¿Qué es lo primero en lo que piensas cuando escuchas la palabra «trauma»?
Seguramente, algo muy desagradable, relacionado con eventos muy fuertes y terribles, todas esas cosas que nos cimbran tanto que nos dejan una especie de cicatriz emocional.
Sin embargo, existen traumas de muchos tamaños, formas y colores.
Cualquier experiencia que percibimos como negativa y que hace que nuestro sistema nervioso entre en modo de lucha o huida por mucho tiempo se puede considerar un trauma.
Cuando alguien (incluso nosotras mismas) nos fuerza a hacer cosas que no queremos hacer, después nos queda una sensación de malestar cuando pensamos en eso. Yo he visto que esto pasa mucho en la escuela en general, y en las academias de idiomas en particular.
Cosas relativamente pequeñas como que…
- nos hacen pasar al frente cuando no queremos (o cuando nos da igual pero al final se terminan burlando de nosotros)
- nos fuerzan a presentar exámenes altamente estresantes para los que ni siquiera nos prepararon bien
- nos obligan a tomar clases con un maestro que no nos cae bien o que no nos gusta cómo es o cómo nos trata
- nos convencemos, contra nuestra voluntad, de escribir ensayos, preparar exposiciones, trabajos, etcétera
- incluso, que nuestros padres nos obliguen ir al colegio cuando les hemos dicho más de una vez que no queremos hacerlo
- nos quieren meter a la fuerza el inglés cuando ni siquiera nos gusta y no le vemos caso
- y muchos más eventos del tipo
Si al leer esta lista sentiste cómo tu estómago se apretó, ¡no estás sola/o!
Es casi imposible llegar a cierta edad, después de haber pasado por los diferentes niveles escolares, sin haber tenido al menos uno de estos traumas (o muchos otros que no tienen que ver directamente con el proceso de enseñanza-aprendizaje pero que se dieron al interior de la escuela, como el bullying).
Estos a-veces-mini traumas son resultado de la mala preparación de los maestros, de todo lo que está mal en los sistemas escolarizados y del paradigma dominante de la educación (sobre todo en América Latina).
En teoría, una vez que terminamos la escuela esto no tendría por qué ser un problema, excepto por una triste e importante razón:
Esos a-veces-mini traumas nos impiden estudiar idiomas (o lo que sea) por nuestra cuenta.
Una alumna me decía que, por alguna razón, el simple hecho de usar un cuaderno nuevo para un curso genera en ella una sensación horrible de «noquieronoquieronoquiero» porque le recuerda todas las veces que estrenó un cuaderno solo para dejarlo a la mitad.
O, por ejemplo, las tablas de verbos. Si le das a ciertas personas una tabla de verbos irregulares en inglés, sufren por dentro.
Cosas por el estilo, que si lo piensas fríamente no tienen mucho sentido, pues no son un tigre de bengala o un mamut del cual se tenga que huir porque nuestra vida está en riesgo, pero son y se sienten reales.
Traumas lingüísticos
Este término, que yo inventé (o si alguien más ya lo usó antes, juro que es coincidencia), son esos pequeños y no tan pequeños malestares que nos surgen, a raíz de una o varias experiencias negativas no deseadas en algún intento anterior por aprender una lengua, y que nos impiden retomar o iniciar el estudio de un idioma (o disfrutarlo si lo hacemos).
¿Cómo identificarlos?
El primer paso para saber si tienes un trauma lingüístico es responder a esta pregunta:
¿La idea de ponerme a estudiar [idioma] me genera alguna especie de sensación o emoción desagradable?
Si la respuesta es sí, es muy probable que tengas uno o varios.
(Aunque, claro está, también puede ser que simplemente no te guste ni te interese aprender una lengua o esa lengua en específico y está bien. No te tiene que gustar todo ni mucho menos).
En caso de que hayas leído hasta aquí y este texto haya resonado en ti, también es muy probable que tengas a-veces-mini traumas por ahí.
Muchos de estos a-veces-mini traumas suelen venir, como dije, de las clases que hemos tenido, pero también muchos vienen de nuestra propia frustración.
Si has intentado estudiar una lengua (o empezar cualquier proyecto) pero algo se interpuso entre tus planes y tú y te frustraste, ten por seguro que algo se quedó calcificado en tu interior —sobre todo si no lograste procesar esa emoción— que no te está permitiendo volverlo a intentar.
Señales
Si te identificas con alguna de las siguientes señales (no quiero llamarlas «síntomas» porque no estoy a favor de la medicalización de las cosas), probablemente esto de los traumas sea algo de lo que te detiene:
- Odias una lengua (casi siempre es el inglés el que acaba siendo odiado, pero puede ser cualquier otra)
- No te gustan las clases de idiomas pero tampoco estás logrando estudiar por tu cuenta, o no por más de un par de semanas seguidas
- Algo feo (de cualquier tipo) te sucedió y has notado que desde entonces te cuesta mucho trabajo establecer rutinas, respetar lo que dices que harás y en general tienes problemas con la autoridad que no tenías antes de El Evento Feo
- Sientes un hoyo en la panza cuando piensas que tienes que estudiar una lengua que no quieres aprender
- No tienes claro por qué, pero te da enojo, tristeza o angustia (o una mezcla de todo) la idea de sentarte a estudiar una lengua
- Hay algún tipo de material de aprendizaje (podcasts, listas de palabras, canciones, etcétera) que preferirías no volver a tocar en tu vida
- Te da una sensación de malestar pasar por el instituto donde estudiaste una lengua y preferirías depilarte las pestañas antes de regresar
- Fuiste a un viaje para aprender una lengua y pasaste por momentos de mucho estrés o incertidumbre o no te sentías del todo lista/o y fue más bien una experiencia desagradable
- Tienes detonadores: ciertas actividades, ideas, palabras, materiales, frases que alguien dice, nombres, lo que sea, que poseen la capacidad de cambiar tu estado de ánimo o te hace sentir profundamente mal solo que te recuerden que existen
- Piensas que algo anda mal contigo porque no deberías sentirte así y no entiendes de dónde viene eso y ves que otras personas se ven muy felices aprendiendo lenguas pero tú simplemente… no
En caso de que te hayas identificado con alguna o varias de estas señales, no temas.
Hay mucho que se puede hacer. No todo está perdido ni mucho menos. Al contrario. Esto es una oportunidad magnífica de conocerte y relacionarte mejor contigo misma/o.
Como dije, lo que menos quiero es que ahora vayas por la vida con la etiqueta de «persona traumada». Las etiquetas apestan. La idea es solo que comprendas un poco mejor qué te ha pasado (si es tu caso) porque poderlo nombrar es mucho mejor que no ser capaces de hacerlo.
El paso más básico y bebé que puedes dar en este momento, si te interesa ir un poco más lejos, es tomar una hoja o un documento en tu computadora / ordenador y responder estas preguntas con lo primero que te venga a la cabeza:
- ¿Qué me hace pensar que tengo un trauma lingüístico? ¿Cuáles serían las «señales» que muestro?
- ¿Cuál es la situación que más me genera el malestar o el recuerdo del trauma? ¿Cuáles son mis detonantes?
- ¿Cuándo empezó esta sensación? ¿Qué estaba pasando en mi vida?
- ¿Cuál es la emoción (o las emociones, ¡pueden ser muchas!) que me generan los detonantes (miedo, tristeza, enojo, angustia, frustración, impotencia…)?
- ¿Cómo puedo comenzar a mostrarle a mi sistema nervioso que ahora estoy a salvo?
Conclusión
Sea lo que sea te haya pasado, y si es un mini trauma o un maxi trauma o algo en medio, es importante que recuerdes una cosa:
Las reacciones que tienes, aun si son profundamente desagradables, lo único quieren hacer es cuidarte, evitar que vuelva a pasarte algo feo.
Si les das las gracias por protegerte, es más probable que se reduzca su intensidad a que si te peleas con ellas (de hecho, eso es lo peor que puedes hacer, forzarte y luchar para hacer cosas que no tienes ganas de hacer, porque solo te estás creando traumas a ti misma/o).
Esta entrada es solo una brevísima introducción a los traumas lingüísticos.
Con lo que quiero que te quedes si te viste reflejada/o aquí es lo siguiente:
Hay esperanza.
Se pueden hacer muchas cosas para solucionar esto.
Nada anda mal contigo.
Todas las personas traemos traumas de todo tipo a cuestas.
No es tu culpa.
Algo bueno saldrá de esto.
Me encanta el articulo , me gustaria si me puedes dar unas pistas , escuelas o tecnicas para trabajar eSto y poder aprender el idioma que quiero aprender. Saludos!
Que interesante lo que escribiste, siempre que leo alguna entrada en el blog se me cruzan un monton de ideas por la cabeza que nunca antes habia pensado.
Yo creo que si tengo varios de estos traumas, pero nada que este muy desarrolado como para uqe me impida aprender algo.
Es una lastima que mucha gente deje de aprender cosas en la vida a causa de estos «traumas» que tal vez la mayoria ni si quiera se imagina que podria ser eso (que podria ser un simple trauma que es posible superarlo). Y es aun peor el hecho de que en los colegios, y aun pero que en los primarios, se creen estos traumas por causa de la forma de enseñar o de los padres y sus «exigencias». Yo por suerte tuve padres un poco exigentes, pero como en el fondo a mi me gusta aprender nunca tuve grandes problemas en el colegio ni tampoco desarrolle algunos de estos traumas con profundidad, me siento un poco afortunado a veces.
Yo creo que sí eres afortunado, Nico. Saludos 🙂
Hola! Muy interesante tu artículo. Como profesora he visto mucha gente con estos problemas, pero lo que es yo… amo aprender idiomas! Y si bien sufrí más de algún traspié en los aprendizajes, siempre la balanza se mantuvo del lado de la las experiencias positivas con el lenguaje. Creo que ese es el mejor consejo (que ya antes lo has dado en este blog): llenarse de experiencias positivas con la lengua!
Exacto! Saludos, Claudia