Normalmente hago un recuento de lo que hice al final de cada año, pero como esas entradas quedan muy largas y un poco tediosas, decidí que este año lo dividiría en dos.
En el 2011, había leído dos libros, The Happiness Project de Gretchen Rubin y Life After College de Jenny Blake.
El primero narra un proyecto de felicidad dividido en doce partes, una por mes. En cada una se dedica a un área de la vida, como «matrimonio» o «energía» o «dinero». En cuanto lo lees te dan ganas de averiguar cómo sería tu propio proyecto de felicidad y qué aprenderías. Hice el plan de llevar a cabo el mío propio, pero necesitaba una guía distinta porque yo, a diferencia de la autora, no puedo (ni quiero) designar un mes a la maternidad.
El segundo es un plan para personas que terminaron (o están por terminar) la universidad. Está dividido en 10 áreas de una vida humana (trabajo, amistades, diversión, etc.) y contiene consejos, ejercicios (en forma de cuestionarios), libros recomendados, entre otras cosas. Al final mezclé ambos libros y crée un plan a mi medida para el año que vendría: Mi Happiness project (almost) after college.
Ya llevaba algunos años haciendo una prueba de 30 días cada mes, pero sin estructura. Cuando leí estos libros me di cuenta de que me haría bien que alguien o algo más me propusiera retos que a mí, por ser quien soy, no se me ocurrirían, pero que serían igual de emocionantes y beneficiosos.
El orden de mi plan original se modificó mucho en estos seis meses porque se fue adaptando a los caminos de la vida. La hoja en la que está escrito tiene decenas de flechitas y anotaciones. Pero en esencia es igual: diez áreas en doce meses (aunque no exclusivamente). Enero como preparación y diciembre para hacer ajustes finales.
Al final de cada mes escribiría qué me gustó, qué no, y qué le faltó al mes con respecto al propósito que me puse. Como no quiero agobiarte, sólo escribiré algunas de las cosas que me gustaron.
Febrero: Organización
En febrero comenzó mi último semestre de la carrera y quería organizarme, pero también para efectos de lo que sería mi vida después.
Como muchas de mis materias no sólo no me emocionaban, sino que me aburrían letalmente, sentía la necesidad de crear. Hice un nuevo blog en WordPress que de puro milagro llegó a las 5 entradas (luego lo hice privado y ahora lo he olvidado) y crée una cuenta de Tumblr que al final dejé tirada. Me fascinó, pero fue una pasión muy breve y al final borré casi todo lo que había reblogueado.
Aquí dejé de cocinar para ahorrar tiempo.
Marzo: Actitud/Metas
Este mes se llenó por el primer capítulo de LAC. Organizada mi vida, podría enfocarme en ver qué quería para mi futuro, mis metas grandes, etc. A pesar de que resolví los ejercicios del libro (con preguntas como: ¿Cómo se ve tu vida en 6 meses?), por eventos de la vida me di cuenta de que nunca me había dedicado a controlar mis emociones. Sobre todo el enojo. Aprendí mucho sobre anger management y me sentí un ser racional.
Aprendí (y te comparto con mucho gusto) que el enojo se causa por el miedo (aunque no sólo por eso). Que si te alejas de la escena del «crimen» y dejas que se diluya, no te pasa nada malo (sacar la ira con alguien sólo hace que surja más).
Entender (o suponer) que quien te hizo enojar no lo hizo adrede ni tiene malas intenciones, sino que seguramente está pasando por un mal momento o tiene prisa te ahorra más de la mitad de los corajes cotidianos.
Abril: Relación (y poesía)
Durante todos los días de este mes escribí algo por lo que estuviera agradecida de mi relación de pareja porque es importante no darlo por hecho. Es maravilloso tener a alguien a tu lado. Y por una página que me encontré, decidí escribir un poema al día. O intentarlo, porque resulta que soy pésima para disfrutarlo, requisito indispensable para la buena poesía.
Sin embargo, al final mezclé todo y le escribí a mi novio una especie de poema pegando todo aquello por lo que estaba agradecida de estar con él. Sí, fue cursi y bonito.
Ese y otros detalles me esmeré en hacer. Siempre se siente bien dar ese tipo de cosas a alguien a quien quieres.
Mayo: ¡Salud!
Como dejé de cocinar, dejé de lado mi salud. Antes comía tan bien que a veces hasta me molestaban (parece que no es tan normal llevar berenjenas a la facultad…) Pero a estas alturas del año, sin darme cuenta y bajo pretexto de necesitar energía, fui basando mi alimentación en las calorías del azúcar. No tan buena idea.
Un buen día me di cuenta de que era adicta al azúcar porque la comía aunque no tenía hambre y aunque, en realidad, no me gustan mucho los dulces. Sin dudarlo un segundo, dejé de comer cosas azucaradas. Mala idea.
Los primeros días fueron fabulosos, el primer mes fue bueno. Pero después empecé a sentir que me hacía falta glucosa. Para ese entonces, comencé a educarme acerca de la dieta Paleolítica. Yo sabía que existía por un blog que me gusta y que las personas que la siguen no consumen más que frutas, verduras, carnes, huevos, semillas, raíces y nueces, como (supuestamente) se hacía en la prehistoria, y que por lo tanto, había una forma de nutrirse correctamente sin cereales ni azúcar refinada.
En un foro (malditos foros) encontré que si uno se sentía mal por no comer dulces, la solución era consumir mucha grasa. Cabe destacar que los Paleo no sólo no le temen a la grasa saturada, sino que es la base de su alimentación. Por lo tanto, compré mucho tocino, aceite de coco e infinitas docenas de huevo, a pesar de que yo no estoy acostumbrada a comer tanta grasa ni tanta proteína. Muy mala idea.
Cuando cambias de dieta, es normal sentirte mal por unos días, o tal vez semanas, dependiendo de qué tan rápido se adapte tu cuerpo a los nuevos alimentos. Sin embargo, yo no podía darme el lujo de sentirme mal porque tenía la presión de exámenes, tareas, resúmenes y que ya no podía no entregar nada porque de otra forma me quedaría un semestre de más en la carrera. Estrés, estrés, estrés.
Soy una persona perseverante pero también soy consciente de que, cuando tu cuerpo comienza a rogarte que dejes de comer grasa, llega un momento en el que tienes que decir
Hasta aqui llegó esto.
Volví a leer Food Rules de mi admirado Michael Pollan y decidí que (otra vez) sería omnívora. Es lo que más razonable me ha sonado siempre, pero a veces uno tiene derecho de experimentar con otro tipo de caminos que prometen algo aún mejor que aquello donde se está. Sobre todo después de vivir de azúcar y alimentos procesados durante unos meses.
¿La lección más valiosa que aprendí de todo esto? Que no porque a una persona le vaya bien una dieta significa que es LA dieta. Todos somos diferentes por muchos factores (lo que comió nuestra madre en el embarazo, el lugar donde vivimos, lo que hemos consumido los últimos 10 años…). No tiene sentido que a TODOS nos funcione lo mismo.
Nota: no digo que comer a la Paleo sea mala idea, ni mucho menos. Es sólo que para mí, en este momento de mi vida, no funcionó. Para mí sí fue una mala idea, pero a veces así pasa. No todos los experimentos salen bien. Pero siempre vale la pena averiguar qué va a pasar.
Como ese viaje alimenticio involucró voltear a ver mi estado de salud, lo que siguió fue ligeramente diferente al plan que tenía:
Junio: Diversión/Relajamiento
…según el plan. Pero decidí que haría ejercicio para volverme fuerte, como siempre lo he deseado.

A fin de cuentas, en ciertos aspectos hacer ejercicio es divertido. O por lo menos la producción de endorfinas.
Empecé un reto de seis semanas en el que haría lagartijas, sentadillas, planchas (sostenerse sólo con los pies y los antebrazos) porque para ser fuerte primero debo poder cargar el peso de mi propio cuerpo a través de dichos ejercicios. No voy a negar que es todo un reto, pero por algo se empieza.
Para cuando escribo esto, tengo un dolor muscular que se hace presente hasta cuando me río. No era la idea de relajamiento y diversión que tenia (en realidad no tenía ninguna muy clara), pero al menos es salir de mi sedentaria rutina. Y eso ya es digno de celebrarse.
Gracias por leer esta entrada.
Lee aquí la continuación: Diciembre ’12
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Foto de rambla
Oye me gusta tu entusiasmo por el cual llevas la vida y el ímpetu que le pones para alcanzar tus metas y objetivos. Esa es la aptitud que todos debemos tener. Tú eres un ejemplo a seguir. En verdad mis sinceras Felicitaciones. A mi también me encanta ese mundo tan maravilloso de aprender otros idiomas para mi es un universo de oportunidades. Creo que al aprender otras lenguas, no sólo nos sentimos realizados como personas, sino también nos permite conocer otras culturas y las diferentes formas de ver la vida. Yo hablo francés y me gustaría aprender italiano. Saludos!!
Gracias, Ricardo. Bonitas palabras. Saludos!
Hola
Es la primera vez que entro a tu blog y me parece muy interesante saber que existan personas con los mismos intereses. En mi caso soy una persona muy curiosa y siempre busco algo que aprender como : carpintería, electricidad, cocina, pintura, programación, jardinería, maquillaje, diseño de interiores asi como de muebles.En idiomas: ingles, portugues y ahora estoy en francés.
Te cuento que a veces cuando inicio en el aprendizaje de algo nuevo he recibido criticas incluso de gente cercana que argumenta que solo es perdida de tiempo, pero yo les respondo que no todo lo que se aprende es para sacar un beneficio económico y que siento una enorme satisfacción cuando logro aprender algo. Hay personas que tienen adicción al alcohol, las drogas, a la televisión, internet, a relaciones con coodependencia etc. Mi adicción es hacia el aprendizaje y eso incluye los idiomas que aunque son pocos es increíble platicar con personas de distintos países y que no se necesite viajar para conocer culturas diferentes lugares del mundo!!!
Saludos
Hola, Cecy! Hiciste que me diera cuenta de que soy adicta al aprendizaje también. Yo por eso que dices, muchas veces no le digo a nadie qué voy a empezar a aprender/hacer, porque aunque no me afectan tanto, no me gusta escuchar sus opiniones ni su pesimismo. Es mejor demostrarles cuán grande se volvió uno después de haberse metido en tantos asuntos. Muchas gracias por tu comentario y saludos mexicanos. 😛
Buena idea eso de dividir recuento en semestres en lugar de en años. Así se hace menos cuesta arriba recapitular.
Sí, fue lo que noté. Gracias y saludos 🙂
Geo! Que idea tan loca de hacer un plan, ( luego me enseñas como se hace) sin embargo mi filosofía me dice que la vida hay que vivirla como viene. . sin embargo coincido contigo en la idea de hacer un recuento al finalizar cada etapa de nuestra vida, sin importar la duracíon de esta. Luv ya
Hola, Anne! Gracias por comentar. No había pensado que hacer un proyecto (más que plan) así interfiriera con vivir la vida como viene, pero ciertamente no es así. La vida sigue siendo como es. Uno hace un plan y lo va adaptando a lo que se viva.
La cuestión con un proyecto como el que llevo a cabo es que uno tiene la posibilidad de verter todas sus energías a una sola área de la vida durante un tiempo determinado (en este caso, un mes) con la finalidad de ajustar detalles o mejorar lo que se pueda, en vez de hacer malabares con intentar mejorar todo al mismo tiempo, pues, en el peor de los casos, en realidad uno no intenta mejorarlo, sino simplemente ir sobreviviendo.
En cambio, según he visto, resulta mejor dejar un poco de lado las finanzas, por ejemplo, cuando uno está en el mes de la salud, porque ya le llegará su hora a ese tema. Es una forma de concentrar la energía para obtener mejores resultados. La vida sigue siendo como es, sólo es una forma de ponerse retos que te obligan a aprender mucho, mismos que de otra forma no surgirían. O tal vez sí, pero por medio de crisis, o qué sé yo.
amaba tu blog en WordPress.
Muy buena tu entrada, pensé que era la única que experimentaba con su alimentación jaja
Jaja, gracias, Francis. Yo pensé que nadie lo leía. Gracias por tu comentario.
No siempre se experimenta en uno mismo ¿Y tu tesis?
Mi tesis estaba esperando que superara el tremendo final de la carrera, pero no por mucho tiempo! Saludos