Sociolingüística o: Dime cómo hablas y te diré quién eres

Es común tener la impresión, cuando nos acercamos a otra lengua, de que el idioma que estamos aprendiendo es homogéneo.

Pensamos, por ejemplo, que todos los japoneses hablan exactamente igual, y que si tan sólo aprendemos ciertas reglas gramaticales vamos a poder comunicarnos a la perfección con todos.

Sin embargo, seguramente has escuchado la historia de alguien que llegó a otro país después de haber estudiado su lengua durante varios años, sólo para darse cuenta de que no comprendía n-a-d-a de lo que la gente estaba diciendo en las calles.

Pocas cosas son más desesperantes.

En esta entrada te explicaré por qué sucede eso y cuáles son las fuerzas que esculpen tal fenómeno, pues ese es el objeto de estudio de la sociolingüística, la disciplina encargada de estudiar lo que sucede con la lengua en la sociedad y con la sociedad en la lengua.

Successful integration / Gelungene Integration

La lengua no es homogénea

Ya había hablado de cómo las lenguas no son una sola cosa cuando escribí acerca de los dialectos. Sin embargo, incluso dentro de una misma región geográfica la gente habla distinto. Tiene que ver con muchos factores, como la edad, el género, la ocupación, la clase social y la educación que se haya recibido.

Así, no hablan igual las mujeres de clase alta que los adolescentes que no saben leer, ni se expresan igual los abogados que los doctores en matemáticas aunque todos hablen español (la misma lengua). A este tipo de diferencias se les llama «dialectos sociales» o «sociolectos». 

Como dice Suzanne Romaine, «los dialectos regionales revelan de dónde procedemos y los dialectos sociales qué estatus tenemos».

Además, por si fuera poco, las actitudes frente a estas diferentes formas de hablar tampoco son homogéneas. Algunas personas muestran aceptación por determinadas maneras de expresarse (incluyendo la propia, evidentemente) mientras que otras juran que como habla X grupo es lo más feo que han oído y que eso no puede ser considerado «hablar español».

Así, la lengua va cambiando a medida que se tiene una opinión —a nivel social— sobre cuán prestigiosas nos resultan algunas palabras o frases.

Por ejemplo, el latín se convirtió en español (y en el resto de las lenguas romance) porque las personas que lo hablaban iban decidiendo que alguna palabra o determinado fonema se oía «elegante» o «corriente» y, por lo tanto, lo usaban más o dejaban de usarlo. Si cuidamos nuestra forma de hablar es porque nos gusta pensar que sonamos como personas con estatus.

Estigma social

Lo contrario del prestigio es el estigma. Cuando a una manera de hablar se le asocian actitudes negativas, comienza a estar estigmatizado y, por lo tanto, se vuelve una especie de tabú hablar «mal» o «incorrectamente».

En realidad, el problema con pensar así radica en que la lengua en sí misma es inocente, pues no tiene la culpa de los prejuicios y opiniones asignados contra las personas de cierto(s) grupo(s) social(es). El lenguaje sólo existe para que podamos comunicarnos, y las actitudes frente a otros usuarios del mismo son sólo una construcción social (relacionada con nuestras ideas sobre el poder y el estatus), no una realidad lingüística, y mucho menos algo inherente a las palabras o sonidos o frases mismas.

Tomemos por ejemplo las groserías. El uso de insultos y otro tipo de palabras altisonantes está regido únicamente por las normas que nos enseñaron nuestros padres sobre cómo funciona la sociedad. Esas palabras no significan nada agresivo por sí mismas, sino por el uso que se les ha dado.

Todos los hablantes tenemos en la cabeza un montón de reglas sobre cómo mediar nuestras expresiones frente a distintas personas: sabemos que si nos referimos con groserías al director de la empresa nos podemos meter en problemas, pero que no pasa absolutamente nada si las decimos con nuestros amigos. De igual modo, tenemos claro que si hay niños cerca debemos evitar la altisonancia. Como si no hubieran oído cosas peores…

¿Por qué molestarse?

Es importante tener esto en mente, sea como hablantes de nuestra propia lengua o sea como aprendices de una segunda.

Como hablantes de nuestra lengua materna, hemos de tener precaución para no usar palabras o construcciones que puedan estar estigmatizadas, pues como la gente no sabe de lingüística y no entiende este tipo de conceptos, automáticamente nos pueden asignar características negativas (ignorante, pobre, tonto, etc) sólo por nuestra forma de hablar. Para solucionarlo, hay que poner mucha atención en cómo hablan las personas con más estatus.

Asimismo, hemos de tener cuidado antes de juzgar a una persona por la manera en la que habla. Podemos pensar para nuestros adentros que un sociolecto distinto al nuestro suena horrible, pero tenemos que recordar que sigue siendo «hablar nuestra lengua», y que a fin de cuentas lo estamos comprendiendo (a menos que sea una jerga diseñada con la finalidad de hablar en un código secreto).

En cuanto a nuestro papel como aprendices, lo que debemos tener en cuenta es que si viajamos al país en el que se habla la lengua que aprendemos, muy probablemente nos vamos a encontrar con que la gente habla muy distinto a como nos enseñaron en las aulas.

Esto sucede porque en las clases y en los métodos de enseñanza nos muestran la lengua estándar, es decir, una construcción casi artificial que puedan comprender todos los hablantes de un mismo idioma. Nadie habla con la lengua estándar en la vida cotidiana a menos que haga un esfuerzo. Mucho menos si se trata de lenguas habladas por muchas personas, pues entre más se extienda, más propensa a la variación se vuelve.

La única forma de aprender a usar todos los matices sociales (de los registros formal e informal, o de algunas palabras estigmatizadas o prestigiosas) es insertarnos en la sociedad en la que queramos encajar e imitar todo lo que se pueda. Supongo que también se puede leer al respecto, pero nada sustituye la experiencia de primera mano y una mente llena de curiosidad.

E, independientemente del idioma, el dialecto o el sociolecto que hablemos, es nuestra obligación moral recordar que cualquier manera de usar lengua es correcta mientras podamos comunicarnos.

Aunque suene feo según nosotros.

Aunque la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española digan que no es recomendable.

Aunque difiera de lo que nos enseñaron en la escuela o lo estipulado en las gramáticas y diccionarios.

Nos puede parecer todo lo desagradable que queramos, e incluso nos podemos burlar de cómo hablan otros, pero en el fondo hemos de tener presente que la lengua es neutra y nuestras opiniones sobre ella son sólo eso: ideas. Son dos cosas distintas.

Nota final

Después de superar el enojo que implicó saber que toda la gente que yo creía que hablaba «mal» en realidad sólo habla como le enseñaron (igual que todos), me sentí feliz de apreciar que la diversidad de culturas no es algo exclusivo de nuestro contacto con países exóticos, sino que se encuentra presente en todos lados.

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Foto de Daniela Hartmann

7 comentarios en “Sociolingüística o: Dime cómo hablas y te diré quién eres

  1. Karla Reyes

    Soy estudiante de la Facultad de Lenguas de la UAEMex y actualmente estoy trabajando en conjunto en una investigación para estudiar un fenómeno muy particular dentro de la comunidad estudiantil se trata de las interferencia léxica que hay de groserías (ya sea del inglés o del francés) que utilizan los chicos dentro de la institución o en su vida cotidiana. Lo interesante es saber si realmente los chicos saben del significado de esas palabras como «fuck» «merde» «mother fucker» etc. o si solamente las utilizan para ser socialmente aceptados o por que se oye bien. Quisiera saber si has estudiado algo similar o tu punto de opinión.

    Gracias.
    Atte. Karla Reyes.

    1. Georgina

      Hola, Karla. Me gusta su tema de investigación. En mi opinión me parece que puede haber más de esas dos opciones que das «ser socialmente aceptados o porque se oye bien». Creo que también puede ser porque da risa y causa sorpresa, pues una manera en la que usamos el lenguaje también es para jugar con las palabras, para generar risa. Y también puede ser porque piensan que los adultos no entienden, y entonces es una especie de código secreto entre ellos. Pueden ser muchas cosas, y lo más curioso es que a veces ni ellos mismos entienden por qué lo hacen. Ojalá compartas conmigo y los lectores de este blog lo que encuentres, será interesante 🙂

      1. Karla Reyes

        Muchas gracias por leer mi comentario 😀 y efectivamente muchas de las palabras peyorativas que se utilizan dentro de la Facultad sirven como un código y si para desgracia o fortuna de muchos no saben realmente la carga de significado que llevan en si, pero sin embargo apoyo el comentario donde afirmas que es gracioso decirlas y eso es cierto puse atención a una de las conversaciones que tuve que mis amigos y cuando alguno de ellos decía alguna de estas palabras de inmediato se escuchaban carcajadas, hay otro fenómeno importante y algo curioso, muchos maestros nativos ya ses de Canadá o E.U.A que imparten clase en la institución prefieren que los alumnos digan las groserías en español que en inglés o francés, que podemos destacar de esto que la carga sociocultural del individuo juega un papel muy importante dentro de este pequeño fenómeno.

  2. Nacho

    Hermosa publicación, muy informativa e interesante.
    Realmente debo admitir que disfruto mucho de tus publicaciones.
    También me molestaban las «malas» (en realidad, diferentes) formas de hablar y escribir, pero tienes razón al apreciar la diversidad cultural que ésto representa para nuestro idioma.
    Un saludo desde Argentina.

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