Un poco de amabilidad

El otro día fue de esos días en que me da por odiarme* a mí misma.

No mucho, y no todo lo que soy. Sólo a la parte de mi que me impide hacer cosas por razones misteriosas.

*Cuando digo «odiarme» no me refiero a esa emoción tan pesada y fuerte que es el odio real. Es algo más humano, menos contundente. Seguramente entiendes a qué me refiero.

Estaba en el metro. Era una de esas pocas veces en las que sí se podía respirar, porque no había tanta gente. Iba yo sola, y muy cerca de mí escuché a un hombre preguntando algo.

Su interlocutor, un mexicano, intentaba explicarle algo en un inglés rudimentario, pero el señor sólo hablaba francés, como después inferí de algunas palabras que intentaba decir en español. Lo bueno de haber oído mucho francés es que después puedes identificar la forma en la que sus hablantes hacen sonar otras lenguas.

La cuestión es que el francés (podía ser canadiense o belga, pero digamos que era francés) estaba muy perdido, algo nada difícil en esta ciudad.

Cuando escuché los infructuosos intentos de comunicación entre el mexicano y el francés, tuve esa sensación de certeza en el estómago de que era mi turno intervenir para ayudar al señor francés porque yo hablo esa lengua.

La dejé pasar porque la estación en la que me correspondía bajarme era la siguiente. No me iba a dar tiempo de ayudarlo.

Y justo cuando salí a la estación, el francés también se bajó del vagón con su cara de perdido. Otra vez tuve esa sensación de certeza en el estómago (si creyera en esas cosas diría que el que se hubiera bajado era una señal de que tenía que ayudarle), y ya estaba practicando cómo me iba a acercar al señor:

Salut, monsieur. Où allez vous? Est-ce que je peux vous aider? Je parle français… Y luego mostrar algo así como mi mejor sonrisa, para no espantarlo.

now-i-have-one-:)

También había imaginado su reacción al escucharme hablar francés: él feliz de que alguien pudiera entenderle y ayudarle, diciéndome incluso que mi acento no era tan marcado (alguna vez me dijeron eso) y quizá hasta acompañarlo al buen camino que lo fuera llevar adonde iba. O qué sé yo; algo bueno. Ya me estaba animando.

Sin embargo, al final me dio miedo y huí. Dejé al pobre señor con su cara de perdido en la estación (que, por cierto, es de las más difíciles de navegar) y me dediqué la siguiente hora a odiarme a mí misma.

Bueno, no a mí misma. Sólo a la parte de mí que no me dejó hablarle al francés en su idioma, o en español, o en cualquier lengua humana, puesto que todas las horas que pasé estudiando francés, y las que he dedicado a hablar de cómo las lenguas son maravillosas, se sintieron como tiempo perdido.

$%#@&!

Esa experiencia me sirvió para terminar de entender algo que llevaba unos meses nadando en mi cabeza:

No es muy fructífero odiarte a ti mismo.

Todavía no comprendo muy bien por qué me acobardé. Cuando le conté a mi mamá, me dijo que quizá me había quedado demasiado clara su lección —que es en gran parte cultural— de «no hables con extraños».

No creo que sea eso, pero lo cierto es que tuve una razón legítima —aunque desde fuera parezca tonta e irracional— para no hablarle a ese extranjero extraño.

Busqué más respuestas. Me pregunté qué es lo que me pasa en estos casos. Surgieron voces en mi cabeza:

«¿Y si no me entiende o no me escucha?»

«¿Y si otros mexicanos me oyen y piensan que soy una presumida y me ven feo?»

«¿Y si me confundí y no hablaba francés sino otra lengua que no conozco y hago el ridículo

«¿Y si el señor no necesitaba ayuda?»

«¿Y si, cuando le hablara, sólo me veía raro y salía corriendo la dirección contraria?»

Recordé que habría podido lidiar con cada una de esas situaciones, y que no habría pasado a mayores porque nadie habría muerto.

Pero en ese momento no tenía claro que, si no me acerqué a ayudar al señor, fue porque todos esos escenarios (y más) estaban en mi cabeza.

Después de entender eso, y de «darme chance» por haber huido de esa maravillosa casualidad, todo fue un poco más fácil.

Decidí que ya no me iba a odiar a mí misma. Si no me acerqué al extranjero, definitivamente no fue por tonta, o por cobarde, o porque no me importa practicar francés. Estoy convencida de que todos los miedos, todas esas barreras que se interponen entre nosotros y esa otra cosa que queremos hacer son totalmente legítimas.

Decidí, también, que cuando me ocurra algo así otra vez ya no voy a pensar mal de mí misma, ni me voy a odiar, ni me voy a golpear (figurativamente) contra la pared. Sólo lo tomaré como una muestra de lo que no me satisface hacer:

No me gusta quedarme con las ganas de ayudar a un extranjero perdido, sobre todo si las condiciones para hacerlo parecen perfectas, ni arrepentirme por no haberlo hecho. 

Y con base en eso, puedo crear un plan, porque no fue la primera vez que reacciono así a un evento similar, y seguramente no será la última oportunidad de este tipo.

Puedo aprender a tranquilizarme en el momento preciso de OMG es mi turno, a darme valentía para no salir corriendo, a encontrar pruebas de que si algo saliera mal, no pasaría nada realmente malo.

De hecho, eso hice cuando dejé de sentirme mal. Ahora que esto me sirvió de práctica, ensayé mis líneas (y en alemán también) y estoy lista para el siguiente extranjero con cara de perdido. Sinceramente, dudo mucho que hubiera llegado a eso de haber seguido odiándome a mí misma.

Es muy difícil para mí detenerme justo cuando empiezo a decirme que soy una tonta y ese tipo de cosas, pero sé que cada vez será más fácil. Sigo practicando porque me gustan los resultados.

Como se diría en inglés (porque no me gusta ninguna de sus posibles traducciones), a little kindness goes a long way. 

__

Foto de Esther Simpson

__

¿Cómo reaccionas tú cuando te pasan este tipo de cosas?

Nota: esta es una de las entradas más difíciles que he escrito, y la que más me ha costado publicar. Siento que puede desencadenar comentarios desagradables para mí. Sin embargo, decidí publicarla porque sé que los lectores de este blog son muy respetuosos al escribir, incluso cuando no están de acuerdo.

20 comentarios en “Un poco de amabilidad

  1. Damián

    Es de agradecer tu sinceridad, Georgina. Vaya que me han pasado situaciones similares, aunque no con los idiomas. Entiendo esa sensación de insatisfacción con un mismo al poder haber hecho para ayudar y por alguna razón que se nos escapa no haberlo hecho. Es de lo más feo, pero lo curioso es que estas cosas nos hacen humanos. Lo importante es aprender para que en la próxima no nos suceda lo mismo.

  2. Pan Lvnae

    ¡Oh, qué final triste! ¡Te entiendo tanto! Esa sensación de- ¿por qué no fui capaz de hacerlo?- y un odio irremediable hacia uno mismo.

    Hace poco leí un libro de un buen autor llamado Franz de Paula cuya premisa es- Haz lo contrario de lo que tu miedo te diga. Cuando tienes esa frase en mente al tener miedo, algo te anima a hacer las cosas.

    Nuestra sociedad siempre nos ha inculcado que el fracaso es malo, cuando es todo lo contrario. Como diría Michael Jordan «He fracasado una y otra vez en mi vida y es por eso tengo éxito».

    También, como me dijeran alguna vez «el poder no consiste en hacer las cosas sino en poder hacerlas y no hacerlas». Por eso la sensación de odio, porque dejaste de hacer algo que no te atreviste a hacer, no pudiste. Si hubieras podido hacerlo y dejarlo pasar voluntariamente, otra cosa hubiera sido.

    Por favor, no dejes de avisarnos cuando te encuentres de nuevo con un extranjero perdido que esta historia no termina aquí.

    (mi vida llena de citas xDD)

    1. Georgina

      Jajaja gracias por las citas.
      Lo curioso es que el final de la historia es justamente cómo cambié de esa sensación incómoda y terrible a una de cariño a mí misma, y de comprensión, y cómo eso permite justamente hacer cosas que de otra forma no podrías hacer. Saludos!

  3. Es algo común en México, no se si en otros países, pero aquí se asocia la idea de hablar otro idioma con la presunción y la altanería. Y también para el mexicano es natural sentir miedo de hablar en otro idioma, miedo que no tienen los extranjeros, algunos que hablan un español más «mocho» que los niños de 3 años y aún así hacemos lo posible por entenderlos. Por alguna razón al mexicano no le gustan los idiomas, al menos eso dice el INEGI, o el creciente número de hispanohablantes en EU, y creo que algo de esa presión social nos puede bloquear en estas situaciones. Me pasó lo mismo muchas veces hasta que decidí poner en práctica mi inglés y olvidarme de esa sensación de hacer el ridículo si no me entienden, al final de cuentas aprendí a hablar en español, y mientras lo haga bien en mi idioma natal, cualquier cosa que entienda o hable en otro idioma es todo un logro.

    1. Georgina

      Gracias, Alex. A veces creo que aquí en México somos como la proverbial cubeta de cangrejos.. No me había puesto a pensar eso que dices, quizá es cultural la voluntad que tenemos de chapurrear otras lenguas.

  4. Victoria

    Hola Georgina, no hace mucho sigo tu página y aprovecho para decirte que es un gusto leer tu blog. Planteas problemas con el aprendizaje de idiomas con los que me identifico un montón. En este caso el temor de hablarle a un extranjero que habla el idioma que uno está aprendiendo es terrible, por lo menos para mi, ya sea por timides o por cobardía, es frustrante. Llevo 4 años estudiando alemán, por gusto, y me doy cuenta que lejos de sentirme más segura para iniciar una conversación con un extranjero, me cohibo. En fin, estoy de acuerdo con varios que han comentado aquí, hay que superarlo y ¡animarse! Saludos 🙂

  5. MARIBELLA SOCRIECAM

    Hola. Gracias por la pagina, me ha dado claridad para animarme con los idiomas.
    Al leer este post logré entender esa sensación fea de no ayudar, que angustia!.
    También me ha pasado que no hablo por verguenza a que me escuchen mis compatriotas y piensen que soy presumida :S pero bueno, hay que dejar de lado lo que los demás puedan pensar, sobre todo en el metro en donde nunca volverás a ver a nadie jaja.
    Ahora, al escribir esto, también he pensado en el pobre extranjero que se armó de valor para pedir informes a sabiendas que muy probablemente no lo entenderían.
    Pero tampoco hay que dejar de lado ese sexto sentido que te aprieta el estomago y no te permite hacer cosas que podrían parecer triviales, pero llevan un peligro que no podemos comprender en ese momento (y por lo visto no comprenderemos).
    Gracias por compartir estos sentimientos, creo que ya no nos sentimos mal por ellos al saber que no estamos solos 🙂
    Que tengas bonita semana y escribas pronto.

    1. Georgina

      Gracias, Maribella, es justamente esa la razón por la que escribo este tipo de entradas tan personales, para que gente como tú se identifique y vea que es normal. 🙂 Bonita semana para ti también.

  6. Muy interesante tu vivencia.
    Creo que me ha pasado algo de eso, cuando estaba en Santiago, ahora estoy en un lugar donde no llegan muchos extranjeros con cara de perdidos. Pero podía vencer la timidez, un simple y seguro ; Need you help? con la cara llena de risa y listo. Veo que te persigues o perseguías por el ¨qué dirán¨ de los demás, tómalo de esta forma: ¨más de alguien sentirá algo de envidia al saber que uno puede comunicarse en otro idioma que no sea el propio¨. Aunque suene algo presuntuoso, pero es para darse el ánimo.
    Debo confesar, que varias veces, no ayudé a algunos, porque pensaba: ¨¡Bah! estos tipos no creo que necesiten ayuda, son muy individualistas y fríos. Ellos están en su mundo,etc…¨ No voy a decir nacionalidades,..para no armar polémica : ) pero en fin, eso es un prejuicio, lo admito, no hay que meter a todo el mundo en el mismo saco. Y si uno trata de aprender un idioma extranjero es por algo, hay que usarlo, especialmente en estas nobles accionas de ayuda a un semejante.
    Espero que ya hayas superado esa situación, seguro que sí.
    Saludos.

    1. Georgina

      A mí me ha llegado a pasar algo similar con los prejuicios que mencionas, pero intento descartarlos lo más rápido posible. Gracias por comentar

      1. Los prejuicios son un tema aparte, pero sí, hay que intentar superarlos. Me tranquiliza lo que escuché hace tiempo, que era normal tener algún que otro prejuicio, porque de lo contrario no seríamos humanos. Con tal de no exagerar y mantenerlos controlados, no creo que sea muy grave: )
        Hasta la próxima.

  7. Juan Mith Pablo

    Siempre una buena lectura, cotidiana y amable… un agrado pasar a leer cuando se tiene tiempo. Aunque,creo que es la segunda vez que comento.
    Ahora de lleno al tema, no creo que eso que pensaste y no hiciste finalmente sea un buen motivo para ese auto-odio muy humano que sentiste, llamémosle «remordimiento del samaritano tímido» (all rights reserved to me 😉 ) .
    Yo he interactuado en varias ocasiones, ayudando a extraños con inglés y otras menos con portugués que manejo bastante (como al 60%)… eso me ayudó a ganar seguridad…porque una cosa es estudiar inglés y sacar buenas notas o ser académico y otra perderle el miedo a la naturalidad de la comunicación con otro ser humano. Pero si uno desarrolla esa valentía de dejar que los demás juzguen tu habilidad o mejor dicho «se acostumbren» a ella luego todo se da muy fácil y uno deja de pensar y actúa, bastante como en el resto de las cosas en la vida.
    Haciendo es como se pierde el miedo a cualquier cosa. Te lo dice un ex-tímido 🙂

    Saludos desde Chile

  8. dave kostenich

    Wow me ha pasado con el ruso la verdad donde vivo no es muy común ese idioma y practicar lo es casi imposible pero mi mayor traba es hacer el ridículo con la persona cuando comience a hablar le en ruso siento que me falta mucha practica en ese idioma mi mente cuando lo escucha o le puede entender lo pero cuando quiero expresarme no me resulta muy bien me, me encanto esta nota buena suerte y mas animo para la otra ves que se presente una ocacion como esa 😉

  9. Cesar

    Bueno, yo creo que es valiente de tu parte compartir tu sentir. Espero que no recibas esos temidos comentarios. (yo ahora mismo estoy dudando si publicar mi comentario o no :P)
    Lo que quiero decir es que es normal. Creo que a todos nos ha pasado. Tenemos miedo de una cosa o de otra. A mí, por ejemplo, me da «cosita» producir el inglés, a pesar de que llevo años aprendiendolo, pero es así. Como yo lo veo tenemos dos opciones: lo superamos o nos quedamos en el hoyo.
    Saludos.

Vamos, di algo...

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s