Cuando le pregunto a la gente sobre los obstáculos que la detienen a sentarse a estudiar un idioma, normalmente viene a su mente que no tienen tiempo.
Pero hasta ahora nadie me ha dicho algo igual de importante pero mucho más invisible: lo que contiene el lugar donde se pretende estudiar.
Y vaya que es importante…
Todo lo que nos rodea nos hace sentir algo
Y lo que normalmente pasa es que, como no ponemos atención en esto, todo aquello que sentimos se vuelve en nuestra contra.
Sin embargo, hay por lo menos dos beneficios que podemos obtener si nos volvemos conscientes de que nuestro entorno modifica nuestro ánimo (y nuestra motivación) y hacemos algo al respecto:
- Recordar durante el día nuestra intención de exponernos al idioma
- Evitar distracciones y reducir la procrastinación
La idea detrás de esto consiste en vincular una pista visual con una actividad que deseas hacer, para añadir una acción.
O, si lo que quieres es romper un hábito o evitar distracciones, se trata de romper una asociación o evitar una pista que te lleve a hacer una actividad.
Suena muy complicado pero en realidad es sencillísimo, como verás.
Para recordar que es momento de repasar nuestras lecciones, algo que funciona es poner un libro o un texto a la vista por donde pases seguido.
O, puede ser algo que no esté escrito en tu lengua meta, (o que ni siquiera tenga nada escrito) pero que te recuerde tu interés o motivación profunda por aprender el idioma.
Puede ser en tu mesita de noche, o en un estante o mueble que veas seguido.
El secreto para hacer esto es que el objeto que pongas como recordatorio de estudiar no te genere una sensación negativa.
Si pones atención, te darás cuenta de que los objetos que vemos de manera cotidiana influyen en tu ánimo para bien o para mal.
El simple hecho de tener un escritorio con muchas cosas desordenadas encima hace que no nos den ganas de sentarnos a hacer nada, mucho menos de estudiar un idioma.
Y más que invitarte a que limpies tu escritorio (me consta de primera mano lo difícil que puede llegar a ser mantenerlo ordenado por más de una semana seguida), a lo que te quiero exhortar es a ir poniendo atención, en las habitaciones donde pasas más tiempo, en qué sensación te genera cada objeto presente ahí.
Lo más fácil suele ser identificar qué objetos te hacen sentir no-bien.
Muchas veces pasa que, sin que nos demos cuenta, las cosas que nos rodean nos traen malos recuerdos, nos generan arrepentimientos, nos hacen sentir culpables, incluso.
Ya sea porque fueron regalos de personas non-gratas, o porque fueron compras impulsivas, o porque simplemente los relacionamos con una versión de nosotros mismos que ya no somos.
Y cada vez que pasamos frente esos objetos, aun si no estamos poniendo atención, algo desagradable se activa en nuestro interior y nos impide acceder a la claridad mental que nos permite hacer cosas nuevas o avanzar en nuestros proyectos.
A mí eso me pasaba, de entre todas las cosas que tengo, con mis libros. Muchos de ellos están en unas repisas dentro de mi clóset / armario, pero tengo unos cuantos a la vista, en el librero de mi cuarto.
Un buen día decidí depurar esos libros y no solo quitar aquellos que relacionaba con cosas desagradables, sino todos los que no me encantaban.
Solo dejé aquellos que me hacían realmente feliz y que estaban actualizados con lo que realmente soy hoy en día.
Parece mentira que algo tan relativamente pequeño pudiera tener un cambio tan grande, pero en cuanto terminé de acomodar los libros que me daba felicidad ver, sentí como si un gran peso se me hubiera quitado de encima y empecé a sentirme bien cada que mis ojos pasaban por encima de ellos.
Te invito a hacer la prueba y observar lo que te hace sentir cada objeto que tienes. Obviamente, lo que se siente no es una pasión desbordante ni un odio infinito, sino una pequeña sensación de “Ash”, o de “¡me encanta eso!”. Pero cuando esas pequeñas sensaciones se van juntando, generan actitudes importantes.
Yo me resistía a hacer eso (y me resisto a hacerlo con otros objetos) porque en general me resulta muy pesado hacer limpieza profunda por todo el polvo que sale—y porque se hace un desastre aun más grande por varios días antes de que se vea el cambio—pero lo que más me hace resistirme es el miedo al vacío.
La sensación de: “¿qué va a pasar si termino tirándolo todo y me quedo con nada?”
Es como si prefiriera tener un montón de cosas obsoletas y anticuadas a tener un vacío actualizado.
Sé que es absurdo porque ese vacío no es un vacío, sino espacio para crear, para poner lo que sí quiero de mi vida. No se puede construir un edificio encima del otro, hay que tirar el anterior.
Pero igual da miedo la nada.
En fin.
Una vez dicho lo anterior, podemos pasar al inciso b), usar los objetos que nos rodean para evitar que el tiempo se nos vaya en algo que no nos beneficia.
Por ejemplo, si te das cuenta de que pasas mucho tiempo en Facebook, más incluso del que te gustaría, podrías poner tu teléfono celular en otra habitación de tu casa.
Esto te ayudará a romper la inercia que hace a este hábito difícil de abandonar.
Muchas veces, cuando el hábito es muy fuerte (como con casi todo lo que tenga que ver con los teléfonos móviles), puede ser que esto no sea suficiente, o que funcione durante un tiempo pero después deje de hacerlo.
Esto no quiere decir que el sistema haya estado mal diseñado, sino que es necesario añadirle otro elemento, como un recordatorio, por ejemplo.
Algo sencillo, como un post-it o una nota programada en el calendario de Google: “¿Todavía sigues dejando el celular en la cocina? ¿Recuerdas que era importante para ti? [carita feliz]”
En resumen,
Los lugares y objetos que nos rodean ejercen una influencia mucho mayor de lo que creemos, para bien o para mal, en nuestro estado de ánimo y nuestras ganas de llevar a cabo nuestros proyectos.
La buena noticia es que podemos deshacernos de (o simplemente esconder de la vista) todo aquello que no nos genera emociones positivas cuando lo vemos y, por lo tanto, aumentar nuestras probabilidades de seguir adelante con nuestros propósitos.
Si te decides a hacer la prueba y editar tu espacio para rodearte únicamente de objetos que armonicen con tu forma de ser y de pensar actual, no olvides contarme en los comentarios cómo te ayudó en tu aprendizaje del idioma que estás aprendiendo.
Estoy segura de que te sorprenderá la diferencia 🙂
Hola Georgina y gente de NOL
creo que en el mundo de carreras que se vive hoy, la premisa de un lugar para aprender es un poco ansiosa y alejada de la realidad si se es un poco perfeccionista como sucede con nosotros que amamos los idiomas.
tampoco quiero restarle mérito al concepto de armonía que pueda dar un espacio, pero si creo que puede ser más práctico llevar esas sensaciones a los diferentes ámbitos no programados de la vida y los objetos que aparezcan de camino.
Saludos desde Costa Rica
Hola, Moisés.
Tienes razón, no es tan práctico muchas veces encontrar un lugar fijo.
La idea del artículo es solamente llamar la atención hacia cómo lo que nos rodea nos hace sentir, sobre todo en los lugares en los que más tiempo pasamos (indpendientemente de si estudiamos ahí o no) porque sí tienen un efecto importante en nuestro estado de ánimo.
¡Saludos!
Interesante y cierto. ¡Muchas gracias!.
🙂
Hacia mucho que no entraba al blog y la verdad es que me arrepiento, no se porque deje de leer tus publicaciones con lo útiles que son.
Nunca me había puesto a pensar en esto que mencionas en esta entrada, lo único que se es que estando en mi cuarto pocas veces me dan ganas de estudiar o practicar algo, de hecho tuve que dejar de estudiar japones hace unos 3 meses porque no podía organizarme en una rutina de estudio para ir avanzando (porque iba a clases particulares) y no tiene sentido pagarle a un profesor para después no dedicarle el tiempo que es debido al aprendizaje. Pero justamente en una semana quería volver a empezar y quien sabe, tal vez este sea el empujoncito que necesito para poder dedicarle el tiempo que se merece el idioma, jaja.
Voy a poner en practica lo que planteas aca 😉
Saludos geo.
¡Espero que lo sea, Nico!
Saludos 🙂