Por alguna razón, los seres humanos tendemos a fingir que no hemos vivido toda nuestra vida con nosotros mismos y que, por lo mismo, no sabemos cómo vamos a actuar.
Pero es eso, un fingimiento, porque en el fondo claro que lo sabemos.
Lo que pasa es que no actuamos como si nos conociéramos.
¿A qué me refiero?
Imagínate que te propones escuchar un podcast en alemán al día. Y entonces, en vez de decir,
Algo dentro de mí me dice que siendo como soy y estando mi vida como es, probablemente 7 episodios de podcast a la semana sean muchos, creo que debería ponerme una meta más fácil de alcanzar
Decimos:
Algo me dice que 7 episodios de podcast es mucho. Pero seguramente, como tengo mucha iniciativa y de verdad de verdad de verdad lo quiero hacer, me voy a esforzar (y forzar) mucho y lo voy a lograr, no me importa nada; ignoraré mis miedos y mis resistencias y CLARO QUE LO VOY A LOGRAR porque tengo que poder
Y en vez de escuchar 3 episodios de podcast a la semana, la meta factible, nos quedamos totalmente frustrados y pensando que tenemos que mejorar, que si tan solo tuviéramos más disciplina / menos distracción / más ganas / más [lo que sea] lo habríamos logrado.
¿Por qué seguimos empeñándonos en ponernos metas que no vamos a cumplir?
Creo que parte de esto reside en que pensamos que si nos aceptamos como somos vamos a dejar de mejorar como personas. Que si no nos ponemos metas “altas”, no vamos a crecer.
Y también tiene mucho que ver con que nos duele hacer evidente nuestras habilidades y capacidades actuales porque están muy lejos de ser lo que esperaríamos de nosotros mismos. Es una forma de no enfrentarnos a lo que no podemos hacer hoy.
Porque es mucho más fácil decir: «No, no pude, tendría que ser más [inteligente / capaz / talentosa / disciplinado] para lograrlo, y como no lo soy, bye a todo» (y entonces tirar los planes por la borda) que darnos cuenta de que todavía tenemos mucho que desarrollar en determinada habilidad.
Probablemente te pasa esto en varias areas de tu vida, no solo con los idiomas o los proyectos.
A mí muchas veces me pasa que compro comida (sobre todo vegetales) con la firme intención de que, ahora sí, esta semana sí, los cocinaré de una manera totalmente novedosa y comerlos no será para nada difícil.
Y-–oh sorpresa—al final de la semana me encuentro con que ni siquiera toqué las benditas verduras porque me olvidé por completo de su existencia. 😦
O algo que por fin aprendí, aunque no fue para nada fácil porque sentía que no era “cool”:
Que siempre siempre siempre siempre debo traer algo con lo que taparme del frío. Aunque haga sol. Aunque sea primavera o verano. Aunque me esté muriendo de calor justo en cuanto salgo de mi casa. Aunque… lo que sea.
Soy una persona que necesita cubrirse del frío cuando otras no, y ya, así soy.
(Y aun así, debo confesar que tan solo de escribir esto siento que la gente me va a juzgar y me va a decir que no invente, que no hace frío, bla bla bla. Ni modo).
Incluso me pasa con cosas tan pequeñas como: No voy a dejar como «no leído» este correo y sísí, sí me voy a acordar de comentarlo con Fulanita. (Es una trampa, sé que jamás me voy a acordar, mejor lo dejo como «no leído» y listo, me ahorro problemas y frustraciones y autoflagelaciones).
¿Qué se puede hacer?
Hay dos cosas que te invito a probar.
La primera es atreverte a mirarte tal y como eres, dejando de pensar que estás mal y que tienes que cambiar de preferencia lo más rápido posible.
Te lo juro, te lo prometo, te lo megagarantizo (what): no tienes que arreglarte porque no estás rota(o).
No tienes que exigirte ser de determinada forma que crees que te hará feliz o “mejor” o lo que sea.
De hecho, lo que yo he visto que funciona más para “mejorar” como persona es dejar de poner a luchar lo que somos hoy contra la imagen perfecta e idealizada que tenemos de nosotros mismos, porque entonces podemos ver nuestras verdaderas cualidades y fortalezas.
Si somos “menos que” esa imagen, solo podemos enfocarnos en lo que no somos y en lo que no tenemos.
En cambio, si somos lo que somos, hay mucha más oportunidad para vernos de manera global, con lo “bueno” y lo “malo”.
(Sí, ya sé que se dice fácil y no lo es tanto, pero es bueno tenerlo presente).
La segunda cosa que te invito a probar es, que si decides ponerte metas que significarían que te estiraras o que “cambiaras” para lograrlas, hagas un plan que de verdad vayas a seguir. (Es lo mismo, de hecho, haz un plan como si te conocieras).
Siguiendo con el ejemplo de los episodios de podcast, supongamos que estás 100% convencida(o) de que quieres escuchar 7 episodios a la semana, llueva, truene o relampaguee. Lo primero que tienes que hacer, después de elegirlo, es decidir por qué, cuándo, dónde y a qué hora del día lo vas a hacer.
Literalmente ponerlo en tu calendario, poner una alarma, un post-it, cosas que te lo recuerden.
Porque lo más seguro es que se te olvide que te propusiste algo ajeno a tu forma actual de hacer las cosas o de vivir tus días cotidianos. Incluso si te sientes tremendamente entusiasmada(o), esa emoción va a quedar en el pasado y tu propósito se te va a olvidar.
A veces pensamos que si tenemos que hacer un plan para cumplir nuestras metas, eso significa que no tenemos talento o que no somos tan inteligentes o tan [buenos] como creíamos, lo cual es totalmente absurdo.
Hacer un plan factible, amable, no habla mal de ti.
Cuando yo veo una persona que ha hecho un plan detallado, respetando su forma de ser, sus circunstancias actuales, el resto de sus necesidades, etc., no pienso que es la persona más loser del mundo; al contrario, lo que veo es que está comprometida con sus metas y que se está arriesgando a verse como es y a avanzar hacia lo que quiere ser a su propio ritmo.
¿Qué puedes hacer para facilitarle la vida a tu Yo del presente (tal y como es, como eres)?
Porque de eso se trata, esencialmente, de llevarse cada vez mejor con uno mismo.
¿Qué pasaría si comenzaras a tomar decisiones y a actuar como si te conocieras, como si ya supieras qué es lo que va a pasar si te pones en determinada situación?
En mi experiencia, lo que se encuentra después de eso es mucha, pero mucha paz.