Álex Grijelmo, El Genio del Idioma, Taurus, 2004, 257 pp.
Cuando leí el título de este libro por primera vez, de inmediato pensé en un genio que sale de una lámpara, un ifrit, un ser que cumple deseos con trampa, en fin, algún tipo de divinidad tutelar.
Y, en efecto, dentro de las páginas de este libro se revela a un ser como aquellos del mito, que tiene su temperamento y vive indefinidamente; siendo la única diferencia que no se le tiene confinado dentro de una lámpara, sino dentro del idioma, pues es el genio de la lengua española.
El genio de la lengua es el espíritu manifiesto de aquellas reglas casi tangibles sobre las cuales se ha formado el lenguaje español, pues pareciera que fueron establecidas por un alguien desde el momento en que el castellano se alejó del latín y comenzó a hacerse de una identidad propia.
Gracias a esta identidad, los hablantes podemos formar frases nuevas intuitivamente, añadir nuevos términos a la medida necesaria y explorar el acervo de nuestra lengua mientras él toma las decisiones definitivas de cesar o permitir los cambios al largo plazo.
Grijelmo nos ejemplifica los diversos métodos del genio, desde cómo trata a las palabras extranjeras (sean préstamos, calcos, adaptaciones o falsos amigos) de las que hacen uso los hablantes, hasta su modo discreto de adaptar términos a la nueva época electrónica (como cuando “colgamos” el teléfono aunque este sea portátil y no se ponga en la pared )
De la misma manera nos presenta las diversas cualidades del genio, pues este es analógico, ordenado, conservacionista, melancólico, sencillo y preciso, entre otras cosas; y todo lo anterior se antepone al comportamiento natural del idioma a través de los siglos y se condensa en el libro con acertadas analogías.
Un ejemplo del trato que se le da a las cualidades del genio es el siguiente, que habla de su conservacionismo:
“El espíritu conservacionista le llevó al genio a proteger las palabras propias, los árboles y los animalillos con los que había crecido en su bosque. Por eso le molestan los extranjerismos a los que corresponde un equivalente al español: por que pisan las palabras autóctonas hasta secarlas. No sólo eso, sino que dejan sin agua también a algunas de los alrededores. Los extranjerismos tienen la puerta abierta si traen frutos nuevos. Habrán que acomodarse, eso sí, a las características de este bosque, usar el mismo riego y vivir de la misma savia. De otro modo, sencillamente no le gustan,” (p. 98)
También nos presenta lo significativo que es el genio en quienes más influencia tienen en el idioma:
“No deja de tener importancia este hecho: fueron los analfabetos quienes crearon nuestra lengua, poseídos por el genio del idioma. Y todavía hoy, las clases menos cultivadas siguen teniendo una intuición formidable de la lengua que hablan, en la que sólo yerran cuando abandonan sus acervos léxicos para adentrarse en aquellos que le resultan ajenos. El genio sigue en ellos. Como ha escrito Eugenio Coseriu, lo que el hablante ingenuo piensa de su lengua es decisivo para su funcionamiento” (p. 55)
El atractivo de este libro radica en la flexibilidad con la que se ha realizado una analogía que cubre por completo los temas que se tratan, y esto no es algo que deba tomarse a la ligera, pues Grijelmo lo ha hecho de una manera satisfactoria y no titubea en abarcar la historia de nuestro lenguaje con su mitología.
Recorrer las páginas de este libro fue como unir los puntos que finalmente forman la silueta de un alguien quien pareciera estar presente en cada lenta resolución que se ha llevado a cabo en nuestro idioma, y sin duda nos hace notar lo extraño que es que no exista, en realidad, una sola entidad quien toma decisiones por nosotros y nuestro hablar.
Pero honestamente creo que será difícil el no pensar en que el genio está presente cuando las palabras caigan en desuso y nuevos vocablos emerjan al pasar de los años, pues este libro pinta una convincente imagen de un genio que está a cargo de la lengua.
Aun si la idea del genio te parece ridícula, te recomiendo que lo leas, pues su contenido no se diluye si dejamos aparte al genio; y es un sólido e intrigante título que te dejará pensando, quizá, en tus propias analogías.
muy linda entrada!!!! hacía meses que no podía comentar la página! debe haber habido una falla o algo , hoy probe y pudeee!!!!! sigo todas tus entradas, muy interesantes y la verdad que cuando leo una me dan ganas de no parar ni de estudiar ni de leer!!!!!!!! jajajajaja gracias por la paciencia de escribirnos y de publicar lo que escribimos, saludos desde Argentina, Bautista 😀
Hola, Bauti! Qué mal y qué raro que no hubieras podido comentar. Me da gusto leerte otra vez 🙂