la que decidimos hablar—ya sea en términos de nuestro sociolecto, de otras lenguas que hablemos, de si hablamos en un registro formal o informal, o de si decimos palabras altisonantes o no—tiene un efecto emocional en los demás.

Esto no quiere decir que debamos preocuparnos excesivamente por las emociones que puedan sentir los demás. (No nos corresponde). Debemos, ante todo, ser auténticos porque de la autenticidad nacen la empatía y la sensación de pertenencia.

Sin embargo, estas palabras son solo una invitación a ser consciente y observar, por un lado, que la manera en la que las personas hablan nos genera algo (¿Qué te sucede a ti cuando alguien habla «mal»? ¿Cuando alguien dice groserías? ¿Cuando alguien tiene un acento distinto al tuyo?) y, por el otro, saber que la manera en la que hablamos, indudablemente, le genera algo a las personas que nos rodean.

¿Por qué pasa esto?

Esto sucede porque, inconscientemente, todo el tiempo nos estamos comparando con los demás. A veces nos ponemos por encima de ellos, y a veces por debajo.

Y también sucede porque todo el tiempo estamos expuestos a «pistas» que nos recuerdan asuntos pendientes para nosotros: temas no resueltos, necesidades desatendidas, emociones no procesadas.

Si estamos enojados con nosotros mismos porque no hemos podido hablar inglés, en el momento en el que alguien cercano a nosotros (sobre todo si es alguien con quien nos identificamos en otros aspectos), se muestre muy-acá-muy-bilingüe, ese enojo va a surgir.

Y como en automático sentimos que la otra persona está presumiendo que tuvo dinero para irse a Inglaterra, le lanzamos el enojo a ella, en lugar de reconocer que es nuestro (porque eso duele).

Es muy común que suceda esto, y es totalmente aceptable. No significa que algo anda mal con nosotros.

A medida que nos demos cuenta de que el asunto central es la comparación que ejercemos, podremos recordarnos cosas como las siguientes:

Nadie es mejor ni peor que yo, todos somos esencialmente iguales.

El hecho de que ella hable x lengua no tiene nada que ver conmigo como persona.

Me sentí enojada cuando habló en inglés. Me pregunto qué me querrá decir esa molestia.

¿Quién dice que su camino es mejor que el mío? Solo son distintos.

Este es un tema delicado. Entiendo si en este momento te sientes incómodo. (Yo me sentí un poco incómoda al escribirlo, pero creo que es importante hablar de estas cosas).

Sobre todo porque, si comparamos nuestro nivel de inglés con las personas que nos rodean, significa que no es lo único que comparamos de nosotros con las personas que nos rodean.

Todos lo hacemos, es humano. 

De lo que se trata es de ir comprendiéndonos mejor a nosotros mismos, poco a poco, y está muy bien que los idiomas que nos rodean nos ayuden a eso, ¿no crees?

¿Cómo te hace sentir esto? ¿Te habías dado cuenta de que esto sucedía?

____

P.D. ¿Ya le diste Me gusta a la página de Facebook de NOL? (¡Es nueva!)

El arte de dominar una lengua

Nota: esta entrada fue escrita por una invitada*. Me llena de alegría publicarla porque yo misma aprendí mucho francés con poesía, es algo muy «cercano a mi corazón» (como se dice en inglés). Espero que la disfrutes y que te animes a aprender idiomas con poemas. 

El arte de perder, One art es un maravilloso poema que me persigue desde hace un par de semanas.

Avergonzada por no haber conocido antes la maravillosa obra poética de Elizabeth Bishop, he llegado a aprenderme los primeros versos casi de memoria, tanto en inglés como en español. E incluso recitarlos siguiendo la hipnotizante entonación de Tom O’Bedlam:

Este poema se ha convertido en una alegoría del sentimiento de nostalgia.

Aunque tal vez el significado del poema sea mostrar las claves de cómo evitar que la melancolía nos atrape y no nos deje seguir adelante, atándonos irremediablemente al pasado por el miedo a perder. Con tono conformista, Bishop exhibe el acto de perder como algo constructivo en último término, incluso necesario para seguir avanzando.

ONE ART

The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.

– Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

Un arte

El arte de perder no es difícil de adquirir.
Tantas cosas parecen empeñadas
en perderse, que su pérdida no es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta el tumulto
de llaves de puertas perdidas, la hora malgastada.
El arte de perder no es difícil de adquirir.

Practica entonces perder más aún, y más rápido:
lugares, nombres, y el sitio al que se suponía
que viajarías. Nada de esto será un desastre.

Perdí el reloj de mi madre, y ¡mira! la última, o
penúltima de tres casas que amaba se fue.
El arte de perder no es difícil de adquirir.

Perdí dos ciudades, ambas adorables. Y, más ampliamente,
algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no fue un desastre.

—Hasta al perderte a ti (la voz bromista, un gesto
amado) no habré mentido. Es evidente que
el arte de perder no es demasiado difícil de adquirir
aunque parezca por momentos (¡Escríbelo!) un desastre.

APRENDE IDIOMAS CON POESÍA

No obstante, nada más llegar a mis manos la versión española, busqué el poema en inglés para asegurarme que la traducción era fiel al original y no pretensión literaria del traductor. A partir de ahí, el principal uso que le he dado ha sido analizar y asimilar conceptos gramaticales entre español e inglés.

Nunca antes había considerado la poesía como un medio para perfeccionar mis conocimientos lingüísticos. Sin embargo, la simplicidad del verso, el lenguaje directo y la rima natural que no requiere de forzados giros gramaticales ha convertido El arte de perder en uno de los mejores recursos para explicar uno de los fenómenos más complicados de la lengua española: la conjugación verbal.

La aparición de diferentes formas personales de la conjugación del verbo perder permite entender—y explicar—de modo simple las terminaciones verbales en diferentes tiempos (pierde, perdí), las formas no personales (perder), la correlación entre sujeto-verbo-complemento directo [(Yo) Perdí el reloj de mi madre] y la derivación de palabras (pérdida).

Tras el experimento llevado a cabo con este poema, animo al lector a retarse a sí mismo escuchando y leyendo poesía en diferentes idiomas para entender la riqueza gramatical de la nueva lengua.

LAS DIFICULTADES DE LA CONJUGACIÓN VERBAL

Los hispanohablantes adquirimos conceptos relacionados con el tratamiento de los verbos de forma natural a lo largo de nuestro desarrollo lingüístico nativo. Por ello, la conjugación verbal nos parece una idea simple.

Durante nuestra infancia aprendemos los vocablos que se refieren técnicamente a lo que decimos día a día, usamos los tiempos verbales de forma casi “innata” sin considerar que tienen una denominación específica, que corresponden a una lógica con orígenes en el latín y que ha evolucionado y perdurado durante miles de años.

No es hasta que nos aventuramos a estudiar una nueva lengua que apreciamos la riqueza gramatical del español, lo que nos permite entender la existencia de las conjugaciones verbales, oraciones complejas y la enorme diversidad de palabras de la que gozamos.

Si destacamos especialmente la enorme dificultad que presenta para algunos aprender inglés, deberíamos considerar como es una lengua gramaticalmente plana, sin correlaciones entre número de hablantes y verbo—a excepción de la tercera persona del singular en tiempo presente—, y con tiempos verbales de única terminación. Mientras que sus hablantes afrontan cuantiosos inconvenientes cuando se aventuran a aprender español.

APRENDER A PERDER

Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto aplicar la gramática de una lengua simple cuando dominamos una lengua gramaticalmente compleja? Básicamente por vergüenza, o miedo al ridículo; conceptos negativos que debemos empezar a dejar de lado, perderlos totalmente.

Si hablas español, tu cerebro está predispuesto a entender reglas gramaticales simples, ya que el esfuerzo necesario para asimilar las complejas no es requerido.

Así que pierde el miedo, porque es lo único que te hará quedarte rezagado, atrapado, sin evolucionar ni expandir tus horizontes. Encuentra tu propio método para descubrir nuevos idiomas, ya sea mediante películas, series, literatura, poesía o, incluso videojuegos (sí, conozco a alguien que se lanzó a aprender japonés traduciendo videojuegos).

Y sobre todo, recuerda que “el arte de perder no es difícil de adquirir”, así que pierde el temor al fracaso y embárcate en la aventura de ganar: una nueva lengua, una nueva cultura, una experiencia enriquecedora e única.

___

*Me llamo Cristina Olmo, soy una catalana exiliada en Londres que además de inglés y español está luchando por aprender ruso. Actualmente trabajo para Linguasorb.com, una web de recursos gratuitos para aprender idiomas.