Después de la entrada anterior, me quedé pensando en el entusiasmo. Sobre todo en aquellos momentos en los que estar poseído por esa emoción conlleva mucho esfuerzo, o mucha dedicación.
En esta entrada, la autora, quien no vió objeción a escribir estas líneas en tercera persona, plantea otra idea para experimentar con distintas formas de conducirnos en presencia del entusiasmo.
Por ejemplo, una historia.
Hace no mucho, estaba muy emocionada sobre un plan que me había venido a la mente (llamémoslo Cocinar Recetas, aunque no tiene nada que ver con deliciosa comida).
Había conseguido administrar el entusiasmo, recordar lo que quería hacer, encontrar razones por las que era una excelente idea Cocinar esas Recetas y puse manos a la obra durante toda una semana. Fueron siete días fabulosamente productivos y «logradores». Digno de recordarse.
Pasó la semana, pero como seguía emocionada, quería continuar a ese paso durante la siguiente semana. Después de todo, había conseguido Cocinar Recetas que jamás había logrado cocinar.
El domingo, que es cuando planeo la semana que sigue, no quería planear la semana que seguía. Me sentía un poco triste y no quería saber nada de Cocinar o de Recetas. Pero todo había sido maravilloso, así que me exhorté (de buen modo, como siempre) a continuar con el plan.
Llegó el lunes y aunque sabía cuáles eran los pasos que tenía que dar para tener otra semana fabulosa de Cocinar Recetas, realmente no tenía ganas de hacer nada.
Luego de usar dos horas de mi vida leyendo reseñas de gente grosera sobre libros de Amazon que jamás compraré, de un «¿Qué estoy haciendo?» y de alejarme de la computadora, recordé algo que según yo ya había comprendido, pero que, por lo visto, necesitaba insertarse mejor en mi memoria:
Una época fabulosamente productiva siempre trae consigo (la necesidad de) una época fabulosamente restaurativa. No puede existir una sin la otra.
Esto se puede ver de dos maneras:
Por una parte, saber que resulta prácticamente imposible sostener un esfuerzo real por mucho tiempo* nos da la libertad de no sentirnos mal cuando intentamos fallidamente mantener una racha de «fabulosidad».
Podemos entender que «todo lo que sube tiene que bajar» y que estar «abajo» no sólo es normal, sino totalmente indispensable para que sea posible volver a «subir».
Por otra parte, podemos usar para nuestro provecho la posibilidad de predecir con bastante exactitud la mayoría de los momentos en los que no querremos hacer nada. (Pista: justo después de haberlo hecho todo).
Así, como parte de una práctica avanzada, conseguiríamos organizarnos de tal suerte que veríamos nuestra capacidad de esforzarnos como es en realidad (un ciclo de esfuerzo y descanso, de entusiasmo e indiferencia), y no como se supone que debería ser (logro tras logro tras logro tras logro tras logro).
*Mis respetos + mi absoluta admiración hacia las personas que parecen incansables, como los estudiantes universitarios y quienes tienen más de un trabajo. Confío en que pronto puedan restaurarse como se merecen.
Oh, la utopía
Si esto se pudiera instaurar en las clases de idiomas (o en todos lados, mejor), se lograría más a largo plazo y se aprendería con mayor éxito. Una persona agotada –o sea, que no ha pasado por la época fabulosamente restaurativa– puede realizar muchas menos tareas que alguien que acaba de descansar.
Quizá en algunos años todos comprendamos cabalmente este concepto, y quizá las instituciones lo implementen. Mientras eso sucede, podemos comenzar a dejar de pensar que nos está pasando algo malo cuando no tenemos ganas de hacer nada después de haber estado involucrados en cuerpo y alma en un proyecto.
E instaurarlo en la medida de lo que podamos, marcando días de descanso más o menos obligatorios después de semanas pesadas, encontrando actividades que nos recarguen las baterías metafóricas que tenemos.
Da un poco de miedo porque una parte de nosotros cree que nos vamos a quedar ahí, como una especie de bulto inactivo, pero no es así.
A modo de resumen
Normal y necesario: no querer repasar apuntes durante las vacaciones entre niveles de las clases de árabe (cof cof).
Normal y necesario: pasar toda la tarde leyendo entradas pasadas de tu blog favorito después de haber hecho un examen difícil. Vamos, que hasta Twitter funciona.
Normal y necesario: ser, durante un tiempo, una «papa de sillón», como se dice en inglés (couch potato) luego de hacer algo que te daba miedo.
Normal y necesario: sentir la mayor de las indiferencias (y hasta un poco de incomodidad) por algo que te entusiasmaba mucho.
Normal y necesario: que de repente se te quiten las ganas de aprender idiomas en general, o de subir de nivel en particular. Sobre todo si llevas años y años haciéndolo sin parar. Déjalo ser, ya regresarán.
Todo se vale, en realidad.
__
P.D.: Me acabo de dar cuenta de que esta entrada coincide con que se acercan las vacaciones de Navidad. No era mi intención, pero supongo que se pueden aprovechar para irse familiarizando con esta dimensión del esfuerzo.
Foto de Tim Green
Bueno siempre estoy al tanto de tus entradas y las que mas me gustan las comparto con amigo en lo general siempre recomiendo tu blog porque aparte de aportar como adquirir una nueva lengua nos entregas muchas cosas de la vida diaria de cada uno de nosotros en varias ocasiones me siento reflejado con algunas entradas y mis amigos me dicen donde leíste eso? y bueno les envió tu sitio y quedan maravillados gracias por tus buenos aportes y esperamos sigas por mucho tiempo mas saludos 😉
Te agradezco mucho, Dave, significa mucho para mí lo que escribiste. Saludos 🙂
Como siempre, encuentro este blog más que útil y me vi totalmente reflejada en este post… creo que mi cerebro se cubrió con teflón por tanto cansancio que traigo desde que empecé a estudiar alemán y a vivir en este maravilloso país (¡no paro!)
De hecho, mi cuerpo me pidió desconectar la semana pasada. Me dio una gripe bastante fuerte y lo único que quería hacer era ¡dormir! Así que eso hice: pero creo que me falta más descanso.
Un abrazo, Georgina.
Es verdad, el cansancio causa teflón. Gracias, Lourdes, y abrazos para ti también.
Como siempre, fiel relejo de mi misma 😀 mucha razón, si no descansamos y desconectamos es muy dificil seguir siendo productivos al 100% cuando estamos trabajando-estudiando.. la cuestión es mimarnos un poco y permitirnos descansar sin tener ese remordimiento de conciencia de «deberías estar haciendo algo mas productivo» en la cabeza 😉
Buen post, como siempre =)
Mimarse suena taaaan adecuado y exacto. ¡Gracias!