Quizá sea difícil de creer, pero la mayoría de las veces lo que menos importa es qué método uses para aprender otro idioma. Hay un factor fundamental para poder seguir aprendiendo, y no tiene tanto que ver con el método como con la forma en la que te relacionas con él.
Lo que realmente importa es que sea sostenible en el tiempo, es decir, que tenga ciertas características que te hagan mantener un sistema para aprender y avanzar al paso de los meses y los años.
Tengo la teoría de que somos muy malos, en general, para volver sustentables los proyectos propios porque siempre hemos tenido un sistema externo que nos ayude, como la escuela con cierto número de clases y de grados y fechas de entrega, etc.
Pero, ¿qué pasa cuando eres autodidacta y nadie te está exigiendo reportes?
Si eres como yo, seguramente has intentado motivarte, presionarte, amenazarte y hasta sobornarte con tal de mantenerte a flote cuando comienzas a dejar de lado tu plan de aprendizaje, sólo para darte cuenta de que después de una o dos o tres semanas lo abandonaste.
Es totalmente normal.
Hay muchos elementos en juego al momento de intentar hacer algo sostenible. Algunas pistas para saber si un proyecto va a poder mantenerse en el tiempo son las siguientes:
1. Que sea difícil pero no tanto.
2. Que se necesite esforzarse pero no explotarse.
3. Debe tener un poco más satisfacciones y logros que frustraciones.
4. Ha de poseer el nivel exacto de incertidumbre para que se vuelva emocionante.
5. Tiene que ser entretenido o divertido. Agradable, pues, y no un suplicio.
6. Debe tener un propósito. (Eso de la «intención«.)
7. Es recomendable que tenga una fecha de fin, aunque no indispensable, pues empresas como la adquisición de otra lengua en realidad nunca terminan.
8. Se debe sentir que uno va subiendo niveles, es decir, el progreso debe poderse medir visiblemente.
Entre otras.
Como he dicho en entradas anteriores, tiene que ver con encontrar el punto exacto de esfuerzo, de motivación, de dificultad y de disfrute para que sea un reto todo el tiempo, pero que no sea demasiado frustrante.
Sin embargo, para esta entrada sólo me enfocaré en aquellas veces en las que dejas un proyecto porque
1) es demasiado desafiante o
2) es tan fácil que es aburrido.
Si es demasiado fácil no vas a considerarlo como un logro (y todos queremos logros), y si es demasiado difícil o extenuante, vas a desarrollar un pequeño trauma y una que otra creencia negativa en tu contra.
Se trata de encontrar el límite y hacerse al hábito de preguntarse frecuentemente lo siguiente:
¿Todavía quiero hacer lo que me propuse?
¿Me esta costando demasiado trabajo?
¿Me está resultando demasiado fácil, (tanto que es aburrido)?
Existe una jerarquía. De más importante a menos relevante:
1. Que sea sustentable.
2. Que sea rápido.
Supón que has encontrado que tu sweet spot (como se dice en inglés) es escuchar un podcast en italiano a la semana, y que llegaste a esta conclusión después de haber intentado escuchar un episodio al día y darte cuenta de que después de unos días lo estabas dejando de lado y preferías hacer cualquier otra cosa que no tuviera nada que ver con el idioma, pero no porque no te gustara, sino porque sentías que era demasiado y te abrumabas.
Ahora supón que, por lo tanto, decidiste escuchar un mismo episodio del podcast dos veces durante el miércoles, (el día en el que tienes un poco más de tiempo), y aunque sientes que en comparación con otros estudiantes va más lento de lo que le gustaría, este cambio resultó ser tan sustentable y efectivo que llevas 4 meses así y ahora ya le entiendes a las canciones que escuchas en el restaurante de pizza que visitas, lo que te ha motivado, además, a leer media hora al día en italiano y a sentirte muy feliz con tu progreso.
Para lograr algo parecido, se puede poner atención a dos cosas:
1) al momento en el que ya no estamos estudiando como dijimos que haríamos y
2) qué es lo que sentimos al explicar nuestra aparente indiferencia o «falta de motivación».
Así, si escuchamos lo que decimos cuando justificamos por qué dejamos la actividad que nos habíamos sugerido a nosotros mismos, encontraremos hacia qué lado se inclina la balanza: ¿es demasiado o muy poco?
Si es demasiado
Pistas para saber que tienes que disminuir la intensidad:
- Sientes miedo a volver a fracasar (una especie de temor como si te hubiera mordido un perro).
- No entiendes por qué te hiciste pasar por algo tan feo.
- Aversión a hacerlo o al idioma en sí.
- Sensación de que eres débil y no tienes fuerza de voluntad.
Cómo bajarle:
Parte a la mitad lo que hiciste el día que te espantaste (suponiendo que quieras seguir haciéndolo), y luego pártelo a la mitad otras dos veces, y haz eso. Por ejemplo, si leíste un libro de 100 hojas completo, lee ahora sólo 12 páginas.
Lo importante aquí es descansar, claro, pero sobre todo se trata de regresar y volverlo a intentar con el fin de evitar que se genere un trauma y que jamás lo retomes, porque con el tiempo se va a hacer más grande ese temor (que sólo intenta protegerte de que vuelvas a pasar tus límites) y en realidad no se trata de una amenaza grande. Puedes leer más sobre este fenómeno aquí.
Si es muy poco
Pistas para saber que le tienes que subir de intensidad:
- Sientes indiferencia frente al aprendizaje de la lengua.
- Te da flojera, no le ves caso, y hasta se te olvida que habías dicho que estudiarías.
- Preferirías hacer cualquer otra cosa más entretenida y estimulante.
- Sensación como de que ya hiciste lo que tenías que hacer, pero sin la satisfacción de un logro.
Cómo subirle:
Por ejemplo, puedes convertirlo en un juego: «aprenderme 10 palabras al día de aquí al viernes a media noche». Lo realmente importante es que no estés seguro de si lo vas a poder hacer, pero que haya una posibilidad de que sí lo logres. Experimenta con varios retos (con más material, más tiempo de estudio, más fechas límite) hasta que encuentres uno a un buen nivel.
__
Si alguna vez has hecho algo que nadie te obliga a hacer (como cualquier hobby) por mucho tiempo, seguramente fue porque te volviste bueno para hallar este nivel óptimo de dificultad y desafío. Intenta recordarlo y extrapolarlo a los idiomas y podrás mantener tu aprendizaje durante mucho tiempo.
También es muy útil ver todo lo que has hecho durante años y años sin siquiera ponerte a pensar si te gusta hacerlo. O copiarle a las cosas que están diseñadas para ser sustentables (y hasta adictivas) como los videojuegos, por ejemplo.
Y si pones atención en este proceso y entiendes qué es y cómo funciona, podrás volverte muy persistente frente a este tipo de obstáculos internos (que casi siempre son los más difíciles de superar):
si te ves tentado abandonar algo (no sólo relacionado con los idiomas) podrás preguntarte si se ha vuelto demasiado fácil o demasiado difícil, y podrás hacer ajustes y experimentos para encontrar formas de acercarlo más a tu nivel.
____
Foto (que no tiene nada que ver) de Sérvulo Torres
__
Para quienes no podemos partcipar en tu «Cookie jar» por motivos de factibilidad, privacidad y monetarios, ¿cómo entonces, a manera de agradecimiento, te podemos compartir un e-book?
Hay una página de Contacto en el blog; o con un link de Dropbox, dependiendo del formato. Gracias y saludos
Gracias por tu trabajo tan desinteresado en nombre nuestro.
Es un placer, Claudio 🙂
Interesante,
Completa identificación, de pronto hay momentos en que uno se pregunta si verdaderamente vale la pena aprender otro idioma, esa «indiferencia» que mencionas.
Supongo que aquí la palabra clave es perseverancia.
Muy buenos consejos, Gracias.
Gracias, Tomás. La perseverancia es una gran opción.